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River pasó. ¡Cómo pasó! Cortando clavos, fruncido, apretado, a dos manos. Elija el lector la figura tribunera que más le guste, cualquiera le caerá bien a esta clasificación de River a las semifinales de la Libertadores, instancia en la que enfrentará a los brasileños de Palmeiras ¿Vélez? Vélez pagó un caro precio a su falta de audacia en el primer partido, a la falta de ideas en estas revancha pero aun así se quedó afuera por aquel polémico gol del primer encuentro cuando el línea Alberto Barrientos vio entrar el cabezazo de Sorín y Horacio Elizondo lo convalidó. Las cosas estaban muy claras desde el comienzo. Vélez debía empardar el 0-2 de ida para ir a los penales. River llegaba con la generosa ventaja obtenida en Núñez pero también con el síndrome de la derrota ante Boca en el clásico, apenas 72 horas antes. Vélez jugó a lo que pudo, como sucede en los últimos tiempos desde que el desmembramiento del plantel, las lesiones y suspensiones y la incertidumbre táctica de Manera lo rebajaron de la categoría de muy buen equipo a equipo peligroso. Maltrecho, en decadencia, Vélez todavía es de temer. Sin ideas, con un medio campo con menos fútbol que una revista femenina pero con muchas agallas luchó contra la adversidad de encontrar a un rival golpeado en lo anímico pero más rico en individualidades. Sólo faltaba ver la respuesta de River. ¿Esperaría atrás?, ¿iría a buscar un tercer y definitivo gol desde el arranque? Al principio pareció optar por esta tendencia pero sólo llegó con un tiro libre magnífico de Gallardo que un magnífico Chilavert bajó de un ángulo. Luego, cuando el empuje de Vélez le ganó la pulseada del medio se retrasó hasta su área y sólo esperó que Gallardo manejara la con un inexpresivo Castillo y un demasiado frágil Saviola. Entonces Vélez creó sus situaciones, a su modo: dos remates de afuera de Bassedas y Cardozo y un centro que empujaron entre Morigi y Pandolfi y la mano salvadora de Bonano mandó al córner. Eso fue todo. Vélez debía profundizar su actitud. Para River no era necesario. Con seguir así, ganando y perdiendo en el medio, tenía controlado al local y el cero en arco propio. Manera sumó un delantero con el ingreso de Ramírez por Castromán y Vélez empezó a empujar a medida que River empezó a quedarse. Entonces apareció Ramón Díaz que sacó primero a Castillo para meter al castigado Sorín y condenar a Saviola a la soledad entre los gigantes Sotomayor y Méndez. River se resignaba a aguantar. Más tarde sacó a netto y metió a Hernán Díaz, más atrás todavía. ¿Era posible que River perdiera esta eliminatoria? ¿Tanto pesaba el fantasma del ave de corral? Vélez encontró un centro que Pandolfi le bajó de cabeza a Bassedas y éste la puso en un rincón del arco de Bonano. Tembló River y hasta perdió los estribos con la patada criminal de Ramos a Darío Husaín que le valió la roja. Tuvo suerte. No quedaba mucho tiempo y Vélez ya no es el de antes. Por eso y por aquel gol (¿gol?) de Sorín, está en las semifinales de la Libertadores.
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