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Por Mónica Flores Correa Describiéndolo como un "error trágico y aislado", Bill Clinton pidió ayer nuevamente disculpas por el bombardeo a la embajada china en Belgrado, pero volvió a subrayar que había que distinguir entre esa "equivocación", que cobró la vida de tres funcionarios chinos, y la política deliberadamente criminal de Slobodan Milosevic. Imperturbables al "lo siento" del presidente norteamericano, las máximas autoridades chinas, según apuntan los analistas occidentales, parecieran haber encontrado una "ventana de oportunidad" para avanzar a partir de sus intereses en el ataque accidental del viernes pasado. De acuerdo con la (última) versión norteamericana del hecho, el infausto ataque ocurrió porque la CIA tenía un mapa viejo de Belgrado, en el que la embajada china fue confundida con un depósito de armas. El Pentágono estableció ayer un nuevo procedimiento, "más riguroso", o simplemente "riguroso", para elegir sus objetivos. Al menos, eso prometió ayer el secretario de Defensa norteamericano William Cohen. Accidente o agresión, de acuerdo con la visión de cada parte, lo que es incuestionable es que las bombas que destruyeron la embajada escalaron cada día más la tensión existente entre Estados Unidos y la enorme nación oriental, separados ambos por posiciones antagónicas en derechos humanos. La brecha se hizo aún más gigantesca desde el viernes, cuando la comisión de investigaciones del Senado confirmó las acusaciones de espionaje atómico en EE.UU. que China habría realizado muy exitosamente, gracias a la diligente colaboración de un científico taiwanés-norteamericano que trabajaba en el laboratorio Los Alamos en Nueva México y, según informó ayer el New York Times, hasta por otro investigador contratado por el Pentágono. Sin embargo, algunos observadores señalaron este fin de semana que el despliegue de furia china no tendrá consecuencias irreparables ni perjudicará la relación bilateral a largo plazo. Hubo quienes inclusive estimaron con cierto exceso de optimismo que las manifestaciones estudiantiles anti-norteamericanas, que cuentan con el beneplácito gubernamental y que ayer continuaban en Pekín, podrían volverse como un "boomerang" contra el régimen de Jiang Zemin. Estas protestas podrían ser el germen de una rebelión más grande, indicaron estas voces que se inclinan por ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Para otros analistas norteamericanos, con mayor sentido de realidad, el actual gobierno chino necesita jugar la carta del nacionalismo y unir a la población detrás de ese sentimiento, para enfrentar las críticas del ala conservadora del partido único, que juzga a Zemin como excesivamente "liberal y pro occidental". De hecho, la cólera por los "mártires" de la embajada, según los bautizó Pekín, estaría orquestada fundamentalmente para consumo interno y respondiendo a la necesidad de un gobierno acusado de "blando". Es indudable, sin embargo, que el "mapa desactualizado" de la CIA ha perjudicado, por lo menos parcialmente, las posibilidades diplomáticas de Estados Unidos, otorgándoles fuerza a las pretensiones de China. Los planes del Pentágono para mejorar la puntería incluyen que el Departamento de Estado norteamericano envíe información más precisa de la ubicación de las embajadas en Belgrado y el establecimiento de un sistema fluido de comunicación entre los servicios de espionaje y la OTAN. En Naciones Unidas, el voto de la nación oriental --uno de los "cinco grandes" que tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad-- es crucial para cualquier acuerdo que diseñen la OTAN y Rusia para Kosovo. Aprovechando la destrucción de la embajada, los chinos podrían hacer valer su posición en contra de la intervención unilateral de la OTAN fuera del marco de la ONU. El caso de Kosovo es especialmente inquietante para China por los conflictos territoriales que mantiene en Taiwan y Tibet. Otra cuestión crucial es la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio, clave para la expansión económica china. Aun si no existiese la embajada en ruinas, las tres próximas semanas son críticas para que EE.UU. acepte respaldar o no a China en la incorporación a esta organización. La administración Clinton también teme que los conservadores ganen terreno dentro de la dirigencia china, debido al desastre que ocasionara el "plano erróneo" de los servicios de inteligencia --trascendió ayer que la embajada china se había mudado hacía tres años al edificio que fue bombardeado y que el mapa de la CIA era de 1992--. En estos días, la administración Clinton volvió a enfatizar su deseo de seguir trabajando en la "asociación estratégica" con China. Un país tan vapuleado por las bombas "accidentales" atlantistas como por los desacuerdos con Estados Unidos en derechos humanos, comercio y espionaje. El último movimiento chino fue pedir el cese de los bombardeos como precondición para dar un espaldarazo a un plan de paz.
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