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OPINION
River previsor Boca previsible
Por Diego Bonadeo

Cada vez que se acerca un Boca-River, sea por algún campeonato –antes los Nacionales o los Metropolitanos, después los largos o los cortos, o los Clausuras o los Aperturas– o por la Copa Libertadores o las de verano o las llamadas “Desafío” o “De Oro” o lo que fuere, la memoria colectiva, boquense, riverplatense o simplemente futbolera, es trasladada casi inexorablemente a recordar aquel episodio de 1962, cuando Boca se aseguró el campeonato de aquel año con dos penales: el que Paulo Valentim le convirtió a Amadeo Carrizo y el que en el arco de enfrente Antonio Roma le atajó a Delem.
Por razones fundamentalmente emotivas, y por qué no también marquetineras, y con ese cachito de morbo que siempre sobrevuela la gastada, es más recordado el árbitro Carlos Nai Foino –que dirigió aquel partido– y la oportunidad perdida por Delem, que la aprovechada por Valentim. Ya por entonces, casi cuarenta años atrás, comenzaba a aparecer, por lo menos en el subconsciente, la cultura generalizada que privilegia el no hacer goles por sobre el hacerlos. Nos hacen recordar aquel partido más por el penal malogrado que por el convertido. Y no se trata de una cuestión de River o de Boca.
En la historia pasada, reciente y más o menos actual de los clásicos River-Boca, hay montones de episodios futbolísticos y periféricos quizá tan recordables como aquel de 1962. Desde la sangrienta puerta 12 hasta el fantástico partido que en 1972 jugaron en Vélez. Aquel que River ganaba 20, luego pasó a perder 2-4 y terminó ganando 5-4. La gente de River, y quizá la de Boca también, la recuerde como “aquel partido de Carlos Morete”.
Los más recientes quizá sean aquel 3-3 en la cancha de River y el 3-2 en la de Boca cuando el uruguayo Guerra puso la nuca para el enésimo centro de Toresani. Poco antes, en 1994, un 2-0 en la cancha de Boca y en favor de River, dejó como absurda secuela dos hinchas muertos y varios barrabravas presos.
Para esta tarde-noche casi todos parecen haber “tomado precauciones”. Tanto en lo policial como en lo futbolístico. Dícese que casi veinticuatro horas antes de las 17.10 de hoy, hora prevista para que Elizondo reciba la orden de Torneos y Competencias para que empiece el partido, habrá alrededor de mil trescientos “servidores del orden” para supuestamente prevenir desmanes. Algo así como un policía por cada cincuenta espectadores.
Pero también los responsables de determinar qué once estarán en las formaciones iniciales y qué cinco los acompañarán en los bancos de suplentes –en especial Ramón Díaz– se mostraron precavidos. Es que la posibilidad de que Hernán Díaz juegue “de Escudero” parecía más que un rumor, ya promediando la semana. Quizá para superponerse con Lombardi –en el caso que jueguen los dos–, en el escalonamiento defensivo por si el Mellizo Guillermo intenta sus diabluras por ese lado. Por el otro estará Sorín. Y aparentemente River arrancará con uno solo de punta-punta -Angel–, al que de acuerdo con las circunstancias, seguramente se le agregarán Saviola, Gallardo, Berti y el propio Sorín.
Lo de Boca es absolutamente previsible. Y es gratificante para los consumidores de fútbol que ni una lesión ni alguna distracción de los cuerpos técnicos –como pasó alguna vez en la época del Bambino Veira–, nos priven del enorme placer de disfrutar a Juan Román Riquelme y a Guillermo Barros Schelotto.

 

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