OPINION
¿Será el peronismo el PRI
argentino?
Por Sergio Moreno |
Los
líderes de la Alianza comienzan a comprender que en octubre no sólo pondrán en juego
una chance de alcanzar el poder la más cercana para una fuerza de oposición desde
que Carlos Menem accedió a la Presidencia en 1989 sino que, además, se juegan su
propia supervivencia. De ganar Eduardo Duhalde las elecciones de octubre el escenario
político argentino devendría en una ajustada aproximación al modelo mexicano,
pulverizando el esquema bipartidista que intentó insinuarse en el país.
¿Cómo sería el escenario político de la Argentina en caso de que Duhalde gane la
presidencial?
En primer lugar, para que el bonaerense llegue a la Casa Rosada debería retener el
principal distrito electoral del país, esto es, la provincia de Buenos Aires. Sólo una
rara alquimia permitiría al PJ acceder a la primera magistratura perdiendo, por escaso
margen, Buenos Aires. Pero esa alquimia nunca se produjo en toda la historia democrática
del país.
De esta manera, el oficialismo quedaría con el manejo del aparato estatal de la Nación,
con las provincias de Buenos Aires, Córdoba que ya le arrebató a la UCR en
diciembre de 1998 y, según sostienen los sondeos, Santa Fe, entre otras. A ello
debería sumársele que, por acumulación de votos, manejaría la Cámara de Diputados y,
como ya lo dejó atado y bien atado Carlos Menem, el Senado. Otra herencia del riojano al
futuro gobierno peronista será la Corte Suprema y la mayoría de los jueces del fuero
federal.
Todo este escenario implica, por si fuera poco, la instalación más que espectable de un
grupo de dirigentes peronistas con chances de pelear por la presidencia en el 2003, o en
2007.
Eduardo Duhalde: sin lugar a dudas a no ser que su hipotético futuro
gobierno sea una catástrofe intentará repetir.
Carlos Ruckauf: en este esquema gobernador de Buenos Aires, no podrá evitar la
tentación y se preparará quizás buscando la reelección en la provincia
para un futuro presidencial.
José Manuel De la Sota: quien ya es gobernador de Córdoba, el cuarto distrito
electoral.
Carlos Reutemann: seguramente será el gobernador de Santa Fe, y también formará
la partida de candidatos a la Casa Rosada.
Pero, además, la novedad con estos últimos dos potenciales precandidatos a la Casa
Rosada es que muy probablemente serán la punta de lanza de la oposición interna en el
PJ, es decir, a Duhalde. Oposición interna que ocupará un lugar de importancia mayor en
caso de que el gobierno nacional no acierte en la solución de los problemas del país.
Sobre todos ellos sobrevolará, como no puede ser de otra manera, el gran demonio del
futuro gobierno de Duhalde: Menem.
El peronismo, así, sembrará una fuerte semilla para devenir en una estructura de poder
similar a lo que supo ser en sus momentos de esplendor el PRI mexicano: oficialismo y
oposición a la vez, dentro de un esquema cerrado donde partido y Estado son
manifestaciones funcionales de un mismo fenómeno político.
¿Por qué ocuparía el PJ ese lugar bivalente? Porque la Alianza saldría destrozada de
una (esta) derrota. Siguiendo con este juego, el escenario sería el siguiente:
Un grupo de gobernadores radicales en provincias de poco peso político en las
cuales la Alianza nunca se conformó (Catamarca, Chubut, quizás Río Negro), y en
provincia donde sí hubo coalición (Chaco).
Tal vez, algunos gobernadores extrapartidarios ni de la UCR ni del
Frepaso que, una vez derrotada la coalición, jugarán su propio juego de
conveniencias (quizás San Juan)
La Capital Federal como único bastión de la coalición con Aníbal Ibarra como
jefe de Gobierno (en caso de que la elección para el distrito no se desdoble de las
generales).
Solamente una férrea voluntad de algunos de sus dirigentes podrá mantener a la Alianza
unida. Estas elecciones poco y nada tienen que ver con aquella de 1995, en la cual el por
entonces Frepaso pudo acercarse mucho, no lo suficiente para ganar, pero sí quedar muy
bien posicionado para dar el salto cuatro años después. Estas elecciones podrán ser,
según sus resultados, el inicio de una hegemonía peronista nunca vista (si, además, se
computan los diez años y medio que lleva Menem en el gobierno) frente a una oposición
vencida por los resultados y devastada por la amargura de un sueño que no fue. |
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