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Por Alejandra Dandan Don Orlando Barón probaba su Senda a gasoil. Era la segunda vez que lo conducía. Sin demasiada práctica, quedó sin combustible sobre la General Paz. Su hijo y su mujer fueron por el combustible. Tardaron treinta minutos, lo suficiente para que al hombre lo golpearan y mataran. La zona es conocida como vuelta del rulo. La policía asegura que es un lugar donde confluyen varias villas y es toda una zona conflictiva y pesadita. Es el límite entre provincia y Capital. Para protegerse, la policía decidió no caminar la zona; se limitan a prestar servicios de prevención en móviles. ¿Quién hubiese pensado que a esa altura de la General Paz, donde pasan 500 autos por minuto, iba a pasar algo? La nuera de Orlando Barón, Mónica Mayol, no encuentra lógica para explicar lo ocurrido. Son de esas cosas que uno siempre mira por televisión dice o en los diarios y que creés que nunca te pasan. Esta vez esa trama de violencia absurda golpeó a su propia familia. Don Orlando tenía 65 años. Cumplía con los últimos papeles para conseguir la jubilación. Estaban por irse de vacaciones ahora en invierno a Bariloche, cuenta Mónica sobre ese itinerario que ni su suegro, dueño de un fábrica de baldosas, ni Rina Trejo, su mujer, llevarán a cabo. Era el segundo día de prueba del Senda diesel recién comprado. Encima -se obsesiona Mónica ante un azar inexplicable hacía 20 días le habían robado un Escort 0 kilómetro a una cuadra de donde vivía. Por ese primer arrebato, Orlando había iniciado los trámites en el seguro y obtenido ocho mil dólares de los 14 mil que había costado el coche. Decidió, en tanto, cambiar de casa. Dejó Tapiales, el barrio del primer robo y, hasta la venta del departamento, decidió con Rina refugiarse en una casa de fin de semana en Ezeiza. En el 167 de Mauriño, en Ezeiza, muchos árboles de pino separan las rejas de la calle de tierra. Hay un galpón al fondo del terreno largo. Una bicicleta a medio colgar y una casa. Frente a la casa y bajo un quincho, a metros del portón de entrada, hay dos cordones angostos de adoquines. Es el lugar dispuesto para el auto, ese auto que el lunes quedó frenado sin combustible en la General Paz. Ese Senda donde quedó echado con dos golpes el cuerpo de Orlando y que ahora está estacionado lejos de la casa-quinta, en un depósito de la comisaría 48ª de la Capital. Fue entre las 18.50 y 19.30 que pasó todo, cifra Mónica. De tarde, poco antes de las siete, el Senda de Orlando Barón quedó detenido en una pendiente. Su mujer iba con él. Detrás, en una camioneta, los seguía Eduardo, uno de sus tres hijos. Eduardo cargaba una heladera en la camioneta que le habían prestado vuelve a explicar Mónica. La trasladaba y mis suegros lo acompañaban. En esa subida que Mónica califica como horrorosa, el coche quedó estacado. Eduardo dejó a su padre en la avenida. Subió a Rina en el auto, buscaron más adelante gasoil y descargaron la heladera. Media hora después estaban de regreso. Se sorprendieron porque al principio no vieron a nadie, cuenta la mujer. El viejo Orlando no ocupaba el puesto del conductor. Estaba echado hacia el costado, tendido sobre el lugar del acompañante bordeando la banquina. Eduardo vio un golpe fuerte en su frente y sintió la respiración agitada. No conocía ningún hospital por la zona sigue la mujer con la voz crispada-. Por eso se lo llevó hasta el hospital de Ezeiza. En el camino Barón murió. Tenía sobre la frente un golpe y un corte en el cuello. Lo vi yo, dirá a este diario más tarde el oficial Solís del destacamento de Ezeiza. Dos comisarías tomaron intervención en el homicidio. Ezeiza revisó el cuerpo y realizó las pericias. La comisaría 48ª de la Federal es la que lleva a cabo las investigaciones. Por ahora sólo existen especulaciones sobre el motivo del crimen. Entre ellas el intento de robo de un auto sin combustible. Los delincuentes, enfurecidos porque no se lo podían llevar, golpearon al anciano,indicaron fuentes policiales. El auto de Orlando apareció sin las llaves, y él sin billetera ni documentos. En el fondo, en un rincón, Mónica encontró sus lentes. Estaban aplastados por pisadas. Esos lentes los tiene Rina, que no quiere volver a la quinta. Al menos por ahora.
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