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Una nueva búsqueda del cuerpo de
Bru, esta vez en medio del juicio

Un testigo reveló datos del posible destino del cadáver del estudiante platense. El rastreo se hizo en paralelo al juicio, que no se suspenderá ante la eventual aparición del cuerpo.

La búsqueda del cuerpo en el desagüe del frigorífico Swift.
Participaron el fiscal Héctor Vogliolo y el juez César Melazo.

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Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Un testigo tan misterioso como encubierto dio datos esta semana sobre el destino del cuerpo del desaparecido Miguel Bru. Y a raíz de esa declaración es buscado desde el martes, en el interior de los caños de desagüe cloacal de lo que fue el gigantesco frigorífico Swift de Berisso. Allí, por el hueco de una “boca de inspección” de la cañería, habría sido metido el cadáver, envuelto en bolsas negras de consorcio, en agosto de 1993. La pista, que fue entregada por un hombre que se acercó en la calle al fiscal Héctor Vogliolo, es la que más expectativas despierta de todas las que han orientado el rastreo de Bru en los últimos seis años, durante 17 diferentes rastrillajes. Pero al mismo tiempo despierta sospechas al conocerse cuando promedia el juicio oral a los policías acusados de torturar y asesinar al joven. “Si alguien puede hacer aparecer el cuerpo, ésos son los asesinos”, le dijo ayer a este diario Rosa Shönfeld. Ayer, cuando los padres de Bru supieron la novedad, pensaron en una “estrategia de los policías acusados, para dilatar el juicio o desviar la atención ante una condena inminente”. Sin embargo, los camaristas y la fiscalía fueron claros: la búsqueda del cuerpo comprende una causa paralela, y en ningún punto la relacionan con el juicio, que continuará más allá de cualquier hallazgo.
El martes a la mañana, el fiscal Vogliolo no hizo uso de su rigor habitual para interrogar a los testigos del caso. Estaba ya en las diligencias de este rastrillaje, junto al juez de turno César Melazo. Había sido abordado el lunes por un hombre cuando salía de su casa. El personaje habría dicho que se le acercaba por “conocerle la cara de la televisión”. Espontáneamente le contó que a Bru lo escondieron en los caños que salen del frigorífico Swift y, bajo tierra, bordean los galpones a lo largo de unos 500 metros.
Usados para evacuar los desechos cloacales del lugar donde en la década del 40 llegaron a trabajar 11 mil personas en el faenamiento de animales, los caños de unos sesenta centímetros de diámetro se extienden en paralelo a la mole, bajo lo que ahora parece un callejón desolado, cubierto por el pasto. Bajo el verde todavía están las vías del tren que llegaba hasta el puerto. Los caños, según los planos –que en medio del operativo montado proveyó el intendente de Berisso, Néstor Juswa– doblan luego hacia el río, y en el último tramo de 250 metros, “entra una persona en cuclillas”.
Ayer, Rosa Shönfeld permaneció todo el día en la sala donde se desarrolla el juicio oral contra el ex subcomisario Walter Abrigo, el sargento Justo “El Negro” López, el suboficial Ramón Cereseto, y el ex comisario de la 9ª, Domingo Ojeda. Por la tarde desfilaron los testigos de otra causa en la que el acusado es Abrigo, esta vez por las torturas que durante nueve horas le habría aplicado, junto a una patota policial, en la Comisaría 5ª, el año ‘92, a Roberto Díaz, un hombre fallecido luego en otras circunstancias. Por su parte, Néstor Bru siguió de cerca la búsqueda en el Swift. Ambos bajaron el tono de las sospechas ante el “oportuno” dato que provocó el operativo de ayer. Habían considerado al comienzo que el hecho “podría ser el resultado de una maniobra” de la defensa de los uniformados para entorpecer el avance del proceso y lograr un nuevo aplazamiento de la sentencia. Esa situación beneficiaría por lo menos a Abrigo, quien el 14 de mayo cumpliría tres años en prisión. Si a esa fecha no fue sentenciado por el delito que se le imputa, el nuevo Código de Procedimientos Penal bonaerense contempla que recuperaría inmediatamente su libertad, situación que ya benefició a Justo López, quien cada día va y viene a los tribunales desde su casa.
El dato aportado por el testigo encubierto al fiscal no sólo parece cierto por las circunstancias judiciales en que se divulga, sino porque coincide perfectamente con algunas informaciones existentes en la causa. Ayer, Página/12 publicó las declaraciones de dos hermanas, Adriana ySusana Martínez, quienes sorpresivamente perdieron la memoria, respecto de lo que habían declarado ante una comisión especial de investigación en enero de 1998. Ambas habían relatado con detalles cómo fue otorgada por los policías Alberto Labatelli y Daniel “El Gato” Rodríguez la “zona liberada” para que El Negro López y su patota se deshicieran de “un paquete”, el cuerpo de Bru. Por otra parte, en 1996 el inefable policía Pedro Avio había dado un dato: que Miguel había sido tirado en el río, a unas cuadras del Swift, metido en un tambor de cemento. Según dijo haber escuchado de policías presos en la U9, se había “hundido como una maceta”. Aquella vez se encontró un cadáver sin piernas, pero no era el de Bru.
En cambio, las ahora amnésicas Martínez originaron por sus dichos del ‘98 una búsqueda en Cuatro Bocas, otra zona del río a pocas cuadras del Swift, que duró un mes y medio y no sirvió. Quedaron sí las huellas de la zona liberada, cuando según la primera declaración de Adriana uno de los policías recibió por handy en un bar el pedido de ayuda de López, a quien se le habría “ido la mano” y necesitaba “ayuda”. Martínez contó que ese policía dijo después de despejar de putas y cafiolos la zona: “La calle Nueva York está limpia. Y el de Prefectura duerme”. Al lugar donde se busca a Bru sólo se accede por esa calle de cabarets. Y a pocos metros de donde ayer buceaban está la caseta del supuesto hombre dormido de la Prefectura.

 

 

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