El País de Madrid
Por Ferran Sales Desde Jerusalén
Los grandes partidos se
disputan el voto de los diferentes grupos religiosos y étnicos de Israel. Los focos más
apetecidos son la comunidad rusa, la sefardí y los religiosos ortodoxos. Todos parecen
dispuestos a vender sin pudor y a elevado precio su apoyo a cualquiera de los dos
candidatos, sea al laborista Ehud Barak favorecido por las encuestas o
Benjamin Netanyahu, del partido Likud, pidiendo a cambio el control de ministerios
estratégicos. El principio general de que los askenazis 27,7 por ciento de la
población votan laborista, y los sefardíes 33,9 por ciento de la
población likud, es en las elecciones del lunes, más difuso. Pero ayer el ex Gran
Rabino de Israel Ovadia Yosef, que preside el Consejo de los Sabios de la Biblia,
recomendó votar por Netanyahu, lo que le aseguraría el voto ortodoxo.
Ashdod se ha convertido en un símbolo. Esta ciudad a menos de cien kilómetros al sur de
Tel Aviv y con apenas 170.000 habitantes es una de las poblaciones más codiciadas por los
dirigentes de los grandes partidos israelíes: la urbe alberga un importante e influyente
grupo ruso de 60.000 ciudadanos. La comunidad rusa de Ashdod, como la del resto de Israel
en total un millón de habitantes y cerca de 700.000 votantes otorgó en las
elecciones de 1996 el apoyo al partido de derechas Likud, como si tratara de rehuir su
colaboración con la izquierda laborista, en un intento de olvidar los años de opresión
comunista. Ashdod se debate hoy entre el voto likud o el laborista, sobre todo
después de que el partido de Ehud Barak se lanzara a la caza del voto de los emigrantes
de la ex URSS. Barak cuenta con una estudiada campaña con la mayoría de sus anuncios
traducidos al ruso, incluida su biografía, Ehud Barak: soldado número uno.
Hoy Natan Saransky, líder ucraniano de Ashdod, exige un alto precio por apoyar a
cualquiera de los dos candidatos a primer ministro. El Ministerio de Comercio e Industria
se le ha quedado pequeño. Ahora reclama a cambio otros departamentos estratégicos, como
el de la Vivienda, pero sobre todo el de Interior, desde el que se distribuyen las ayudas
sociales a las clases marginadas y se otorgan los certificados de judaísmo.
Estas aspiraciones de la comunidad rusa askenazi han provocado las iras de la
comunidad judía religiosa sefardí, que en los últimos años ha venido haciéndose cargo
del Ministerio del Interior, desde el que han sometido a un severo control a los
emigrantes de la ex Unión Soviética, a muchos de los cuales acusa de no ser judíos. Los
ataques más furibundos han comenzado desde el partido ultraortodoxo sefardí Shahs,
tercera formación del país, compuesta básicamente por originarios de Marruecos y que
cuenta con 10 diputados en el Parlamento, uno de los cuales es el actual ministro del
Interior, Eli Suissa. Tienen miedo de que un Ministerio del Interior en manos de
shahs sirva para cerrar sus tiendas, en las que se vende carne de cerdo, o que sirva para
clausurar esas iglesias que han crecido gracias a los nuevos inmigrantes, o para prohibir
la entrada de los misioneros cristianos, o para detener a los falsificadores o impedir el
acceso a Israel de las prostitutas, aseguró en un anuncio de la radio un destacado
militante sefardí shahs, en un ataque sin precedentes contra la comunidad askenazi, rusa.
EL PARLAMENTO VOTA HOY AL PRESIDENTE DE ITALIA
Elección para presidir la guerra
El país
miembro de la OTAN que tiene la opinión pública más dividida sobre la ofensiva Fuerza
Aliada contra Yugoslavia elige hoy nuevo presidente: en Italia, comunistas y católicos
son contrarios a una guerra que la Alianza define como acción militar. El
ministro del Tesoro, Carlo Azeglio Ciampi, de 78 años, era ayer el candidato mejor
situado para convertirse en el décimo presidente italiano de la posguerra en vísperas
del comienzo de las votaciones en la Cámara de Diputados. Consultas de última hora entre
la mayoría que apoya al Gobierno y la oposición parecieron descartar casi completamente
la candidatura de la ministra del Interior Rosa Russo Jervolino, defendida hasta el final
por el principal heredero de la democracia cristiana, el Partido Popular Italiano.
Con todo, está por verse que Ciampi consiga ser elegido como sucesor del octogenario
Oscar Luigi Scalfaro en alguna de las tres primeras votaciones que exigen una mayoría de
los dos tercios de los votos.
La política interna volvió ayer a los titulares de los diarios italianos monopolizados
durante las últimas semanas por la guerra de Yugoslavia. La elección del décimo
presidente de la República se abrió paso en la actualidad en vísperas del comienzo hoy
de una votación, que presenta el mismo ritual que la elección del Papa en la Iglesia
Católica, aunque el cargo en este caso no sea vitalicio, sino de siete años de
duración. En el cónclave laico participan 1009 electores (el Parlamento en
pleno y 58 delegados regionales) con voto rigurosamente secreto, lo que explica la
incertidumbre del resultado pese a la disciplina de voto que los partidos exigen en esta
consulta.
Las promesas de la coalición de centroizquierda que gobierna Italia, que auspiciaba una
elección rápida y de amplio consenso del décimo presidente de la República, podrían
cumplirse si se confirma el consenso de centroizquierda y centroderecha en torno de
Ciampi. Un consenso logrado mucho más fácilmente que la unificación de criterios dentro
de la coalición de mayoría para dar con un único candidato. Apenas 48 horas antes de
comenzar las votaciones para elegir al sucesor de Scalfaro, seguían las espadas en alto
entre los dos principales partidos de la coalición, el de los Demócratas de Izquierda
(DS), que apoyaba a Ciampi, y el PPI que apoyaba a la ministra Jervolino, una de las pocas
mujeres democristianas en la escena política italiana. La intransigencia del líder del
PPI, Franco Marini, que estaba empeñado en que el nuevo presidente de Italia debía ser
un católico de su partido para más señas ha elevado la tensión en la
coalición, y provocó el sarcasmo del Polo, la coalición de oposición. El preacuerdo
entre gobierno y oposición en torno de Ciampi provocó el rechazo de Fausto Bertinotti,
líder del Partido de Refundación Comunista, que lo había considerado hasta ayer un
candidato aceptable.
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