Hasta Cavallo es optimista Por Julio Nudler |
Por una vez, desde que son oposición, los seguidores de Domingo Cavallo son optimistas, aunque creen que la chapuza del recorte presupuestario y la derrota política que debió admitir el Gobierno pueden retrasar en algunos meses la recuperación de la economía. Pero, más tarde o más temprano, la luz que fulgura al final del túnel irá agrandándose, sobre todo porque el mundo empieza o empezará a jugar a favor: aumento de la demanda asiática, mejores precios para las exportaciones, depreciación del dólar (y con éste del peso) y franco repunte brasileño. Ayer, durante un almuerzo que la Fundación Mediterránea dedicó a homenajear a su líder por el doctorado honoris causa que le entregó el Pantheon Sorbonne de la Universidad de París, Juan Llach y Guillermo Mondino trataron de explicar su visión moderadamente optimista. Estos fueron sus argumentos: u En términos de las cuentas fiscales, más allá de la mala señal para los mercados que emitió el Gobierno al aflojar en la pulseada del gasto público, cuando esto termine y se miran los números, éstos no serán tan terribles. Tomando en cuenta lo que quedó del recorte, el desvío respecto de las metas pautadas con el FMI será inferior a los $ 200 millones. Cierto que todavía no se conoce el final de esta historia, pero si el Congreso decidiera también una marcha atrás en el recorte a las provincias, y además subiera la tasa de interés internacional (como se verá más abajo), el desvío se dispararía a unos 750 millones. Este número sería significativo, pero aun así incapaz de descarrilar el programa económico. Hay una diferencia entre cuentas malas y cuentas desastrosas. u Los indicadores financieros ya muestran una mejoría, que se consolidará en los próximos meses, situando el MerVal en unos 600 puntos (ayer cerró en 546). Puede esperarse una importante recuperación de la inversión. Los bancos volverán a prestarles a las grandes empresas, en lugar de poner toda su plata en las Letes (Letras de Tesorería), que son más líquidas pero pagan menos. u También hay noticias alentadoras que vienen del resto del mundo. Ante todo, la nueva reducción de la tasa de interés en Brasil, que ya está en el 27,5 por ciento, lo que implica un costo promedio de la deuda brasileña de entre 20 y 22 por ciento (en el pico de la crisis ese costo rozaba el 35 por ciento). El stock de deuda brasileño era a fines de marzo de 470 mil millones de reales (294 mil millones de dólares). Así, el déficit fiscal bajaría a 6,5/7 por ciento (en el peor momento llegó al 12 por ciento). Conviene recordar que en la Argentina el déficit estará entre 1,8 y 2 por ciento del PBI. Pero aún hay que mantener el alerta respecto de Brasil, porque no está logrando licuar su deuda. u A favor de Argentina también juega la perspectiva de una depreciación del dólar en el mediano plazo. Mientras en el mundo hay una recuperación económica tenue pero significativa con reacción de la demanda de los países asiáticos y signos positivos en Europa, aumenta la inflación en Estados Unidos. Los precios al consumidor (IPC) subieron 0,7 por ciento en abril, con lo que, pese al aumento de la productividad, recrudece la inflación. A este dato hay que sumarle la renuncia de Robert Rubin al Tesoro y su reemplazo por Lawrence Summers, quien nunca fue visto como un amante del dólar fuerte (caro). El siempre consideró que la tasa de inflación de equilibrio para EE.UU. es del 2 al 3 por ciento anual. En lo inmediato, lo probable es que Greenspan eleve la tasa un cuarto de punto la semana que viene. Pese a esa suba es previsible que salgan capitales de la Unión y se deprecie el dólar. La predicción es que el dólar (y por tanto el peso) caerá entre 5 y 8 por ciento en lo que resta del año frente al euro y al yen. u Por tanto, la economía argentina tenderá a mejorar por el lado real, pero teniendo que soportar un aumento en la tasa de interés, con lo que el costo del capital para el país aumentaría por lo menos entre 1 y 1,5 por ciento en la segunda mitad del año, contrarrestando en parte el efecto benéfico de las otras novedades. A pesar del optimismo, los mediterráneos siguen pensando que el 99 será negativo en toda la línea, con una caída del 2,5 por ciento en el Producto, y bajas muy significativas en la inversión y las exportaciones. Tras años de retroceso en la competitividad, la consecuencia necesaria debía ser una caída de la inversión (disminuirá 9 por ciento), por falta de oportunidades, y del ritmo de crecimiento de las exportaciones (que bajarán 11 por ciento). Para los cavallistas, la discusión sobre la competitividad argentina se fue de madre. No creen razonable proyectar el futuro de la economía a partir de la situación mundial reciente (noviembre a enero), con el dólar en su máximo valor histórico y las commodities (donde se concentran las exportaciones del país) en su mínimo. Piensan que se subestimó el componente cíclico, y que la mitad del problema de competitividad que tiene la economía argentina se resolverá afuera, gracias a las tendencias arriba expuestas. Por tanto, no hay lugar para agorerías. Adquirimos el hábito de echarles la culpa de todo lo que nos pasa a los shocks internacionales afirman los mediterráneos. Pero en la Argentina se estuvieron haciendo muchas cosas mal en el último año y medio, en parte debido al inmovilismo tradicional e ideológico de este equipo económico, que tardó muchos meses en reconocer la magnitud de la crisis internacional. Está claro que a los artífices del Plan de Convertibilidad les conviene repartir las culpas de la angustiosa situación económica entre una coyuntura mundial extremadamente adversa y los pecados locales de Carlos Menem y Roque Fernández, de modo que nadie sospeche del propio programa de Cavallo. Entre las facturas que les pasaron ayer al Gobierno y a los otros opositores está la resurrección de ciertos fantasmas del pasado. Entre otros reproches, señalaron que no es lógico que el presidente del Banco Central (para el caso, Pedro Pou) sostenga que la Argentina no tiene moneda, cuando su función es defenderla, y que es francamente desafortunado andar diciendo que esta transición presidencial puede resultar parecida a la catastrófica de hace diez años. No es razonable dar este espectáculo cuando los capitales abren la puerta.
|