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Por Martín Granovsky Alberto Pierri y Juan Carlos Rousselot, afuera. Bienvenido Antonio Cafiero, aunque no haya conseguido minoría. En cuanto a Carlos Menem, quedará adentro solo si se disciplina. Con otras palabras, menos crudas, aunque no mucho menos, ésos fueron los tres mensajes que lanzó anoche un Eduardo Duhalde ganador tras la interna justicialista bonaerense que lo dejó de triunfador absoluto como padrino de Carlos Ruckauf y Felipe Solá frente a los ahijados presidenciales Antonio Cafiero y Federico Scarabino. Duhalde apareció recién anoche a las nueve y media para dar su propio balance de la interna para elegir la fórmula que se opondrá el 24 de octubre a los aliancistas Graciela Fernández Meijide y Melchor Posse. El gobernador prefirió dar una sola cifra concluyente: dijo que votaron en la interna un millón cuatrocientas mil personas. De ellas, aclaró, más de 400 mil fueron votos de independientes no afiliados al Partido Justicialista. En cambio eligió ser difuso al comentar la diferencia entre la lista uno de Ruckauf y la cinco de Cafiero. --Antonio debe haber sacado entre un 20 y un 25 por ciento --dijo. La imprecisión es fatal para Cafiero, porque 25 significa llegar a la minoría, y por lo tanto al premio consuelo, y 20 no representa siquiera una franja perdurable en organización y cargos. Por eso Cafiero insistía anoche en no reconocer la derrota y repetía que su lista se había adjudicado "holgadamente la minoría". Duhalde escogió tres distritos para marcar diferencias, Quilmes, La Matanza y Morón. Todos tenían su punto en común, porque perder en una interna partidario en el propio distrito es casi una descalificación. Y a la vez, cada uno tenía su lógica peculiar. De Quilmes es Federico Scarabino, el coequiper de Cafiero. De La Matanza es Alberto Pierri, quien debería haber aportado a la fórmula de Cafiero la base territorial más importante. Es decir: debió haber sido para Cafiero lo mismo que Duhalde fue para Menem en 1988 y 1989, o sea quien traccionara los votos del aparato. Duhalde asignó a La Matanza una diferencia del 65 al 35 por ciento en contra de Pierri. Y después tuvo una actitud marcadamente distinta al hablar del presidente de la Cámara de Diputados que cuando se refirió, por ejemplo, a Cafiero. --Siempre nos apoyó a Menem y Duhalde --dijo Duhalde--. Cuando los caminos se bifurcaron, él eligió. En otras palabras: eligió mal. Morón, como feudo del procesado Rousselot, era la esperanza del ultramenemismo. Derrotarlo por una gran diferencia suponía otro símbolo. Duhalde se atribuyó en el distrito una diferencia de 65 a 15 por ciento (el resto que falta para completar 100 se debe a que competían otras listas) y generó que, poco más tarde de las diez y media, Rousselot fuera el primer dirigente importante del menemismo en aceptar la derrota. El ex subcomisario Luis Patti, que en cualquier momento podría ser procesado por tortura, se había ido del peronismo pero su protegido Carlos Ramos perdió en Escobar. Otro protegido suyo, Sergio Bivort, perdió en Pilar. El peronismo platense de Julio Alak se atribuía anoche una victoria por 80 a 20 y el de Mariano West en Moreno festejaba una diferencia amplísima. Un menemista puro, el director de Migraciones Hugo Franco, dio la nota ganando en San Isidro. Plantado como ganador, Duhalde procuró confirmar anoche su condición de candidato natural del peronismo y simultáneamente superior a la Alianza. La conferencia de prensa fue un interesante escenario para enviar señales hacia adentro y hacia afuera, hacia Menem y hacia Fernando de la Rúa, hacia los electores de Buenos Aires y hacia los del país. El gobernador se presentó en compañía de su candidato a vice, Ramón Ortega, y de la fórmula bonaerense Ruckauf-Solá. Los cuatro estaban de camisa, sin saco ni corbata. Como estableciendo que, en día de interna del justicialismo, son bien peronistas. Los descamisados de Evita, ella misma detrás en un cuadro, al lado de otro de Juan Perón y junto a ninguno de Menem. Peronistas pero, eso sí, tranquilos: ningún insulto, la ironía muy medida, nada de bombos ni de barra ni de marchita. Pese a que insistió en no dejar ningún espacio orgánico a la oposición interna, Duhalde dejó abierta la posibilidad de incorporar cafieristas en las candidaturas. No Cafiero, que como el mismo Duhalde recordó es senador, pero sí por caso Alieto Guadagni, el secretario de Industria a quien nombró dos veces. --Yo taponé cargos con gente de mi confianza y allí pueden entrar --admitió el gobernador bonaerense. Pierri parecería tener cerrado el camino por su postura cuando el peronismo se convirtió en la suma de los dos senderos que se bifurcan. Rousselot nunca estuvo en juego. Menem, por el contrario, tiene una chance, pero antes debe encolumnarse. Para ponerlo en palabras de Duhalde: --En 45 días vamos a tener terminado el programa para la fórmula presidencial. Lo presentaremos al Congreso del Partido Justicialista y, si lo aprueban, ése será nuestro programa para las elecciones del 24 de octubre. A esa campaña podrán sumarse todos los justicialistas. Si el doctor Menem quiere acompañarnos, bienvenido. Pero habrá una sola campaña. Y que quede claro que el programa que estamos elaborando no será para profundizar el modelo. La Argentina cambió, pero la economía está muy concentrada. Son pocos los que ganaron. Antes, Duhalde había sido un poco más cortés: --No le ganamos al menemismo. Hemos derrotado a Cafiero y Scarabino. (Desde Salta, donde también dio una conferencia de prensa aprovechando el triunfo de Juan Carlos Romero, un Menem acompañado por su gabinete interpretó que "en la interna ganamos todos", dijo que Cafiero no había dado por ganador a Ruckauf y anunció que después del 4 de julio, cuando quede definida la fórmula del PJ, "todos nos encolumnaremos" porque "hay una sola cosa, el peronismo y punto"). En una tradición que viene de la primera gran primaria de los últimos años, la de Raúl Alfonsín en 1982 --utilizar la interna para potenciarse en la externa-- Duhalde usó eligió diferenciarse de la Alianza presentando a De la Rúa-Alvarez como "la fórmula de un sector de 16 kilómetros por 10" y "sin experiencia de gobierno". También coincidió con Menem, que en Salta definió a la Alianza como "una mélange", y opinó que "es difícil gobernar con un rejuntado". Al revés del Presidente, que contó cómo "a mi amigo De la Rúa lo critican por timorato y medio pusilánime", Duhalde no personalizó, mientras buscaba presentarse como una figura de gobierno y hasta como un veterano. Dijo dos veces que era "un hombre ya grande". Parecía una pieza --paternal y segura, dos características que las encuestas cualitativas atribuyen a De la Rúa-- de su futuro discurso de campaña.
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