Rebelión sin masas Por Julio Nudler |
Sí, señores. A la larga, la convertibilidad argentina en piloto automático es esto. Una economía encorvada por un bajo techo de crecimiento potencial y sometida a violentos shocks por los mercados de materias primas y de capitales. Estas desventuras vienen, desde hace mucho, cobrando víctimas entre obreros, pequeños comerciantes, autónomos de toda clase, jubilados, empleados, técnicos e industriales fundidos, aumentando la desocupación, la marginalidad, la delincuencia, y ahondando la brecha entre ricos y pobres. Muchos de los sucumbidos cargan con la culpa de no haber comprendido que debían cambiar para sobrevivir, quizá porque la transformación fue repentina y despiadada. Otros intentaron adaptarse, pero igual se hundieron. Sin embargo, a pesar de los estragos, todo se consumaba dentro de una relativa serenidad. Hasta que a alguien se le ocurrió incluir a la universidad pública en la poda presupuestaria, impuesta por la caída en la recaudación impositiva, consecuencia a su vez de la recesión. En pocas horas, Buenos Aires fue un caos de avenidas, calles y puentes cortados, manifestaciones y protestas. La rebelión no fue lanzada por los obreros de la industria y de la construcción que han ido quedándose sin trabajo en los últimos meses. Tampoco hay huelgas en empresas que endurecen las condiciones laborales y reducen los salarios. Los sindicatos y sus líderes son ya siluetas borrosas, ignoradas. Ni siquiera tienen consignas. La revuelta baja de las facultades, con sabor a clase media harta. Ya decía Bertolt Brecht que para las masas, la rebelión es la más antinatural de las reacciones. Una vez más hay que reconocer que tener una moneda fuerte (es decir, estable) con una economía débil es un logro difícil de conservar. Cuando el mundo patea en contra, como lo ha hecho con creciente saña desde 1997, no cualquiera puede resistir. La ineficiencia, la corrupción, la política de mafias y camarillas, la designación del más incapaz en cada puesto, el sometimiento al antojo de fondos especulativos y multinacionales son maneras contraindicadas en coyunturas adversas. Pero ahora, en mayo, cuando este gobierno da sus últimas brazadas, es tarde para esperar un cambio de estilo. No existen las regeneraciones súbitas y espontáneas. La situación es, por tanto, de pronóstico reservado. La Alianza y Duhalde prometen mantener la convertibilidad sin devaluar. Correrán, por tanto, con las mismas desventajas con que juega Menem. Pero dicen, además, que saldarán las tremendas deudas sociales que dejará el menemismo. Habrá que ver qué espectáculo ofrecerán las calles de Buenos Aires el año que viene a esta misma hora.
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