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EL PREMIER NETANYAHU ADMITIO QUE PUEDE PERDER
Ni con una ayudita ortodoxa

En una feroz campaña, el premier israelí Benjamin Netanyahu lucha por el apoyo de sefardíes y judíos rusos en la elección  del lunes. Pero los sondeos prefieren al laborista Ehud Barak.

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Partidarios del primer ministro Bibi Netanyahu son contenidos por la policía durante un acto.
Ayer el ortodoxo Consejo de Sabios de la Biblia recomendó a la población votar al partido de Bibi.

El País de Madrid
Por Ferran Sales Desde Jerusalén

t.gif (862 bytes) Los grandes partidos se disputan el voto de los diferentes grupos religiosos y étnicos de Israel. Los focos más apetecidos son la comunidad rusa, la sefardí y los religiosos ortodoxos. Todos parecen dispuestos a vender sin pudor y a elevado precio su apoyo a cualquiera de los dos candidatos, sea al laborista Ehud Barak –favorecido por las encuestas– o Benjamin Netanyahu, del partido Likud, pidiendo a cambio el control de ministerios estratégicos. El principio general de que los askenazis –27,7 por ciento de la población– votan laborista, y los sefardíes –33,9 por ciento de la población– likud, es en las elecciones del lunes, más difuso. Pero ayer el ex Gran Rabino de Israel Ovadia Yosef, que preside el Consejo de los Sabios de la Biblia, recomendó votar por Netanyahu, lo que le aseguraría el voto ortodoxo.
Ashdod se ha convertido en un símbolo. Esta ciudad a menos de cien kilómetros al sur de Tel Aviv y con apenas 170.000 habitantes es una de las poblaciones más codiciadas por los dirigentes de los grandes partidos israelíes: la urbe alberga un importante e influyente grupo ruso de 60.000 ciudadanos. La comunidad rusa de Ashdod, como la del resto de Israel –en total un millón de habitantes y cerca de 700.000 votantes– otorgó en las elecciones de 1996 el apoyo al partido de derechas Likud, como si tratara de rehuir su colaboración con la izquierda laborista, en un intento de olvidar los años de opresión comunista. Ashdod se debate hoy entre el voto “likud” o el laborista, sobre todo después de que el partido de Ehud Barak se lanzara a la caza del voto de los emigrantes de la ex URSS. Barak cuenta con una estudiada campaña con la mayoría de sus anuncios traducidos al ruso, incluida su biografía, Ehud Barak: soldado número uno.
Hoy Natan Saransky, líder ucraniano de Ashdod, exige un alto precio por apoyar a cualquiera de los dos candidatos a primer ministro. El Ministerio de Comercio e Industria se le ha quedado pequeño. Ahora reclama a cambio otros departamentos estratégicos, como el de la Vivienda, pero sobre todo el de Interior, desde el que se distribuyen las ayudas sociales a las clases marginadas y se otorgan los certificados de judaísmo.
Estas aspiraciones de la comunidad rusa “askenazi” han provocado las iras de la comunidad judía religiosa sefardí, que en los últimos años ha venido haciéndose cargo del Ministerio del Interior, desde el que han sometido a un severo control a los emigrantes de la ex Unión Soviética, a muchos de los cuales acusa de no ser judíos. Los ataques más furibundos han comenzado desde el partido ultraortodoxo sefardí Shahs, tercera formación del país, compuesta básicamente por originarios de Marruecos y que cuenta con 10 diputados en el Parlamento, uno de los cuales es el actual ministro del Interior, Eli Suissa. “Tienen miedo de que un Ministerio del Interior en manos de shahs sirva para cerrar sus tiendas, en las que se vende carne de cerdo, o que sirva para clausurar esas iglesias que han crecido gracias a los nuevos inmigrantes, o para prohibir la entrada de los misioneros cristianos, o para detener a los falsificadores o impedir el acceso a Israel de las prostitutas”, aseguró en un anuncio de la radio un destacado militante sefardí shahs, en un ataque sin precedentes contra la comunidad askenazi, rusa.

 


 

EL PARLAMENTO VOTA HOY AL PRESIDENTE DE ITALIA
Elección para presidir la guerra

t.gif (862 bytes) El país miembro de la OTAN que tiene la opinión pública más dividida sobre la ofensiva Fuerza Aliada contra Yugoslavia elige hoy nuevo presidente: en Italia, comunistas y católicos son contrarios a una guerra que la Alianza define como “acción militar”. El ministro del Tesoro, Carlo Azeglio Ciampi, de 78 años, era ayer el candidato mejor situado para convertirse en el décimo presidente italiano de la posguerra en vísperas del comienzo de las votaciones en la Cámara de Diputados. Consultas de última hora entre la mayoría que apoya al Gobierno y la oposición parecieron descartar casi completamente la candidatura de la ministra del Interior Rosa Russo Jervolino, defendida hasta el final por el principal heredero de la democracia cristiana, el Partido Popular Italiano.
Con todo, está por verse que Ciampi consiga ser elegido como sucesor del octogenario Oscar Luigi Scalfaro en alguna de las tres primeras votaciones que exigen una mayoría de los dos tercios de los votos.
La política interna volvió ayer a los titulares de los diarios italianos monopolizados durante las últimas semanas por la guerra de Yugoslavia. La elección del décimo presidente de la República se abrió paso en la actualidad en vísperas del comienzo hoy de una votación, que presenta el mismo ritual que la elección del Papa en la Iglesia Católica, aunque el cargo en este caso no sea vitalicio, sino de siete años de duración. En el “cónclave laico” participan 1009 electores (el Parlamento en pleno y 58 delegados regionales) con voto rigurosamente secreto, lo que explica la incertidumbre del resultado pese a la disciplina de voto que los partidos exigen en esta consulta.
Las promesas de la coalición de centroizquierda que gobierna Italia, que auspiciaba una elección rápida y de amplio consenso del décimo presidente de la República, podrían cumplirse si se confirma el consenso de centroizquierda y centroderecha en torno de Ciampi. Un consenso logrado mucho más fácilmente que la unificación de criterios dentro de la coalición de mayoría para dar con un único candidato. Apenas 48 horas antes de comenzar las votaciones para elegir al sucesor de Scalfaro, seguían las espadas en alto entre los dos principales partidos de la coalición, el de los Demócratas de Izquierda (DS), que apoyaba a Ciampi, y el PPI que apoyaba a la ministra Jervolino, una de las pocas mujeres democristianas en la escena política italiana. La intransigencia del líder del PPI, Franco Marini, que estaba empeñado en que el nuevo presidente de Italia debía ser un católico –de su partido para más señas– ha elevado la tensión en la coalición, y provocó el sarcasmo del Polo, la coalición de oposición. El preacuerdo entre gobierno y oposición en torno de Ciampi provocó el rechazo de Fausto Bertinotti, líder del Partido de Refundación Comunista, que lo había considerado hasta ayer un candidato aceptable.

 

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