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MAURICIO DAYUB ANALIZA EL DOBLE EXITO DE "EL AMATEUR"
“Este proyecto siempre tuvo magia”

El autor de la obra de teatro dice que en el salto al cine, para  el film de Juan B. Stagnaro, la idea del ciclista aficionado como símbolo de la Argentina postergada “ganó todo y no perdió nada”.

Protagonista: “Para El Pájaro, ser amateur es una opción más interesante que ser profesional: esperar una devolución de cada cosa que se hace”.

Dayub actúa en las dos versiones, que coexisten en la cartelera.
“Tenía ganas de parecerme a como era de chico”, explica sobre la obra.

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Por Luis Vivori

t.gif (862 bytes) El reciente estreno de El amateur en el cine representa para Mauricio Dayub, su actor principal y autor de la pieza teatral, el sueño del pibe. Ese de lograr que un proyecto escrito con pasión casi altruista, y luego del exitoso paso por el teatro, mantenga el mismo espíritu en la pantalla grande. El mismo sueño que parece una simbiosis entre las criaturas que Dayub ideó, El Pájaro y Lopecito, y su historia personal. Para Dayub, la palabra “ganar” tiene un único significado: el de poder soñar. El actor, que llegó de tierras entrerrianas hace ya 13 años pero que según sus amigos “aún huele a Paraná”, dejó por fin las ropas de profesional para convertirse, como los protagonistas de la película, en otro amateur. De todo eso conversó con Página/12, como también sobre el complicado pasaje que va del teatro al cine y el desafío de rodar en épocas en las que el cine nacional carece de fondos para seguir viviendo.
–¿Cuál piensa que es el resultado del paso del teatro al cine, teniendo en cuenta que sus colegas dramaturgos suelen quejarse de lo que pierden en el tránsito?
–Aquí hay algo a favor: la obra fue pensada originalmente para el cine, pero en ese momento me parecía imposible lograrlo, por la situación económica del país. Pero en la versión cinematográfica, yo no soy ni guionista ni director. Luego de la experiencia en el teatro, cuando la obra era un éxito, me llamó Stagnaro y me dijo que ésta era una historia que quería contar. Después nos juntamos y decidimos que él iba a ser el guionista y director. Con la versión número seis y con mi asesoramiento llegamos a la película, algo que había soñado desde el comienzo y que por suerte pudo hacerse. A mí me encantó, y me parece que el proyecto desde su inicio estuvo como angelado. Y había que aprovechar toda esa magia.
–¿Qué cosas perdió y qué cosas ganó?
–Yo creo que ganó todo y no perdió nada. Stagnaro hizo su película, que no es la obra de teatro. Es la propia construcción que hizo, luego de ver la obra tres veces. Logró contar la historia de manera diferente, pero rescatando el humor, la magia y la poesía del original. Es cierto que estamos acostumbrados a que el cine achancha un poco una obra, pero ésta es una buena experiencia. La película es estupenda y es al mismo tiempo independiente de la obra.
–¿Cómo lograron financiarla, frente a una situación en la que los créditos para filmar prácticamente no existen?
–Desde el primer momento Stagnaro sabía que para esta historia iba a conseguir los fondos. La producción es de él, de un productor privado y de Alec Media, que puso la última parte y todo lo necesario para el tema del lanzamiento. En total, costó un millón doscientos mil dólares. Pero resultó curioso que mientras estábamos rodando concurríamos a los cines o al sindicato, para apoyar a todos los compañeros que no pueden trabajar por la ausencia de créditos. Lo cierto es que si parábamos, el costo de la película se hubiera ido a las nubes y al final no la hubiéramos podido hacer.
–En la película el protagonista dice: “Desocupado no, amateur”. ¿Cuál es el significado de la frase?
–Eso surge a partir del trabajo del director, porque no está en la obra. El personaje central, El Pájaro, convierte lo extraordinario en cotidiano. Cuando su amigo se queda sin trabajo le dice: “Al fin somos libres”, y el amigo le contesta: “¿Qué libres? Somos desocupados”. Para él ser amateur es hacer lo que quiere, lo que le gusta, una opción mucho más interesante que ser profesional, eso de esperar una devolución de cada cosa que se hace. Es pura pasión, es batir un récord que todo el mundo cree que es una locura y que además encuentra mil dificultades en el camino, pero él igual lo va a intentar.
–Parece haber una referencia directa, en esos protagonistas marginales, hacia la realidad argentina.
–En la obra puse a dos marginales como un ardid teatral, porque sabía que iba a aparecer el prejuicio: “Estos son dos crotos que toman vino todo el día, qué me van a vender”, y a medida que transcurre la obra terminan ofreciendo mucho más de lo que la gente podía esperar. Es decir, que terminen achanchados porque esos dos tipos cumplen sus sueños y en definitiva sienten que son más que ellos. Pero de ninguna manera son marginales en su espíritu. Pero es cierto que en la película el director llevó la historia más cerca de la realidad, no de manera deliberada, pero la cosa de la desocupación, de las fábricas cerradas, sin duda tiene que ver con la Argentina de hoy.
–¿Hay en la historia una necesidad de combatir esa idea de la vida dividida en ganadores y perdedores, o en todo caso de sugerir que ganar es tener la posibilidad de soñar?
–Sí, es soñar y vivir la realidad para poder soñar. Porque tampoco es que los tipos se toman un ácido y se van a otro mundo a cumplir con su sueño. Ellos transpiran el récord en la calle y buscan incentivos para llegar al final del camino. Yo creo que en definitiva ése es el éxito de El amateur, no tener una línea divisoria entre la realidad y la ficción.
–¿Actuar y escribir es una buena manera de poder hacer los personajes con los que alguna vez soñó?
–No, a mí me gusta actuar y que me dirijan, y disfruto de eso. Pero cada tanto me quedaba corto, sentía que podía ser más artista que actor, que podía poner arriba del escenario algunas cosas propias. La verdad es que tenía ganas de parecerme a como era de chico. Me acuerdo de cómo armábamos obras con un grupo de amigos: cosíamos el vestuario, armábamos la escenografía, juntábamos las luces, hasta buscábamos al baterista que hiciera los ruidos... pienso que como escritor seguiré siendo amateur.

 

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