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Las bombas que caen a lo lejos

En una carta al presidente de Francia, el intelectual francés Régis Debray denunció la desinformación sobre la guerra de Kosovo.

Desde la frontera albanesa se ve el humo de bombas en Kosovo.
La OTAN y Yugoslavia aprovechan que Occidente ve todo de lejos.

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Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro Desde París

t.gif (862 bytes) Rompiendo con las tradicionales diatribas meramente intelectuales a que dio lugar la guerra de la ex Yugoslavia, el escritor y ex revolucionario francés Régis Debray publicó ayer un extenso artículo en el diario Le Monde cuya base no es una reflexión metafórica sobre la guerra sino la síntesis de los siete –2 al 9 de mayo– días durante los cuales viajó por varias regiones de la Yugoslavia de Slobodan Milosevic. Según afirma, en Serbia visitó Belgrado, Novi, Sad, Nis, Vramje y en Kosovo pasó por la capital, Prístina, Prej, Pritzren y Podujevo. Tratándose de Debray resulta lícito tomar sus posiciones con pinzas, pero no es menos lícito reconocer que el escritor francés corroboró en su estadía lo que el corresponsal de este diario y otros periodistas presentes en la región sintieron más de una vez: la guerra en los Balcanes no es ni como la cuentan los aliados que bombardean la infraestructura del país, ni tampoco como la ven los radicales kosovares del UCK, el Ejército de Liberación de Kosovo, ni menos aún como la presenta Slobodan Milosevic.
Bajo el título “Carta de un viajero al Presidente de la República” y expresándose desde la experiencia recogida en su viaje, Debray, que pertenece al campo de los acérrimos anti OTAN, pone en tela de juicio las razones adelantadas por el presidente francés, Jacques Chirac, para justificar los bombardeos. En primer lugar, sin negar el carácter “ignominioso de este éxodo”, el viajero Debray afirma que varios testimonios de los kosovares, “luego de haberlos verificado en los lugares de origen, resultaron ser exagerados y hasta inexactos”. El escritor francés denuncia luego la destrucción sistemática de escuelas y teatros serbios, los cuales, con el pretexto de bombardear centros estratégicos, quedaron reducidos a la nada. A ello se le agrega la inexplicable “destrucción de las fábricas que dejó a cien mil trabajadores sin empleo” en un país donde “la mitad de la población no tiene trabajo”. Debray también impugna la meta final de la OTAN, es decir el debilitamiento de Milosevic. “Falso” –asegura–: “pese a las necesidades y el cansancio, no observé ninguna ruptura en la unión sagrada”. Régis Debray cuenta que vio en el campo a los niños juntando “explosivos en forma de juguetes (modelo CBU 87. Esas bombas de fragmentación que los soviéticos esparcieron en Afganistán”.
En lo que atañe a Kosovo, Debray dice haber visto casas destruidas por las bombas de la Alianza cuando en realidad “no había ningún objetivo militar a tres kilómetros a la redonda”. Contrariamente a la opinión generalizada, el escritor sostiene que Milosevic no es el dictador que se describe: “autócrata, fraudulento, manipulador y populista, Milosevic ganó tres elecciones. Los dictadores se hacen elegir una vez, no dos”. El intelectual francés admite haber comprobado lo innegable: durante los tres primeros días de los bombardeos, 24, 25 y 26 de marzo, los serbios cometieron vejámenes: “incendios, asesinatos, robos. Varios millones de albaneses recibieron la orden de partir”. Pero sólo en esos días. Debray se burla asimismo del discurso aliancista, que habla de “destrucción puntual de las fuerzas serbias”. Falso: “Estas están tan sanas como una novia”, escribe. El ex compañero Régis es tan cambiante y volátil como una nube pero su testimonio, cuyo hilo conductor es el antiamericanismo militarista y el dolor por la sumisión europea, no deja de expresar una realidad que muchos murmuran en voz baja.

 

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