Por Mario Wainfeld
En su discurso de cierre
de campaña en Lanús, el gobernador Eduardo Duhalde mencionó de memoria, haciendo
ostensible que no le insumía ningún esfuerzo, a los 134 partidos de la provincia
destacando en todos y cada uno de los casos obras o mejoras que les aportó durante ocho
años de gobierno. El mensaje, casi sobrador, era inequívoco: Duhalde busca
–haciendo pie en su experiencia y su poderío territorial– que el peronismo
bonaerense, además (antes) que elegir a un candidato a sucederlo en la gobernación, lo
plebiscite a él para presidente. La interna bonaerense es un episodio más de la madre de
todas las batallas; su disputa con el presidente Carlos Menem, cuyo resultado parece estar
prefigurado por la conducta de ambos. Duhalde está en campaña al lado, por no decir
adelante, de su candidato a gobernador, el vicepresidente Carlos Ruckauf. Menem –que
un par de meses atrás alentaba la fantasía de hacerle mucha fuerza en Buenos Aires–
hace semanas que no aparece junto a su candidato a gobernador Antonio Cafiero. Cuando se
cierre el comicio, a las seis de la tarde, seguramente preferirá mirar Boca-River antes
que seguir de cerca la elección. Su equipo, el millonario, viene siendo hijo de Boca
desde hace rato, pero así y todo tiene mejores chances de darle una satisfacción que la
lista de Cafiero que hoy va muy de punto frente al aparatazo del (aunque Menem siga
negándolo) candidato a presidente del peronismo.
Los duhaldistas están seguros de que arrasarán a sus adversarios internos. Y, si bien es
cierto que una elección en la que participarán más de medio millón de votantes no
está definida hasta que se cuenten los votos, tienen motivos para ser optimistas.
El primero y
principal es la manifiesta superioridad de aparato del duhaldismo. De los 94 intendentes
que responden al PJ 89 se han alineado con Duhalde y sólo 5 con sus rivales. En el
conurbano la porfía pinta menos despareja: los cafieristas esperan que La Matanza
–el distrito que domina su principal aliado el presidente de la Cámara de Diputados
Alberto Pierri– le aporte una carrada de votos. Y confían en ganar también en
Avellaneda y Quilmes. Pero la asimetría de poder entre las listas se agrava fuera del
conurbano, en el interior donde, según reconocen los propios cafieristas “no
existimos” y que marca –desde el vamos– un campo de ventaja para el
duhaldismo.
El segundo es
el potencial simbólico que significa para la fórmula que integran Ruckauf y Felipe Solá
contar con el apoyo del candidato a presidente del PJ. Cafiero reconoció en los últimos
días que Menem lo dejó solo. El senador hizo de su debilidad virtud mofándose del
desconocimiento de Ruckauf de la provincia (“mañana tiene que ir a Lanús. Va a
tener que conseguir alguien que le indique el camino”), de la rígida jerarquía del
oficialismo provincial (“Ruckauf se esconde detrás de Duhalde”, “Solá
para aparecer en la foto tiene que ponerse detrás de Ruckauf, así paradito detrás y con
bigote parece su edecán”). Todas chanzas sutiles, pero que reflejan en el equipo del
gobernador una campaña ordenada y verticalizada, haciendo centro en sus figuras más
atractivas electoralmente y que resaltan por contraste la soledad con que terminó Cafiero
quien en sus últimas paradas no tuvo la compañía ni del Presidente, ni de ningún
miembro del gabinete nacional. Soledad más notoria aún por la escasísimas apariciones
mediáticas de su candidato a vice, el intendente de Quilmes, Federico Scarabino.
Los duhaldistas aseguran que ganarán por una diferencia superior a los treinta puntos;
Cafiero terminó prometiendo “una sorpresa” y sería muy mayúscula no ya un
triunfo suyo sino perder por una diferencia estrecha.
Los duhaldistas creen imposible esa contingencia y aseguran que sólo temen que el
cafierismo o el menemismo nacional intenten embarrar la cancha durante o después del
comicio, empañando el éxito del gobernadorcon un escándalo aún más grave que el que
salpicó la interna del peronismo porteño.
Los integrantes de la lista menemista acusan a sus adversarios de estar montando un fraude
monumental. Sospechan de la junta electoral (de cuyos 8 miembros, 7 responden al
gobernador), rezongan porque no se contrató a la empresa privada Correo Argentino para
trasladar urnas y realizar los cómputos y temen que se opere con bocas de urna anteriores
al escrutinio (una treta que usó la lista del ministro de Justicia, Raúl Granillo Ocampo
para generar un clima de victoria amplio sobre Mario “Pacho” O’Donnell en
la primaria del peronismo porteño).
