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SUBRAYADO

Profeta en su tierra

Por Mario Wainfeld


t.gif (862 bytes)  Ayer fue profeta en su tierra. Su lista arrasó a la encabezada por el senador Antonio Cafiero aun en distritos que éste esperaba arañar, dejando afuera al presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri, a Juan Carlos Rousselot, a Luis Patti, tres menemistas poco presentables pero muy duros de roer a la hora de contar votos. Al cierre de esta edición, parecía que dejaba al cafierismo sin minoría, aunque prometiéndole --con la magnanimidad de quien acepta que lo sancionen con un penal dudoso cuando gana 6 a 0-- cederle algún lugar en las listas de legisladores a cafieristas presentables.

Desde el principio hasta el fin demostró manejo de su partido y su territorio. La interna peronistana02fo01.jpg (9214 bytes) bonaerense fue --lejos-- la menos violenta de que se tenga memoria. Las conferencias de prensa del domingo, prolijas como si se tratara de la socialdemocracia noruega. La participación, masiva y entusiasta. Los datos sobre participantes en las internas suelen abultarse porque a todos los dirigentes les conviene, y tal vez no hayan llegado a participar --como explicó el gobernador Eduardo Duhalde-- 1.400.000 personas..., pero en cualquier caso votaron muchísimas, en un soleado "día peronista".

Duhalde reiteró, a lo grande, lo que viene haciendo desde hace 8 años: pisar fuerte de local para garantizar su candidatura a presidente. Buenos Aires ha sido su base y muchas veces su límite. Llegó ahí a contragusto, en 1991, por imposición del presidente Carlos Menem. La convertibilidad recién empezaba a funcionar y el PJ daba mal en las encuestas. Menem entonces hizo algo que a Duhalde le serviría de lección: le pasó por encima a la dirigencia de varias provincias y apostó a candidatos enfrentados con "la línea" partidaria pero con buena imagen pública: el propio Duhalde (a quien presionó para que renunciara a la vicepresidencia) y dos "inventos": Carlos Alberto Reutemann para Santa Fe y Ramón Ortega para Tucumán. Fue un acierto que posibilitó una amplia victoria nacional y que sirvió de base de lanzamiento para el crecimiento político de Duhalde, Lole y Palito, a los que Menem considera su creación y que con el tiempo se le fueron haciendo alternativa.

Duhalde resistió mucho antes de ir a pelear la provincia, pues se jugaba a todo o nada. Y puesto contra la pared, demostró uña de guitarrero: pidió la formación del Fondo del Conurbano Bonaerense, una transferencia de la nación a su provincia del orden del millón de dólares diarios. Se lo dieron, llegó a la gobernación y desde ahí tuvo la candidatura presidencial entre ceja y ceja, aunque en 1995, Pacto de Olivos mediante, debió tragar saliva y dar un paso atrás.

Montó un aparato político por demás potente, pero (para lo cual) solió rodearse de dirigentes tan poderosos a nivel local como piantavotos para los más exigentes paladares del electorado nacional. La relativa chatura de sus lugartenientes le permitió ser un líder indiscutido en su provincia. Pero ya en 1997 advirtió que sus aliados a nivel partidario eran un lastre a la hora de competir con la oposición. Entonces, corrió de las listas a Alberto Pierri, Antonio Cafiero y Osvaldo Mércuri y colocó a la cabeza a su propia esposa Hilda "Chiche" González, un modo de demostrar que entendía el problema y quién era el que mandaba. Esa movida le salió mal --Graciela Fernández Meijide lo derrotó ampliamente--, pero siguió convencido de que debía ralear de sus listas nacionales a sus laderos provinciales.

De ahí surgió una pulseada que se hizo patente el 17 de octubre del año pasado. Duhalde desafió a Menem armándole un acto en la propia Plaza de Mayo. El autodenominado "peronismo bonaerense" con Pierri a la cabeza llenó la plaza de gente y de carteles, anunciando sus candidatos y figuras principales y pasándole una factura de reclamo de protagonismo al gobernador. Este ordenó, antes de hablar, bajar los carteles "para ver a la gente", mientras Ruckauf saludaba desde la Casa Rosada. Ruckauf no tenía gente en la plaza ni territorio ni carteles, sino mejor imagen para afuera y Duhalde decidió desafiar a sus laderos territoriales poniéndolo como candidato a gobernador, con Pierri o contra Pierri.

Su condición de bonaerense le generó otros problemas, allende las fronteras de su provincia. Sus colegas y compañeros gobernadores recelan, basándose en la historia, de aceptarlo como candidato a presidente. Temían que esa condición desequilibrara aún más el temido "centralismo" y la asimétrica relación entre la más grande provincia del país y sus hermanas. Duhalde seguramente agravó esa desconfianza mandándose solo, autodenominándose "candidato natural" sin consultar mucho a sus pares. Por eso muchos jugaron las barajas de Ramón "Palito" Ortega y Reutemann. Pero también a ellos los traccionó y ahora lo apoyan porque el peronismo es básicamente un partido de gobierno y la posibilidad de ganar las elecciones (una quimera hace seis meses, una posibilidad concreta hoy) los aglutina más que una yunta de bueyes, el amor, el espanto y los pactos preexistentes juntos. Para reforzar la reconciliación, Duhalde les ofreció espacios importantes en su virtual gabinete futuro.

Ahora encolumnó al peronismo con recursos que sus compañeros valoran: la voluntad política y la impiedad con sus adversarios, empezando con el propio presidente a quien fue desplazando de la escena, dejándolo solo, sacándole uno a uno los gobernadores: en esta semana ungió a su carro al pampeano Rubén Marín y al sanjuanino Jorge Escobar y todo indica que Reutemann, a su manera parca, también le hará público su apoyo en los próximos días. Al "peronismo bonaerense" lo barrió con votos.

Duhalde comenzó su escalada triunfante contra Menem en junio del '98 cuando lo amenazó con un plebiscito sobre la re-re. Menem lo gambeteó entonces, pero el gobernador se dio el gusto ayer de legitimarse con votos de su provincia. Los perdedores ostensibles fueron Pierri y Antonio Cafiero, un dirigente que tuvo siempre mal timing con Menem. Lo enfrentó en su época de oro, acuñó la expresión "postmenemismo", cuando (por citar algunos) ni Duhalde ni Susana Decibe ni Domingo Cavallo hablaban de eso. Y se sumó al barco menemista cuando casi todos sus tripulantes acuden a los botes. Aceptó ser su muleto sin la contrapartida de una candidatura presidencial que lo avalara. Y fue una pobre apuesta de Menem que viene conformándose cada vez con menos (Ramón Saadi, Cafiero, estar en el palco del salteño Juan Carlos Romero).

Pero, le guste o no, el gran perdedor ayer fue el Presidente. El se hizo el distraído, pero el domingo 9 fue un mal día para él en toda la línea. La tapa de los diarios de hoy traerán dos fotos que lo llenarán de bronca: la de la victoria de Boca y la de sus dos vicepresidentes (Duhalde y Ruckauf), su ex secretario de Agricultura (Felipe Solá), y su ex candidato a presidente (Palito), haciéndole saber que el duhaldemóvil está en campaña y que no espera tenerlo a bordo. O para ser más precisos que espera no tenerlo a bordo.

 

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