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La cabeza de una muñeca decapitada flota en un charco de agua, como en las inundaciones. El agua y las amenazas de incendio fueron desde siempre los dos grandes fantasmas para quienes respiraban las paredes de chapa, aglomerado y viejas maderas remachadas del conventillo. Es la parte vieja. Una muralla de madera lo separa de la obra, donde se levanta la parte nueva. Está en La Boca y es el primer conventillo de los 17 del plan encarado por el gobierno porteño para remodelarlos sin que se pierda la forma de vida comunitaria. En un acto inaugural, ayer la comuna entregó la llave de las primeras 15 casas, de las 30 que tendrá en total el nuevo edificio. La Comisión Municipal de la Vivienda ya está remodelando otros dos conventillos y fueron licitados cuatro más, que estarán listos en menos de un año. Un oscuro pasillo baja hacia el centro del conventillo, el patio, donde los vecinos comparten asados cuando la ocasión y el bolsillo lo permiten. Una soga con ropa recién lavada lo atraviesa. Y también está la pileta para lavar trastos, una mesa de hierro desarmada, una parrilla, un lavarropas desvencijado y cartones, chapas, bolsas de basura. Este fin de semana te toca anuncia, alborotada, Patricia a su amiga Aurora. La mujer sonríe, la sorpresa que se va a llevar mi marido, dice. Entre hoy y mañana se muda a su nueva casa. Las 14 familias restantes lo harán durante la semana. Aurora Trabiche tiene 44 años y cuatro hijos, y hace 26 años que vive en Palos 460, La Boca. Cuando vimos la obra no podíamos creer que fuera para nosotros, pensábamos que era para otra gente, dice. Ayer se inauguró la mitad del edificio. En esa parte del terreno hace varios años un incendio destruyó casi todas las casas. Quedaban sólo dos casillas, comenta Oscar Bouzo, subsecretario de Vivienda. A esa gente le dimos lugar en el sector que se iba a construir en la segunda etapa relata Bouzo. Ahora todos se mudan al nuevo edificio, tiramos todo lo viejo abajo y hacemos la otra parte. Las dos partes van a estar unidas por puentes. Y en el centro, entre los dos edificios habrá un gran patio con bancos y canteros. Bouzo se entusiasma con el proyecto: Decidimos reciclar los conventillos pero conservando su estilo tradicional, esa forma de vida comunitaria, amplios patios, balcones que dan al patio central. Una estructura que les permite reunirse por la tarde, tomar mate. La familia Romero es una de las que tuvieron que mudarse para que se pudiera empezar la construcción. Desde hace aproximadamente un año, cuando empezó la obra, viven en una casa de alto, al fondo del conventillo. Una gastada escalera de madera, empinadísima, lleva a la puerta de casa. En el pequeño hall duermen sus dos mininas. Igual nombre para dos gatas que cumplen la misma función: espantar las ratas. Lo que más me molestan son las incomodidades, el aspecto de esto, ya no daba para más. Hay cosas que tenés que estar cuidando, que se mete una laucha en la pieza de las chicas y ellas empiezan a los gritos, comenta Patricia de Romero. Los que están desde hace tiempo recuerdan el incendio que hace unos 15 años consumió casi la mitad de las casas. Cuando yo me desperté abrí la ventana y vi el fuego. Fue terrible, hubo que sacar a las criaturas y hasta al perro, recuerda Susana Lucero, con 47 años a cuestas y 16 en esa casa. En medio del drama, los que se quedaron sin nada sobrevivieron por la ayuda de sus vecinos. Acá en mi pieza dormía mucha gente porque tenían que dormir en algún lado comenta Susana. Cocinábamos para todos en una olla grande y cada uno se llevaba comida a su casa. Y después tuvimos que cuidar mucho ese terreno porque muchos querían poner casillas. Nos quedábamos noches enteras despiertos, no dejábamos entrar a nadie, si no iba a ser un desastre. Por más que la vean mala a La Boca yo siempre la veo buena se enorgullece Susana, yo crié a todos mis hijos acá y ninguno se quiere ir. Por eso, tal vez, todos dicen que el nuevo edificio es un sueño: un conventillo con las comodidades de una casa tipo y sin mudarse de La Boca.
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