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  AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR
AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR

 



Hay muchas puertas posibles
HACIA UNA TEORIA PSICOANALITICA DE LA MEDIACION

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Para el autor de esta nota, la función del mediador apunta a modificar la posición en la que, como sujetos, se encuentran los que participan en un conflicto donde “no son las cosas en sí mismas lo que se está disputando”.

“Parecen jugarse la vida; su demanda es absoluta, excluyente.”
“El mediador permite que los sujetos se pregunten qué quieren.”

Por Juan Tausk *

t.gif (862 bytes) Un abogado relataba un juicio de divorcio donde el hombre, resentido, trataba de despojar de todo lo posible a su ex cónyuge. Lo logró y, finalizado el juicio, manifestó que en realidad no quería todo lo obtenido y, más aún, que no era lo que quería. El malestar del abogado era compartido por varios abogados que lo escuchaban: a todos les había pasado algo similar. Se preguntaban: ¿qué quería entonces el hombre?. Y descubrimos que ahí radica la esencia de la mediación: percibir que no son las cosas por sí mismas lo que se está disputando.
Desde esta perspectiva, lo fundamental está en el lugar del otro. Si el otro tiene lo que es fundamental para el ser, se lo debería obtener, arrancar y apropiar a cualquier precio. También se intenta evitar la afrenta de esa diferencia insoportable destruyendo al objeto: ninguno habrá de tenerlo, aun a costa de perderlo, aun a costa de destruir también al otro. De este modo, también, pierde el primero: la confrontación es en espejo. El odio asegura una adhesión al otro, en una captura imaginaria de la cual no se pueden desprender... ni quieren.
Las diversas modalidades de mediación coinciden en la importancia de reconocer al otro en su singularidad: en lo que quiere, piensa y siente. Se intenta sentarlos uno junto al otro, verse, tomar y dar consistencia humana. Escucharse.
Pero, en la disputa, todos se gritan y escasamente se escuchan en serio. Es que cada cual está comprometido en la consistencia de su ser: se juega, al parecer, la vida. El objeto en disputa se presenta como un todo, indiviso y sin equivalencias que permitan la sustitución de una cosa por otra. Esto se sostiene en la trivialidad de argumentos parciales: consistentes pero incompletos respecto de la realidad que pretenden cernir; o inconsistentes en el despliegue de sus razones, pretendiendo alumbrar una verdad total. Demanda absoluta, que excluye la presencia de otras posibilidades; el mediador, para el caso, no podría ser sino un instrumento para sostener la razón de uno o del otro, de uno sobre el otro.
¿Cuál sería entonces la función del mediador?: reducir la dimensión de una demanda absoluta, que se sostiene en las posiciones desplegadas y argumentadas, para que los sujetos de la disputa puedan interrogarse respecto de qué es lo que quieren. A eso, en negociación, se lo ha denominado “interés”; en el campo del psicoanálisis, cuando se interroga lo que un sujeto quiere más allá del despliegue de sus demandas, se lo denomina deseo. En otras palabras, la pregunta pasa a ser si quiere aquello que desea, y entonces: ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿de quién?, ¿con quién?.
Se presenta así la esencia de una paradoja, o de una división subjetiva. Hacia allí debe ir el mediador. Por ello la importancia de la pregunta en sus intervenciones. Su función simbólica intenta llevar a que los sujetos se interroguen. En la dualidad de la confrontación, su lugar estaría signado por ser el tercero: pero no por ser representante de un saber superior y superador, ya que no es un banal predicador de almas, sino que simplemente incorpora a la especularidad de la disputa otra dimensión: la simbólica; en otras palabras, la cultura.
Desde temprano, la mirada de la mediación sobre el conflicto se basó en considerar una división en el sujeto de la disputa, y no solamente entre los contendientes. Esa premisa fue fundamental para abrir un campo de praxis novedosa, que no se apoyaba en nada obvio y evidente, en ninguna naturalidad de los fenómenos humanos. No era una cuestión solamente de sentido común y de practicidad, simplemente porque las mediaciones funcionaban. Había un concepto teórico. Como todo concepto, operaba en un par opositivo que fue denominado: posición/interés. La fuerza de este concepto permitió desplegar el campo de la mediación a condición de que los mediadores lo concibieran como rector de su acción.
Correlativamente, debían también reconocer la medida de su intervención: debían ser neutrales. Al aceptar que las posiciones sostienen el argumento de la confrontación de dos sujetos, la no adhesión del mediador a las mismas permitiría pasar a una segunda confrontación: de los sujetos consigo mismos. La diferencia entre su posición y sus intereses los habría de llevar a una reformulación del conflicto. El conflicto habría de pasar a ser tratado y resuelto en el plano de las palabras y no en el de las acciones respecto de las cosas: imposiciones de poder o el irse a las manos.
Todo ello para descubrir que lo que aparecía como puerta única para entrar se transforma en multitud de puertas posibles para salir. Alguna será más conveniente, y por ninguna se iría la vida. Se reducirá la dimensión tanática del choque y la controversia y podrá resurgir una fuerza vital que se daba por perdida. El mediador habrá permitido a los sujetos de la disputa la transición a un trabajo de cada uno y entre sí.
La mediación no debiera imaginarse como una panacea. No sólo se debe excluir una diversidad de problemáticas que deben tener otros canales de solución o de impasse, sino que además hay quienes no pueden o no quieren tomar la mediación como alternativa.
En la ópera Jovanchina, de Modest Mussorgski, un personaje afirma: “El infierno fue creado para contener tanta ira”. Esas palabras –que refieren al complejo conjunto correspondiente a los términos pulsión de muerte, odio, destructividad, búsqueda de castigo y sentimiento inconsciente de culpa– dan la medida de la intervención del mediador. ¿Por qué se habría de sustraer a un sujeto de ese infierno? ¿Sabría qué hacer con su ira? El mediador y su intervención no pueden dar respuesta ni asumir esa responsabilidad. Por ello, es necesario que los sujetos de la disputa estén convencidos de que la mediación es lo que quieren para salir de su infierno. Ellos deben saberlo, en eso consiste el empowerment de Baruch Bush, y la “autonomía” que propone el Standard de Conducta de SPIDR (Sociedad de Profesionales en Resolución de Disputas). El resto es como dice Roger Caillois en Los juegos y los hombres: “Todo juego es un sistema de reglas. Nada mantiene las reglas sino el deseo de jugar”.

