The Guardian
de Gran Bretaña
Por Ian Black
Desde Londres
A no ser que
la OTAN pueda probar categóricamente que no fue responsable por las muertes de los
civiles albanokosovares en Korisa, las potenciales implicancias políticas son cada vez
más serias. Un error de esta magnitud haría que fuera más difícil para la alianza
atlántica mantener su preciosa unidad y buscar caminos diplomáticos para terminar el
conflicto. Rusia, que tiene la llave para un arreglo pacífico, condenó severamente
anoche el ataque como un nuevo crimen y una locura, aunque la OTAN
volvió a insistir en que los bombardeos continuarían hasta que Yugoslavia ceda.
El accidental bombardeo de la embajada china en Belgrado, el viernes pasado, fue
suficientemente desastroso. Enfureció a Pekín cuando el apoyo de China se necesitaba en
la ONU para adelantar los cautos movimientos de paz de Rusia. También reforzaba las
opiniones estereotipadas sobre la conducta de la OTAN. Aun para aquellos que apoyan en
principio la campaña, parecía de una extraordinaria incompetencia, a pesar de las
protestas de los expertos militares que explicaron que tales accidentes son comunes en la
guerra y que podría culparse a los recortes presupuestarios posguerra fría. Su impacto,
sin embargo, fue diplomático. Ayer hubo señales de que el daño que causó podría
limitarse si funcionarios de Estados Unidos y Gran Bretaña informan que la disposición
en Pekín habría cambiado para bien y predicen que China no utilizará ahora su veto en
el Consejo de Seguridad.
Mantener la unidad de la OTAN se ha convertido en un objetivo en sí mismo, con los
cancilleres de los principales países Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia,
Alemania e Italia hablando casi diariamente para coordinar sus políticas e
intercambiar impresiones sobre el ánimo en cada país. Alemania fue la preocupación de
esta semana, cuando el Partido Verde los socios jóvenes en la coalición del
canciller Gerhard Schroeder, realizó un congreso de emergencia en el que los
miembros militantes de base presentaron mociones para deslindar al partido de la guerra.
El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, verde prominente,
logró escabullirse de la tormenta y Schroeder reafirmó su determinación de resistir los
llamados de un cese del fuego. Pero los diplomáticos admitieron anoche que esto hubiera
sido casi imposible si la masacre de Korisa hubiera precedido al congreso. También hay
posibles problemas en Italia, donde el ministro de Relaciones Exteriores, Lamberto Dini,
rompió las líneas de la OTAN para condenar los bombardeos de la estación de televisión
de Belgrado el 23 de abril. Una encuesta de opinión para el diario Corriere della Sera,
efectuado al día siguiente del bombardeo a la embajada china, mostró que sólo el 35,4
por ciento de los italianos pensaban que los bombardeos continuados estaban justificados.
Y hasta el consenso parlamentario británico se quebró el lunes, cuando la oposición
conservadora siguió a los republicanos en los Estados Unidos, al acusar a los líderes de
la OTAN de fracasar en el logro de los objetivos establecidos.
Rusia y China están comenzando a coordinar su oposición a los ataques aéreos con
importantes Estados no alineados, como India. Probablemente usen el incidente de Korisa
para repetir su demanda de que la OTAN cese los bombardeos. O bien, negarán su apoyo en
el Consejo de Seguridad a la resolución de la ONU de una fuerza de paz en Kosovo. La
culpabilidad de la OTAN en este incidente también aumentaría la presión hacia un
posible trato, que le permitiría al presidente serbio Slobodan Milosevic declarar que él
se resistió a las demandas inaceptables de la OTAN.
Traducción: C. Doyhambéhère
COMO ES CUBRIR EL CONFLICTO
DENTRO DE SERBIA
Una temporada en el infierno
El País
de Madrid
Pit Schnitzler, de 56
años, corresponsal de la cadena privada alemana de televisión Sat-1 para el Este de
Europa, acaba de regresar de una pesadilla: 25 días en poder de los servicios secretos
serbios, que lo acusaban de espionaje y lo maltrataban de forma sistemática. Tras
recobrar la libertad, Schnitzler ha relatado, en una entrevista con el periódico Bild
Zeitung, las crueldades a que lo sometieron sus interrogadores de los servicios secretos
serbios. Es un sentimiento maravilloso encontrarse de nuevo en libertad. La
detención en las cárceles yugoslavas fue muy dura. Me llevaron hasta el borde del abismo
del alma humana, declaró Schnitzler.
La pesadilla del periodista comenzó el pasado 16 de abril, cuando abandonó Belgrado en
dirección a Croacia en un coche que le habían prestado sus colegas de la televisión
pública alemana. Días antes, una docena de individuos, unos uniformados y otros de
paisano, le requisaron el coche y todo su equipo en el estacionamiento del Hotel
Intercontinental de Belgrado. En la frontera con Croacia no dejaron salir a Schnitzler, a
quien acusaron de espía.
Explica el periodista que, durante su prisión, las palizas estaban a la orden del día:
Como saludo había ganchos en la barbilla y también golpes en la cara. Por lo
general, me pegaban con porras, siempre en la celda, porque allí no había testigos. Casi
siempre pegaban en la zona de los riñones y las costillas. Lo más brutal era el turno de
noche. Añade el periodista que lo mantuvieron aislado por completo, sin
contactos, sin lectura, sin nada, en una celda de cuatro metros por uno y medio. Los
interrogatorios empezaban por la mañana y duraban de siete a ocho horas, con dos
interrogadores y un intérprete. Lo amenazaban con penas de cárcel de hasta 20 años por
espionaje y lo acusaban de haber usado un segundo automóvil. |
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