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Ocio, un grupo electronico con Flavio Etcheto
El otro Plan V del Sr. Cerati

A punto de viajar a Londres para la parte final de la grabación de su  primer disco solista después del final de Soda Stereo, el  músico hizo una rara presentación en vivo, junto a Flavio Etcheto.

Gustavo Cerati y Flavio Etcheto, concretando su performance electrónica en una disco porteña.
El ex líder de Soda Stereo siempre fue amigo de las nuevas tendencias musicales y estilísticas.

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Por Esteban Pintos

t.gif (862 bytes) La imagen de la pequeña cola frente a la puerta de un local moderno del centro contrastaba, definitivamente, con cualquier multitud que se haya agolpado frente a cualquier teatro o estadio en épocas de Soda Stereo. Los pocos que esperaban –algunos fans de Soda, criaturas nocturnas, incluso jóvenes ejecutivos en hora de relax– lo hacían sin embargo por el mismo hombre que fue la imagen de Soda por más de quince años. Gustavo Cerati presentaba en “sociedad” un nuevo proyecto electrónico, esta vez bautizado Ocio, y esa era la razón del pequeño movimiento nocturno sobre la calle Hipólito Yrigoyen.
El caso de Cerati es bien curioso. Junto con Fito Páez –congénere, al fin– accedió durante los ochenta al Olimpo del pop-rock argentino en el que conviven, no sin sobresaltos, desde hace treinta años Luis Alberto Spinetta y Charly García. Andrés Calamaro es el vecino más revoltoso, acaso por nuevo, de ese club de los pocos, en que Cerati tiene el look del más moderno, aunque va para los 40. Fue a fuerza de canciones, carisma y una necesaria dosis de ego que Cerati llegó hasta ahí, y ahí sigue, casi sin hacer nada. El suyo representa el modelo más esquivo y zigzagueante posible.
De formación universitaria y con una parabólica mental siempre apuntando al primer mundo del rock, Cerati llevó a Soda Stereo desde el underground porteño de principios de los ochenta al gigantismo de los estadios y las calles repletas de fans en los noventa. Paralelamente esa parabólica le permitió traducir a las masas, por medio de canciones que el trío acumuló como trofeos, las últimas tendencias de una música que se hace lejos de aquí y está en constante mutación y reciclaje o maquillaje. Pero como compositor excedió el estereotipo (hay muchos otros ejemplos de “deslumbramiento por la ciencia” dentro del rock hecho aquí y ninguno de ellos accedió a esas alturas de popularidad) y así se convirtió en un referente de la música popular argentina. Sus canciones suman sofisticación y sensibilidad, y eso es lo que debe reconocérsele, mucho más que cierto snobismo innato (que también lo tiene).
Paralelamente a su carrera de verdadera estrella de rock-pasión de multitudes, Cerati siempre desarrolló su gusto por lo nuevo en proyectos más o menos subterráneos, conviviendo en su vida con Soda Stereo. Su matrimonio artístico con Daniel Melero para un disco tal vez injustamente olvidado, bautizado Colores santos, y su disco solista (ídem) Amor amarillo, fueron influyentes para una generación de jóvenes músicos argentinos. Más acá en el tiempo y casi junto con la inevitable defunción de la bestia pop stereo, Plan V le permitió meterse de lleno en aquello que genéricamente se debe mencionar como electrónica y que agrupa toda una serie de subgéneros de música producida exclusivamente a partir de las máquinas, sin instrumentos acústicos ni mucha intervención humana, salvo en la operación. Con Plan V –un emprendimiento que gestó en compañía de un grupo de músicos chilenos de ese palo– editó dos cd’s, Plan V y Plan Black V Dog, ambos de circulación restringida, en donde navegaba por los diferentes climas que propone el tronco madre dance. Ahora, mientras ya está en la fase final la concreción de su primer disco solista de canciones-canciones después del final de Soda (viaja a Londres para la grabación y mezcla este fin de semana), llegó el turno de Ocio, un proyecto a dúo con el músico tecno Flavio Etcheto (dueño, a su vez, de otro proyecto por el estilo bautizado Trineo).
La curiosidad por esta modesta pequeña novedad fue la que sumó a los pequeños grupos de distintas tribus, el miércoles por la noche. Cerati y Etcheto, con el cd de Ocio como base, operando sobre pequeñas consolas de efectos, montando un clima de baile descontracturado durante una hora, con pequeños resuellos y algo de cabalgata digital. Se trata de una música esencialmente climática, que fomenta el viaje interior antes que la exclamación o la participación colectiva, adecuada a un tiempo y un lugar que, por ahora en la Argentina, no es más que el placer de una minoría máso menos ilustrada. El tiempo de las masas y las gracias totales, para Cerati, empezará a volver, seguramente, en un par de meses.

 

Un Macondo prohibido

El premio Nobel de Literatura 1982 Gabriel García Márquez y su agente literaria, Carmen Balcells, tratan de impedir a un colombiano seguir llamando “Celler de Macondo” a un modesto bodegón del Barrio Gótico de Barcelona. El “Celler de Macondo”, nombre registrado el 16 de setiembre de 1997 por el cocinero colombiano Arnulfo Aldana, es un lugar que goza de la simpatía de muchos barceloneses, que diariamente se dan cita para saborear sus exquisitas arepizzas (de arepa y pizza) “Aureliano Buendía”, la ensalada “Don José Arcadio” o las empanadas “Melquíades”. En febrero de 1998, García Márquez recurrió judicialmente la decisión de otorgarle el nombre de “Celler de Macondo” a Aldana a través del Boletín Oficial de la Propiedad Industrial. “Yo esperaba algún día una visita de García Márquez, pero sólo me cayó un reclamo judicial... menos mal que somos compatriotas”, se lamentó. El recurso del autor y su agente impugna el argumento de que “don Gabriel García Márquez es un prestigioso escritor de origen colombiano, Premio Nobel de Literatura 1982, cuya obra más reconocida a nivel internacional es Cien años de soledad, de cuyo origen literario procede la denominación caprichosa de Macondo”. Asimismo, afirman que “Macondo”, objeto del conflicto, es “fruto de la imaginación del autor de Cien años de soledad, pues al escribir la obra no existía pueblo alguno que tuviera esa denominación. “Yo sólo había querido homenajear a mi compatriota y así me lo paga”, dice Aldana.

 

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