* Profesor de Clínica Psicológica y Psicoterapias en la Facultad de Psicología de la UBA. Presidente de la Delegación del Foro Mundial de Mediación.

 


Los golpes de Kakaroto
no son los que duelen
Resulta cuestionable que la violencia ficcional de la
televisión sea lo que produce niños agresivos, en un
contexto en en que hay otras violencias, reales.

Por Claudio R. Boyé *

t.gif (862 bytes) A fines del siglo XVI se alertaba contra los peligros derivados de la lectura de las novelas de caballería. Recordemos el triste caso del estrafalario manchego. En las postrimerías del siglo XX nos alertan sobre los peligros derivados de la televisión. Las teorías que suponen un espectador pasivo, donde entre él y la TV se formaría una suerte de arco reflejo, tienen buena acogida de nuestros gobernantes y la oposición.
La ecuación, siempre la misma, es: Cantidad de horas diarias de exposición de un niño frente al televisor + Cantidad de escenas de violencia + Cantidad de años-hora = Niño Violento = Futuro Asesino.
En mi práctica como psicoanalista he podido observar niños que son síntomas de los conflictos de sus padres, pero jamás he visto una psicosis infantil causada por Jugar con Hugo, o el síndrome Rambo como causa de los niños de la calle o de la violencia patotera.
En una entrevista con un niño de 7 años, que “padece graves trastornos de conducta” en opinión de la madre, del padre y de la maestra, el pequeño habla sobre qué diferencias hay entre los golpes de Gorku y sus enemigos en “Dragon Ball Z” y los que se producen entre sus compañeros de escuela y él; sin titubear dice que “los de Kakaroto (verdadero nombre de Gorku, explica) y sus enemigos son dibujitos: no duelen, los de la escuela son de verdad y sí duelen”.
Si la ficción televisiva induce conductas violentas, el alumno que corre por el patio escolar en el recreo lo hace porque imita al Correcaminos y no porque necesita un espacio lúdico aparte del obligatorio de enseñanza. Además, los riesgos de la programación televisiva siempre están referidos a su relación con la violencia: ¿por qué no preocupa la identificación con la estupidez de Goofy o con la tartamudez del gordito Porky?
Pero, ¿será que la violencia sólo existe en el espacio de ficción del aparato de TV? La violencia social, la discriminación escolar, la marginalidad, la desocupación que generan padres frustrados y esposas alteradas, en definitiva una estructura familiar sometida a violencia económica, ¿no se transmite a los hijos? Estas situaciones, productos del capitalismo globalizado, ¿no son generadoras de violencia?

* Psicoanalista. Autor del libro El malestar en la escuela.

