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Por Inés Tenewicki El nuevo espectáculo de Hugo Midón, que se estrena hoy en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza, está protagonizado exclusivamente por chicos de nueve a catorce años que actúan, bailan y cantan en vivo. La familia Fernandes es una comedia musical que pone en escena una serie de episodios que transcurren en la casa de una familia tipo. En ellos se desarrolla la temática de los conflictos de los niños con los grandes, pero vistos desde la perspectiva infantil. Sin embargo, el director asegura que no es una obra contra los padres. Aunque la familia Fernandes no es gris sino de todos colores .-del amarillo al violeta, como la imaginaron Renata Schussheim y Hugo Midón, su vida cotidiana se parece a la de cualquier hogar dulce hogar. Midón, que escribió el guión antes de decidir que los actores serían chicos, confiesa que este grupo de pequeños aportó ideas y enriqueció la obra. Los niños-actores, asegura en la entrevista con Página/12, no se dejan dirigir tanto, aunque valoran las propuestas y son bastante disciplinados. Excepto, quizá, por alguna que otra vez en que se desbandan y juegan a la pelota arriba del escenario. ¿Qué es lo más nuevo de esta obra nueva? Lo más nuevo es trabajar con chicos en el escenario. Pero además, una idea que me interesó mucho, y esto para mí es nuevo, es revalorizar la familia. Desde mi punto de vista, por supuesto. La idea de que la necesidad de salida que tienen los chicos para hacer su proyecto, esa necesidad de aventura, de huida, puede ocurrir en el marco de la familia. Que la familia está, y contiene, y que es muy importante que esté. Además, temáticamente me pareció muy adecuada la idea de la familia, para que los padres y los chicos se conecten por sí mismos y hagan diferentes lecturas y saquen distintas conclusiones. ¿Cuáles son los principales conflictos de los chicos con sus padres? Uno de los más importantes es la dificultad de los adultos de aceptar el mundo fantástico de los chicos. Ese temor de que confundan la fantasía con la realidad. Sin embargo, aunque la fantasía es una realidad para el chico, al mismo tiempo distingue muy bien, tiene absoluta conciencia sobre cuál es la realidad y cuál es el límite entre lo que es ficción y lo que no lo es. Los padres suelen inmiscuirse con bastante poco tacto, por miedo de que el chico se crea Superman y se tire de un piso 21. Pero sacarlo de ese mundo es ir contra la corriente. Otro problema es el de la invasión de la intimidad. Cuando los pibes empiezan a escribir diarios, guardar cosas en cajitas, los padres dicen qué pasa en ese cuarto, por qué cierran la habitación, qué guardan ahí. En la obra, ésa es la problemática de la nena más grande, de la de doce años. Situaciones de conflicto. Un conflicto importante que también aparece en el espectáculo es la necesidad de los padres de inventar cosas casi terroríficas para que los chicos hagan lo que ellos quieren que hagan. Les cuentan, inventan historias sobre lo que les podría llegar a pasar si ... los amenazan. O las típicas contradicciones, que ocurren cuando los papás ponen límites y después se arrepienten. Por ejemplo, les dicen: Sábado y domingo no salís, pero después sale el sol y se contradicen: Bah, salgamos que es un lindo día. Y un problema crucial, que es la falta de compromiso de los padres frente a algunas preguntas de los chicos. A veces las preguntas son tan complejas que los adultos se van por la tangente, y soslayan temas que pueden ser dolorosos o muy complejos. En el caso de La familia Fernandes tiene que ver con la historia. Una nena pregunta si la Campaña del Desierto fue buena o mala, y la madre zafa con los zapallitos en el horno. ¿Es una obra crítica hacia los padres? No, para nada. Sí revisa un poco ciertas características de la relación. Desmitifica en parte la figura infalible de la mamá y el papá,que también se pueden equivocar. Según la obra, no solamente los chicos se pueden equivocar, a los papás también a veces hay que retarlos. ¿Cómo testea cuál es la perspectiva del chico frente a los conflictos con los adultos? Yo busco esa perspectiva todo el tiempo en las clases de mi escuela de teatro, Río Plateado. También en los recuerdos de mi infancia. Y además como padre de chicos de esa edad. De toda esa mescolanza surgen algunos temas que no son necesariamente los conflictos de una familia de hoy, ni mucho menos. Se mezclan los tantos, y a veces aparecen cosas un poco antiguas y otras veces muy modernas. Una sopa donde conviven el barrio e Internet. No me preocupé por eso porque me permití trabajar con libertad y asociar libremente. El varón de la familia, por ejemplo, nunca se sienta. Come parado, anda arriba de los muebles. Ese personaje tiene que ver con un chico que conocí en la infancia, que era el niño modelo de toda la cuadra. A los 14 años, sin embargo, huyó con una señora casada del barrio. Entonces ¿de qué modelo hablábamos? El nene de la obra no se puede quedar sentado; si se sienta le agarra fiebre, se enferma. Yo nací para el peligro, dice el pibe. Nació para estar arriba de los muebles, de los aparadores, de las tablas de planchar. Esto que refleja la natural inquietud de los varones dio pie para que surgiera un tema musical: toda la familia le canta para que se siente. ¿Cuál es la fórmula para que temáticas profundas resulten divertidas para chicos y grandes? El tratamiento de todos esos temas es a través del humor. A veces un padre es un poco ridículo, un poco patético, un poco contradictorio, un poco rígido, un poco delirante. Todo eso produce risa. La obra está estructurada en sketches autónomos, similar a Vivitos y coleando. Pero, a diferencia de aquéllos, éstos son personajes bastante reales.
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