Pero los duhaldistas confían en que la sangre no llegará al río. Y tienen una carta en
la manga para garantizarlo. Algunos de sus hombres susurran que –para evitar enojos
de Cafiero y los suyos, para mantenerlos adentro e involucrarlos en la campaña
nacional– hasta están dispuestos a darles una manito y garantizarles un veinticinco
por ciento a nivel provincial, la minoría que le permitiría a la oposición interna uno
de cada cuatro cargos a legislador en disputa. Hacen, pidiendo rigurosa reserva de su
nombre y señas personales, una salvedad que tal vez no revele la verdad pero sí cuán
agrandados están: “Lo que puede complicar es que Antonio (Cafiero) saque mucho menos
del 25 por ciento, así sería difícil reconocerle la minoría. La gente de nuestras
listas desplazada por los cafieristas pondría el grito en el cielo”.
Es que no sólo Ruckauf y Cafiero disputan esta parada. Una multitud de candidatos a
intendentes y legisladores también se juegan el todo por el todo (ver páginas 6 y 7).
Será para ellos una jornada dura, un día de gloria para taxistas y remiseros de
provincia y de Capital (que cobrarán hasta 100 pesos por la jornada de labor) y para los
fiscales una vigilia permanente (ver páginas 8 y 9).
Duhalde comenzó su escalada victoriosa contra Menem el año pasado cuando propuso un
plebiscito sobre la re-re en la provincia de Perón y obligó a su compañero a recular.
Este año le viene infligiendo derrota tras derrota. La mayor fue “soplarle” al
senador Ramón “Palito” Ortega con cuyo carisma Menem hubiera podido pergeñar
una elección bonaerense más reñida que la de hoy. Luego le fue ganando (con dificultad
pero inexorablemente) el apoyo de los gobernadores peronistas: el entrerriano Jorge Busti
le vino con el pase de Palito, el mendocino Arturo Lafalla se tomó su tiempo pero ya
está, el pampeano Rubén Marín fue la gran incorporación y ayer mismo el menemista
Jorge Escobar lo prefirió a él –a quien nominó “futuro presidente de los
argentinos”– y no a Menem como acompañante en su campaña (ver página 4).
El presidente Menem –acostumbrado a ganar elecciones durante toda su vida– hace
tiempo que viene jugando a menos o a perdedor en ese terreno. Retrocedió ante la espada
de Damocles de los plebiscitos bonaerenses, apostó de más a favor de Ramoncito Saadi
cuando éste fue vencido en Catamarca y hoy coloca –con ostensible desgano– unas
fichas a manos de dos ex duhaldistas que aspiran a hacer un papel decoroso.
De todas formas votan muchas personas, participan muchos dirigentes y las internas siempre
son duras. Pero Duhalde espera confiado en que llegue la hora del escrutinio, sólo
temiendo denuncias y protestas. Y Menem seguramente espera más de River que de Cafiero,
el hombre al que derrotó en 1988 empezando la carrera hacia la Casa Rosada, ese feudo que
muy pronto tendrá que abandonar.
Claves
Se elige la fórmula a gobernador y vice (Carlos Ruckauf-Felipe Solá por el
duhaldismo y Antonio Cafiero-Federico Scarabino por el menemismo) y candidatos a diputados
provinciales, nacionales e intendentes.
Están habilitados para votar los afiliados al PJ y los independientes (no
afiliados a otros partidos), un total de 7.561.705 ciudadanos.
Se descuenta la amplia victoria de Ruckauf. La aspiración real de Cafiero es sacar
minoría (un piso del 25 por ciento), lo que le permitiría a sus candidatos ocupar la
cuarta parte de las listas de legisladores. |
Duhalde apoyó a Escobar y Escobar a
Duhalde
El sanjuanino, menemista de
paladar negro, trató al bonaerense como “presidente de los
argentinos”. Uno menos para Menem.
Duhalde, Escobar y Palito hicieron
campaña juntos en San Juan.
Hoy hacen otra caravana y luego Duhalde vuelve a Buenos Aires. |

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Por Fernando Almirón desde San Juan
Si bien era previsible,
cuando se concretó Eduardo Duhalde lo vivió como otro triunfo sobre Carlos Menem. Y fue
otro triunfo sobre Carlos Menem. “No le puedo hablar de gobernador a gobernador, sino
de gobernador a presidente de los argentinos”, le dijo Jorge Escobar, gobernador de
San Juan, al bonaerense. El alineamiento de este ex menemista de paladar negro tras
Duhalde, un día antes de la interna bonaerense, comenzó a definirse cuando el sanjuanino
solicitó a la fórmula presidencial que participara de su campaña por la reelección y
lo ayude a revertir los cinco puntos de diferencia que le llevan los candidatos de la
Alianza en esa provincia.
Escobar miró a Duhalde cuando le pidió que cuando asuma la primera magistratura
“haga llegar a la gente el resultado de las cosas grandes”, en alusión al
programa de refundación de la justicia social que el precandidato presidencial dijo estar
elaborando con un “núcleo de especialistas”.
Duhalde tuvo la delicadeza de no atacar a Menem delante de Escobar. Es más, en tres
oportunidades se refirió al Presidente en términos elogiosos al señalar que Menem
“solucionó el problema de la macroeconomía argentina, lo que nos permitirá
refundar durante nuestro gobierno la justicia social”. Y agregó: “Cuando se
escriba la historia de la década del 90, seguramente dará cuenta de que la
incorporación de la Argentina en el mundo moderno se debe al coraje y a la decisión del
presidente Menem”.
