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CRECIERON LAS PROTESTAS ANTINORTEAMERICANAS

Un día de furia en Pekín

 


The Guardian
de Gran Bretaña

Por John Gittings
Desde Hong Kong


t.gif (862 bytes)  Decenas de miles de manifestantes tomaron ayer las calles de Pekín y de otras ciudades chinas, estimulados por la inédita aprobación del gobierno a las manifestaciones más populosas desde la de la Plaza Tienanmen en 1989. La policía formó un escudo humano para proteger las embajadas y las residencias norteamericanas y británicas, pero no hicieron ningún esfuerzo para evitar que piedras y pedazos de pavimento –hasta una bomba molotov– fueran arrojados en las oficinas diplomáticas. Un vidrio le cortó un ojo a un marine dentro de la embajada norteamericana. Los estudiantes universitarios se reunieron con las familias para gritar “Abajo el imperialismo norteamericano”, “Hay que prohibir a la OTAN” y otras consignas.
Algunos lloraban mientras llevaban fotos de sus tres compatriotas que murieron en Belgrado.na17fo02.jpg (12493 bytes) Otros con tiras blancas en su cabeza y levantando los puños lanzaban insultos al presidente Bill Clinton y a la OTAN mientras proclamaban la consigna abstracta de “larga vida a la soberanía nacional”. El embajador norteamericano en China, James Sasser, dijo que él y sus funcionarios han sido “rehenes” en el edificio por 48 horas. Casi inmediatamente después, anunciaron que la embajada estaba cerrada. Durante todo el día de ayer, el edificio estuvo cercado por la multitud encolerizada. Los manifestantes incendiaron una bandera norteamericana en la que las estrellas habían sido reemplazadas por esvásticas.
En una declaración televisiva, el vicepremier chino, Hu Jintao, dijo que el gobierno apoyaba las protestas, que reflejan el enojo del pueblo chino. Pero, en un signo de nerviosismo oficial –China se acerca al décimo aniversario de la masacre de Tienanmen, el 4 de junio–, Hu señaló que las manifestaciones no deben alterar “la estabilidad social”. El gobierno chino dijo que se reservaba el derecho de tomar “medidas adicionales” contra lo que llamó “el acto bárbaro” de la OTAN. Los medios oficiales también despreciaron a las declaraciones del Pentágono sobre el error en el bombardeo como un intento de “encubrir el crimen”.
La policía miraba mientras un coche era dado vuelta frente a la embajada norteamericana en Pekín, pero hizo retroceder a los manifestantes que intentaban entrar en el edificio. “No me siento a salvo y no creo que nadie se sienta a salvo aquí”, dijo un funcionario norteamericano, “dado cómo nos protegieron hasta ahora las fuerzas de seguridad chinas”. “No los estamos agrediendo”, dijo un manifestante en Shangai, “pero ellos mataron a tres chinos e hirieron a 30 más”. Algunos protestaban pacíficamente, encendiendo velas por los tres periodistas muertos, quienes fueron proclamados héroes nacionales. Unos pocos gritaban “larga vida a la paz”. Algunos estudiantes trataban de calmar a los que lanzaban piedras. Uno o dos dijeron a los periodistas extranjeros que habían admirado a Estados Unidos, pero hasta ahora.
Pero lo más omnipresente es la rabia patriótica, alimentada por la sensación de que el territorio sagrado de la nación había sido violado. El bombardeo de la OTAN en Belgrado volvió a encender las llamas del nacionalismo que, en un país que estuvo dominado por poderes extranjeros durante más de un siglo, siempre está latente debajo de la superficie.

 

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