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OPINION

Qué es la guerra

Por Eduardo Pavlovsky


t.gif (862 bytes)  Fue enternecedor ver a Clinton en la CVN reunido con un grupo de estudiantes secundarios, luego de la masacre del colegio de Denver. “Queridos jóvenes –les dijo el presidente–: traten de erradicar la violencia, es fundamental recurrir siempre al diálogo para suprimir la violencia. Elijan siempre el diálogo y eviten todo tipo de agresión. Se los pide vuestro presidente” (tenía sus hermosos ojos celestes humedecidos por la emoción).
En ese momento misiles de la OTAN hacían blanco sobre el canal estatal de Televisión de Belgrado causando al menos diez muertos y diecisiete desaparecidos. Sus blancos fueron periodistas, camarógrafos, técnicos, empleados, obreros y hasta una maquilladora. Para Clinton era un blanco válido. El presidente norteamericano (y sus acólitos Blair y Chirac) actúan ya sin ningún pudor. Poseen la obscenidad de los poderosos.
La OTAN sugiere: A todo tipo de violencia se la debe combatir selectivamente con una violencia mayor. Allí el diálogo se termina rápido, impera el poder del más fuerte. El fenómeno en sí no tiene nada de singular. Todos los terrorismos de Estado funcionaron siempre así. El fenómeno singular, en cambio, es la interiorización de la violencia de la OTAN como obvia y natural.
El despliegue de la OTAN bombardeando Belgrado es aceptado acríticamente por una mayoría silenciosa como única respuesta a la política de violencia de Milosevic. Si bien existe la condena de algunos intelectuales también existen el silencio cómplice y el apoyo incondicional. El filósofo español Savater, el escritor alemán Günter Grass, el ex presidente socialista Felipe González y entre nosotros el emblemático terapeuta Aguinis aceptan y apoyan los bombardeos. El dramaturgo inglés Harold Pinter y el escritor alemán Peter Handke, en cambio, califican la intervención de la OTAN en Belgrado como un acto criminal.
El mundo intelectual parece dividir sus opiniones en Europa, Estados Unidos y en Latinoamérica. Es bueno que así suceda. Fernando Henrique Cardoso acaba de declarar que la política agresiva y de imposición de la OTAN sería inconcebible en Latinoamérica porque aquí buscaríamos formas de persuasión. Menem, en cambio, apoyó el bombardeo.
Entre nosotros –salvo casos individuales–, tampoco existe una condena explícita de los intelectuales ni de los partidos políticos a la intervención unilateral de la OTAN. Algunos opositores se han manifestado tibiamente contra los “dos demonios” (OTAN y Milosevic). Un gran triunfo del capitalismo ha sido la creación de un sujeto constituido en el punto de ruptura de las cadenas éticas de la solidaridad produciendo un aumento del temor, la especulación y la indiferencia. La ética del deseo fue reemplazada por la ética del mercado o ética del bienestar. En concreto: la desideologización acrítica de un gran sector del mundo intelectual.
Por eso el fenómeno social del zapatismo creado por el subcomandante Marcos, el movimiento de los sin tierra en Brasil, la lucha permanente de las madres y abuelas de Plaza de Mayo, el marzo paraguayo se deberían constituir en los baluartes éticos de todas las luchas micropolíticas de resistencia que se avecinan.
Habría que ganar las calles con manifestaciones de protesta en todo el mundo para detener los bombardeos.

 

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