“Me molesta hablar de duhaldismo y también de menemismo, me siento incómodo porque
todos somos justicialistas”, señaló después, y abandonó su prolongada y cruenta
interna con el riojano para apuntar a su nuevo objetivo: la Alianza. “Menem fue quien
estableció los cimientos que la Argentina necesitaba para crecer, mientras que ellos
intentaron impedir el salvataje económico por todos los medios.” El precandidato
presidencial argumentó que “el aceleramiento del mundo requiere de decisiones
rápidas”, y que mientras “la Alianza duerme, el justicialismo sueña”.
Según Duhalde, el apoyo que le brindó ayer a Escobar no es a cambio de la alineación
del sanjuanino a su proyecto presidencial. “Naturalmente todos nos van a apoyar, pero
cada dirigente y cada región tiene sus tiempos”, y Duhalde subrayó: “Ya está
claro que somos los candidatos del peronismo por más vueltas que le quieran dar”.
Sobre las internas del PJ para definir la fórmula presidencial, el mandatario bonaerense,
ya subido al ómnibus que lo condujo por el paisaje suburbano sanjuanino, dijo: “Yo
prefiero que, si las internas son en serio, es decir, con candidatos que tengan
posibilidades, se hagan. Pero hasta ahora no se ha constituido otra fórmula; solamente el
gobernador de San Luis, que es un excelente gobernador, aparece como precandidato, pero
fórmula hay una sola y hay que tratar de instalarla oficialmente lo más rápido
posible”.
Duhalde llegó a San Juan con toda la parafernalia electoral con la que suele recorrer el
conurbano bonaerense. Junto a él, en el balcón que sirve de palco montado en la parte
superior del ómnibus que ahora llaman “Hércules”, se ubicaron su compañero de
fórmula, Ramón Ortega, Escobar y el candidato a la vicegobernación sanjuanina,
Guillermo de Sanctis. Esta vez no fueron invitadas las esposas: Hilda “Chiche”
González y Evangelina Salazar.
Los cuatro políticos, antes enfrentados, recorrieron 80 kilómetros por el gran San Juan
y localidades vecinas prodigándose sonrisas y abrazo bajo los pasacalles blancos con
letras azules en los que se podía leer “Duhalde-Escobar”, un apellido junto al
otro, tal como era impensable hasta hace pocas semanas debido a la férrea lealtad con
Menem de la que el sanjuanino siempre hizo gala.
Una jugada arriesgada La presencia de Duhalde y Ortega encabezando ayer junto a Jorge Escobar una
caravana –hoy harán lo mismo por algunas localidades cercanas a la capital
provincial– representa una jugada fuerte de actual mandatario sanjuanino, quien el
próximo miércoles buscará su reelección. Las encuestas no lo favorecen. La coalición
armada en la provincia por la Alianza que lidera el representante de Cruzada Renovadora,
Alfredo Avelín, y al que acompañan el partido bloquista, el radicalismo y el Frepaso,
contó además con la frecuente visita de Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho”
Alvarez, legisladores nacionales, representantes de la CTERA y de religiosos tal como el
padre Luis Farinello. Mientras la Alianza comenzó a festejar por anticipado el triunfo en
próximo domingo 16, Escobar no dudó en estrechar filas detrás de Duhalde para que éste
pusiera su aparato electoral nacional al servicio de los comicios provinciales, a cambio
de -pese a su larga militancia menemista– expresar su apoyo a la fórmula que le pone
los pelos de punta al Presidente. De todos modos, no le resultará fácil remontar los 5
puntos de diferencia que lo separan de la oposición.
“Mi lealtad no sirvió”
Ramón “Palito” Ortega tiene poca paciencia para las acusaciones menemistas de
traición. Esperé dos años en los que permanentemente se me prometió que si ni Duhalde
ni Menem se presentaban sería yo quien encabezaría la fórmula. Cuando el Presidente el
año pasado anunció que no iba a insistir más con su reelección, me dije “bueno,
llegó la hora”. Pero al finalizar una reunión en Olivos, en febrero, mi amigo
Escobar le preguntó si no era hora de que los gobernadores se jugaran por algunos de los
precandidatos. Y Escobar, por la amistad que nos une, dijo que él tenía la intención de
apoyarme. Menem le dijo que Perón le hubiese respondido “todo en su tiempo y
armoniosamente”. Entonces me dije que no tenía más nada que hacer en ese lugar: mi
lealtad no había servido.
–¿Hubo traición?
–El menemismo se acostaba y se levantaba soñando con la única candidatura posible
para ellos, la del propio Menem. Entonces, como ya venía hablando con el compañero
Duhalde, decidí hacer una alianza que posibilitara el triunfo del justicialismo.
–Pudo ser candidato presidencial y ya no lo es.
–No renuncio a mis posibilidades del futuro, seguramente tendré 10 o 12 años más
para cumplir mi sueño de llegar a la presidencia. |
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