 


GRUPO INTERDISCIPLINARIO EN SALUD MENTAL URBANA
“Para reconstruir la trama social”

Por Hugo Goldgel *

t.gif (862 bytes) El Grupo Argentino-Uruguayo Interdisciplinario de Salud Mental en Ciudades de Complejidad Creciente (GRISMECCC) está integrado por psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, sociólogos, abogados y enfermeras; desde hace cinco años aportan una visión interdisciplinaria sobre graves problemas urbanos, entre ellos el de la violencia.
Las políticas de gobierno deberían asentarse en este tipo de investigaciones que sugieren respuestas organizativas basadas en la horizontalidad como principio de trabajo, en la tolerancia a las diferencias, construyendo respuestas consensuadas y avaladas por un debate ampliado a vastos sectores de la comunidad. De esta forma se puede generar la necesaria movilización y organización de los ciudadanos para enfrentar sus problemas, en lugar de la apelación desesperada, el verticalismo y la demagogia basadas en medidas simplificadoras como la represión, en el caso de la violencia, con las que termina apartando a los actores principales de la ciudad, que son sus habitantes, cada vez más encerrados en sus ámbitos privados o en medio del fuego cruzado, mientras todo se dirime entre pequeños grupos de poder.
Hay problemas que trascienden el ámbito político-partidario para transformarse en cuestión de todos, por lo tanto de Estado. Necesitamos comprometernos y si es posible multiplicarnos armando redes de intercambio. ¿Es posible lograr una ciudad habitable, limpia, bonita y segura, sin promover el desarrollo, la equidad, la convivencia y la integración de todos sus habitantes? Necesitamos hacer lecturas de los fenómenos sociales para promover políticas adecuadas generadoras de calidad de vida. ¿Por qué lo hacemos? Para tratar de intervenir como actores sociales aprovechando nuestros variados saberes provenientes de distintos frentes. Detectar los fenómenos urbanos que confluyen en la emergencia de la salud psico-social como de la enfermedad. Hacer llegar a las autoridades propuestas consistentes para no caer en lo coyuntural basándose en meras encuestas de opinión que no significan participación ciudadana, y que proveen información simplificada que conduce a medidas inadecuadas. Facilitar, en cambio, el retejido de la trama social; para esto es necesario, como lo hace nuestro grupo, empezar por escucharnos y respetarnos en nuestra diversidad.
Sólo considerando que estamos entre semejantes podremos generar convivencia, lazos íntimos y creatividad individual y colectiva. Con condiciones así, se promoverían recursos, equipos y políticas públicas para alcanzar una salud mental ampliada, consensuada democráticamente. Consideramos imprescindible seguir investigando las condiciones físicas, sociales e intersubjetivas en que el ser humano se transforma en sujeto emergente y condicionado del proceso de urbanización y complejización, a la par del “quiebre” de los lazos y las redes sociales e institucionales que lo contienen.

* Psicoanalista, miembro de GRISMECCC.

 

POSDATA


Toque. “Contacto y toque en el masaje neorreichiano”, en Centro de Biosíntesis, el 12 a las 19.30. 4555-5158. Gratuito.
Neurosis. “Clínica actual de las neurosis”. Posgrado en servicio de psicopatología del Fernández por Graciela Longoni y Luis Ruggiero. Anual, desde el 19 a las 10.30. Cerviño 3356, piso 7 aula 2. Gratuito.
Coloquio. Charlas coloquio con Miguel Angel Menassa en Grupo Cero, mañana a las 20 y el lunes a las 20. 4328-0614.
Pablo. Un rabí, un laico católico y un psicoanalista comentan la Epístola de San Pablo a los Romanos, el 11 a las 21 en la EOL, Callao 1033, 5º piso. Gratuito.
Bender. Lectura del test visomotor de Bender desde los ejes espacial, temporal, vincular, kinético, lógico y estético, el 8 de 9 a 13 por Etel Kacero. 4827-0980.
Grupal. “Dinámica y tratamiento grupal”, los viernes de 8.30 a 10 en el Alvarez, con Marisa Factorovich, Eduardo Pavlovsky y Osvaldo Saidón. 4822-4073.
Segunda. “Actualización teórico-clínica de la segunda mitad de la vida”, en Sociedad de Terapia Familiar, desde mañana de 13 a 15. 4962-4306.
Clínica. “Fundamentos teóricos de la clínica”, seminario de formación de la APBA, lunes de 19.30 a 21.30 con Isidoro Gurman, Isabel Lucioni, Ricardo Avenburg y Rubén Dimarco. 4334-0750.
posdata
Alimentación. “Trastornos de alimentación y adolescencia”, curso en Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, desde mañana de 13.30 a 16. 4964-2827.
Psicosis. “Psicosis en la infancia” por Gustavo Rossi en la Facu de Psico desde el 14. 4931-6900.
Perversión. “Clínica de la perversión” por Rolando Karothy, el 15 de mayo de 10 a 13. Colegio de Psicólogos de Morón, 4629-4566.
Diagnóstico. “El psicodiagnóstico y su aprovechamiento en los ámbitos del quehacer psicológico”, el 15 de 10 a 12 en Atico. 4553-3800.
Geronto. Posgrado de especialista en psicogerontología en Universidad Maimónides. 4982-8181.

 

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