OPINION
El ocaso del poder
Por Alberto A. Fernández * |
El
pasado 11 de abril, durante las elecciones internas del Partido Justicialista de la
Capital Federal, quedaron al descubierto algunas de las miserias de la política. Nunca
antes como ese día los mecanismos que los aparatos utilizan para imponerse en
elecciones partidarias quedaron expuestos al juicio público. A la comida regalada a
quienes el Gobierno no les brinda ni siquiera el derecho a ganarse el sustento diario, se
sumaron según diferentes denuncias planes Trabajar, contratos de
empleos públicos y según han dicho hasta sobres con drogas.
Poco más de ochenta mil personas votaron ese día, pero iniciado el mes de mayo no
sabemos con certeza cómo lo hicieron. Sabemos que un tercio de esos votantes acompañaron
nuestra lista, pero parece ser que nadie sabe bien cuál de las otras dos listas ha
logrado superar si lo hicieron su propio tercio.
En medio de la incertidumbre sobre el resultado final en los comicios internos, la sede
del justicialismo porteño se transformó en lo más parecido a un bunker. Impenetrable.
Insondable. Rodeada de una guardia sólo autorizada a facilitar el recuento de votos en un
escenario signado por denuncias e impugnaciones de la más variada especie.
Así son las cosas cuando importan más los espacios de poder que la voluntad de la gente.
Y consecuente con esta lógica, hasta se vuelve razonable pensar que en los próximos
días la elección se anule, el partido se intervenga y un funcionario con plenos poderes
reemplace la determinación de los ochenta mil sufragantes con su propia decisión.
El peronismo es otra cosa. Lejano a este guerra de bandos que reclaman bancas para sus
miembros en un intento por garantizarse poder e impunidad, el peronismo ha representado
siempre la búsqueda permanente del bienestar de los hombres y mujeres que habitan esta
tierra y ha sido el mayor promotor de la democracia y la primera víctima de sus
detractores.
Dios quiera que la próxima vez la gente sea libre de elegir y no vea condicionado su voto
a su continuidad laboral, al trabajo que no tiene o a la comida que el resto del año la
política jamás le envía. Y los ministros tampoco...
* Ex precandidato a vicejefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el duhaldismo. |
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