Por Laura Vales
Hoy
fue Ricardo, pero mañana puede ser otro. Una muerte es una muerte y nadie tiene derecho a
matar a nadie, pero acá de lo que se trata es de acallar a los periodistas que
investigan, y no quiero que esto termine como el caso de José Luis Cabezas. Norma
De Benedetti, esposa de Ricardo Gangeme, no tiene dudas de que el asesinato de su marido
fue una venganza por su actividad periodística. Pero también un mensaje para toda la
sociedad.
¿También usted recibió amenazas?
Sí, también me habían amenazado. Y desde que mataron a Ricardo recibí más de 20
llamadas en las que me pasan la música de El Golpe. Ponen esa música y cortan, una y
otra vez. Me dicen que puede tratarse de comunicaciones en espera, y tal vez lo sean...
pero nadie contesta del otro lado de la línea y no sé qué pensar. En Trelew hay gente
que está muy asustada, nadie quiere hablar, algunos amigos hasta cambiaron su número de
celular. Están aterrados; si a alguien que investigaba lo mataron así, a cien metros de
la policía, imagínese lo que puede sentir otra gente.
¿Por qué su marido había rechazado la custodia policial?
Eso es lo que dijeron, pero no sé si fue así. Yo vivo en Buenos Aires y Ricardo
era el que viajaba, no nos veíamos todos los días.
¿Estaba preocupado por las intimidaciones?
Estaba preocupado por el trabajo, pero no solía comentar ese tipo de cosas.
Después del último atentado, cuando Héctor Fernandes le tiró encima el auto, había
tomado la precaución de estar acompañado la mayor parte del tiempo. Es evidente que el
que disparó era alguien conocido. Ricardo estaba estacionando, nunca viajaba con la
ventanilla abierta. Creo que bajó el vidrio porque conocía al agresor. El era consciente
de las amenazas, no creo que haya bajado la ventanilla ante un desconocido que le
preguntara la hora.
¿Qué relación tenía con Héctor Fernandes?
Eran conocidos. Fernandes tiene muchos negocios, entre ellos un café en el que se
reunían, un lugar donde van todos en Trelew. Fernandes le pidió a Ricardo que le
presentara a Carlos Spadone, y él los contactó. Los dos tienen mucho dinero y empezaron
a hacer negocios juntos. Ya no sé si ahora son socios o no, pero sí que compartieron
muchos negocios. Se asociaron para comprar barcos y también en un tema de unas tierras
muy importantes al lado de la cordillera. Para algunas reuniones políticas que hacían en
sus campos le pedían a Ricardo que invitase gente; eran comidas de negocios, no por
motivos sociales. Los que se hicieron amigos fueron Fernandes y Spadone.
Y lo despidieron a su marido del diario Jornada...
Sí, esa es la verdad. No es cierto que se haya ido voluntariamente para abrir su
propio periódico. Al contrario: estábamos montando una empresa y se quedaron con todo.
Después dijeron que Fernandes no había comprado el diario Jornada y que no tenía nada
que ver, y parece que es cierto, pero en aquel momento lo que nos plantearon fue otra
cosa.
¿Por qué pidió, durante el velatorio, que sacaran la corona que había enviado
Carlos Spadone?
Estaba muy nerviosa. Prefiero no hablar del tema.
El tenía un juicio con Spadone.
Tenemos varias cuestiones, pero no es el momento de contarlas.
¿Cree que la Justicia tiene que centrarse en investigar a Fernandes?
Y a mucha gente más... pero el juez que tiene la causa por el asesinato de Ricardo
absolvió a Fernandes en una denuncia anterior, en la que un empresario local lo había
acusado de golpearlo. La Cámara de Apelaciones revocó después esa sentencia, aunque no
estoy al tanto de cómo está el caso hoy. Lo único que sé es que Ricardo había
denunciado a Fernandes por algo más que una amenaza, porque le había tirado el auto
encima, y nadie interrogó a Fernandes en ese momento... De todos modos, dedonde haya
salido el disparo, estoy convencida de que no fue por un tema personal, ni económico sino
una represalia por las investigaciones periodísticas. Y en esto, hubo un mensaje para
todos: Tengan cuidado, hoy lo matamos a él y mañana a cualquiera de ustedes le
puede pasar lo mismo.
Claves
* Si a alguien que
investigaba lo mataron así, a cien metros de la policía, imagínese lo que puede sentir
otra gente, dijo Norma De Benedetti, la esposa de Ricardo Gangeme, a Página/12.
* La mujer pidió que retiraran la corona que había enviado el ex socio de Gangeme,
Carlos Spadone, copropietario de las bodegas Menem.
* El abogado de la familia descartó una operación de zona liberada por parte
de la policía (o sea que no sospecha un complot con participación policial) pero la
cuestionó por falta de eficacia y rapidez.
