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Por Martín Pérez Desde Porto Alegre ![]() Es cierto que el festival no fue el tema excluyente del fin de semana en Porto Alegre. Según del lado desde donde se mire, los temas fueron el doping positivo de Scheidt, jugador del Gremio y la selección, o el multitudinario recital de Metallica en el Jockey Club, del que los medios locales están orgullosos porque (tal como escribió el diario Zero Hora: Cuando veamos pasar el avión que lleve al grupo hacia Buenos Aires, no nos lamentaremos por otro show que no pasó por aquí. Sin embargo, el tango supo ganarse su silencioso lugar dentro de la rutina local. No por nada todas las tardes, a las siete (la hora de entrega de entradas), de las boleterías del San Pedro salía una larga cola que daba vuelta la esquina. A nosotros nos gusta mucho el tango, le explicó a Página/12 un taxista que se declaró fanático de Adriana Varela. Cuando se le preguntó la razón de tal fascinación, el hombre se encogió de hombros. Las razones son las mismas por las cuales a ustedes les gusta la música brasileña. Tal vez sea la intriga de estar tan cerca y ser tan distintos. Este es nuestro homenaje a Buenos Aires y su contribución a la música del continente, explicó, mucho más seguro, el presentador oficial del evento. Y la música que llegó de Buenos Aires no sólo tuvo sabor a tango, sino también aroma a los años noventa. Ya que la mayoría de los grupos y solistas visitantes pueden ser considerados de Varela a Cardei, de La Chicana a Lidia Borda, de Morgado a Brian Chambouleyron como representantes de una década en la que el tango en Buenos Aires pudo cambiar con orgullo de generación y nombres propios. Es una lástima que a la vitalidad de los artistas visitantes no se le pudo responder con un público más joven, se lamentó uno de los artistas locales, algo avergonzado luego de asistir a la actitud del auditorio que recibió a Luis Cardei, obsesionado en pedirle al cantante los tangos más clásicos en vez de dedicarse a disfrutar de su personal repertorio. Es cierto que la juventud estuvo más presente en la Usina que en el San Pedro, pero es entendible el hambre de tango de sus tangos de los plateístas. No suelen tener tanto tango porteño a mano para disfrutar. Las parejasbailando en la Usina y el exigente público del San Pedro hablan de un subconsciente tanguero de Porto Alegre, cuyos habitantes sienten que están en un punto intermedio entre Río de Janeiro y Buenos Aires.
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