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Por Martín Pérez desde Porto Alegre Era medianoche y acababa de terminar Bleeding cuando el carismático Jason Newsted quedó solo sobre el escenario. Era el turno del obligatorio solo de bajo, luego del cual se le uniría Kirk Hammet para arpegiar el comienzo de Four Horsemen. Pero, aunque los dos guitarristas cada uno a su turno ya habían saludado a la concurrencia, Jason consideró que había llegado el momento de hacer su particular versión de la sinceridad del rockero visitante. Por mucho tiempo habíamos soñado con que Metallica y Porto Alegre se unieran, aseguró, logrando aplausos pero también algunas miradas irónicas entre los presentes. No es necesario, debe haber pensado más de uno. Pero Jason sabe lo que hace. Y su saludo tuvo el mejor de los finales: Gracias, cheers, thank you and ... !fuuuck yououuuu!, aulló, ganándose una ovación. La estirpe rockera de la banda de rock pesado más grande del mundo había quedado a salvo. Y aún quedaba más de la mitad del show de Metallica por delante. Un show que, como el saludo de Jason, deja a todos contentos: tanto a los que les pasan lista a los cliches del rock en estadio, como a los que necesitan algo más. La dupla Metallica-Sepultura se basta y sobra para eso. Con más de una hora de retraso respecto de los horarios pautados, y ante una multitud estimada en unas 25 mil personas, en Porto Alegre comenzó la primera gira mundial conjunta entre los locales (pero mundiales) Sepultura y los mundiales (locales donde sea) Metallica. Hace mucho tiempo que soñábamos tocar con Sepultura, aseguró el guitarrista y cantante James Hetfield desde el escenario apenas comenzado su show, y la afirmación bien puede ser sincera. Ya que, pese a que hoy en día ambas bandas han seguido caminos divergentes han dicho que se respetan, pero que no les gustaría hacer lo que el otro está haciendo actualmente, los suyos todavía son dos nombres que sirven para resumir los caminos del rock más duro durante la década del noventa. De hecho, luego del affaire Cavalera que puso en peligro la continuidad del grupo (el alejamiento de Max, virtual líder, peleado con su hermano Igor), Sepultura tuvo a Jason Newsted que interrumpió sus vacaciones para estar presente en el evento como invitado especial en su retorno. Juntos pero separados, entonces, el esperado tándem Sepultura-Metallica concluirá precisamente en Buenos Aires, el próximo viernes en el estadio de River, con Almafuerte y Catupecu Machu completando el cartel, del que eyectó, como se sabe, Marilyn Mason. Tal vez para entonces hayan logrado ensamblarse lo suficiente como para intentar hacer algo juntos, porque en Porto Alegre cada uno se ocupó de su juego. Es que no tuvieron tiempo ni para saludarse: Metallica llegó poco antes del show en un charter desde Venezuela, y apenas bajaron del escenario una combi los devolvió al aeropuerto para viajar a Río. Sin embargo, no hay que perder las esperanzas. Ambos grupos tienen una semana y tres shows más para intentar algún contacto antes de la despedida en River: el de hoy en San Pablo, el de mañana en Río y el del miércoles en Santiago de Chile. Entre los recitales de la capital carioca y el de Chile, los integrantes de Metallica pasarán dos días en Buenos Aires como simples turistas, según pudo saber Página/12. Considerado por la prensa local como el espectáculo de rock pesado más importante de la historia de Porto Alegre, el show del jueves fue también todo un evento para quien no esté acostumbrado a ver un recital en un hipódromo. Con el escenario y el público de la popular ubicado en el centro de la pista de carreras, y las plateas bien lejos, cerca del disco final, el espectáculo tuvo sus particularidades. El promotor local nos lo propuso para el show de Kiss, explicó uno de los responsables de la producción. Lo probamos, funcionó, y aquí estamos de vuelta, dijo luego del recital, que estuvo a punto de suspenderse a causa de una lluviaintermitente. A las cinco de la tarde el recital estaba suspendido. Pero Metallica se negó a hacerlo, ya que era su primer show en Brasil. Así que se hizo. El apuro y la lluvia obligaron a que ambos grupos salieran a escena casi sin probar sonido, obligando sin embargo a soportar una hora de atraso a un público que lucía orgulloso sus remeras rockeras. El comienzo fue para Sepultura, que sigue presentando en sociedad a su nuevo cantante, el musculoso negro norteamericano Derrick Greene. Su set resultó contundente, y el rechazo inexistente. Greene parece un Sepultura de toda la vida, se atreve a tocar alguna que otra percusión, e incluso se colgó un par de veces una guitarra. Con Igor Calavera luciendo una camiseta del Inter y Andreas Kisser con la de Gremio (los Boca y River del estado gaúcho), dejaron a todos contentos en el rubro gentilezas, y en el aspecto musical su mixtura rítmica de thrash étnico sonó ajustada, creíble y prometedora, por lo que la crisis de la partida de su cantante parece superada. Si la hora de Sepultura fue contundente, las rigurosas dos horas de show de Metallica tienen todo lo que debe tener un show de rock que se precie de tal. Potencia, rapidez, megalomanía, ambición: Metallica despide el siglo en el punto más alto de su carrera de megabanda de estadios, y se dedica a lo suyo con profesionalismo, talento y eficiencia. Sus cuatro integrantes saben qué tienen que hacer sobre el escenario, tomándose sus libertades, pero siempre plantados con autoridad. La mezcla del lento Nothing else matters con el contundente Enter Sandman a la altura de los bises resume mejor que ningún otro el crossover de los mosqueteros metálicos: todos para uno, y un grupo todos los gustos. Con encendedores y pogo en un mismo show ¡en un mismo bis!, Metallica deja a todos satisfechos. Y pocos se dieron cuenta de que recién hacia el final del show los repetidos gracias pasaron a ser obrigado. La adrenalina y el ruido, se sabe, resulta ser la mejor forma de decir gracias en el planeta rock.
KIRK HAMMET HABLA DE SU BANDA Y DEL ROCK DURO Metallica
volverá a tocar en Buenos Aires luego de seis años, cuando se presentó por primera vez
en dos funciones a pleno (más de 40.000 personas por cada una) en el estadio de Vélez.
De aquellos días a hoy, han pasado muchas cosas y ocurrieron varios cambios en la carrera
de esta banda que desde su irrupción en los años 80 ha vendido más de 40 millones
de discos en todo el mundo. Esos cambios fueron saludables, dice el
guitarrista, Kirk Hammet. Según él, todos los integrantes del cuarteto están muy
contentos y emocionados con volver a tocar en Buenos Aires. No vamos desde
hace mucho tiempo, como seis años, y la Argentina es un muy buen lugar para tocar, porque
los fans son siempre muy emotivos y expresivos. Es realmente emocionante tocar para esos
fans, y es muy lindo verlos tan entusiasmados con nuestra música, señaló quien
ingresó a la banda en el 83, luego de ser un simple fanático durante algún
tiempo. Tal vez por eso, cuenta la leyenda, no necesitó de ensayos para sacar, una por
una, todas las canciones de la banda.
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