* La Justicia de Trelew investiga en paralelo el asesinato de Gangeme y la denuncia de
éste el último sábado contra el empresario Fernandes por presuntas amenazas. |
Adiós con dolor y bronca
El cuerpo de Ricardo Gangeme fue inhumado ayer en el cementerio de la Chacarita, luego
de ser velado toda la madrugada en una casa mortuoria del barrio de Palermo Viejo. Los
restos de Gangeme, asesinado en Trelew, habían llegado en la medianoche del jueves al
aeroparque, acompañados por sus hijos Pablo y Karina. Mi viejo era a la vez mi
maestro; ahora tengo que aprender a estar sin él, y tratar de convertirme en lo que él
quería que fuera dijo ayer a este diario Pablo Gangeme. No queremos hacer
conjeturas sobre quién estuvo detrás de su asesinato agregó; queremos más
que nadie que se esclarezca su muerte, pero no sabemos más que lo que sabe la
Justicia.
Durante el velatorio quedó en claro que la relación entre Gangeme y Carlos Spadone
estaba en las antípodas de la amistad que pregona el empresario menemista. A la sala
donde los tres hijos del periodista, su mujer y un nutrido grupo de amigos y colegas
despedían a Gangeme llegó una corona de La Razón, el diario de Spadone. La esposa del
periodista asesinado, Norma De Benedetti, sufrió entonces un crisis nerviosa y ordenó
que la retiraran de inmediato. La corona llegó en un horario inusual, a eso de las
seis de la mañana, y generó un incidente con los familiares. La retiramos de
inmediato confirmaron en la casa mortuoria de Malabia al 1600.
Entre quienes se acercaron a despedir a Gangeme estuvo el ex senador radical Hipólito
Solari Yrigoyen, quien manifestó no tener ninguna duda de que lo asesinaron por su
actividad profesional. El no era un periodista clandestino que lanzaba libelos; no se
casaba con nadie y donde pensaba que había irregularidades las denunciaba, ya sea del
sector privado o del oficial. |
No hubo zona liberada,
pero sí falta de reflejos
El abogado contra la policía
Por A.M.
Desde Trelew
El editor Ricardo Gangeme
y los empresarios Carlos Spadone y Héctor Fernandes alguna vez fueron buenos amigos.
Spadone habría usado a Gangeme para buscar un socio y hacer negocios en la
Patagonia. Pero cuando tuvo que optar se quedó con Fernandes, dicen los amigos de
Gangeme en Trelew. Fernandes le dijo a Página/12 que sólo disentía con el estilo de
denunciar asuntos personales que tenía el periodista asesinado. Sin embargo,
la causa por usurpación y daño que le inició Gangeme a Spadone, a raíz de la compra
conjunta de una costosa máquina impresora, es el único dato concreto que aparece en esta
historia.
En mayo de 1997, mientras el fallecido editor todavía era el director del diario de
Spadone La Jornada, conformaron una UTE unión transitoria de empresas para
adquirir una máquina Manroland importada de Alemania por un valor de 1 millón y medio de
marcos. Según relató a Página/12 un profesional vinculado al caso, pensaban utilizarla
para imprimir folletos y láminas. Cada uno iba a poner 50 mil pesos y sacaron un crédito
en el Banco Nación para pagar el resto. En representación de Gangeme firmó su
compañera, la abogada Norma De Benedetti, con el nombre de Centro de Impresos
Patagónicos CIP, y la sociedad se llamó Agrupación Centro de Impresiones.
Los aportes por partes iguales no se concretaron y decidieron disolver la UTE.
Gangeme se fue de La Jornada (Spadone sostiene que a buscar nuevos rumbos y sus amigos
dicen que fue despedido por alguna oscura razón) y allí comienza el
conflicto porque los avales del crédito estaban firmados por él y De Benedetti. Nadie
pagó la máquina ni levantó la garantía. De todos modos, la herramienta en cuestión
llegó al país y entró por el canal verde de la Aduana a nombre de Editorial La Jornada.
Fue colocada en un inmueble propiedad de Gangeme, al lado del edificio del diario, por el
cual el periodista había firmado un contrato de locación antes de irse. Cuando Gangeme
comprobó que alguien había roto las paredes de ese lugar (donde se imprimió hasta ayer
El Informador) inició la demanda por daños y usurpación, e intimó a Spadone a resolver
la cuestión y a no vender la máquina.
Pero la máquina desapareció de Trelew. En los próximos días, el empresario que
inauguró los escándalos oficiales con su famosa leche trucha tendrá que
concurrir a algún juzgado respondiendo una inminente citación en esta causa, que
seguiría adelante con el impulso de la familia del fallecido director de El Informador
Chubutense.
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