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Por Ariel Greco Fue un partido que pudo perder, pero que merecía ganar. Boca se quedó con un empate que le sirve para mantener el invicto de 27 partidos, pero con la bronca de los dos puntos perdidos en el último minuto. Cuando el derechazo de Juan Román Riquelme, un tiro libre soberbiamente ejecutado, se clavó en el ángulo derecho de Bossio, el gol parecía el premio a la insistencia y a la levantada del equipo en el segundo tiempo. Pero antes del final llegó un centro de Galletti que el estatismo de toda la defensa de Boca dejó pasar para que Bruno Giménez fusilara al arquerito Muñoz. Y la amargura todavía debe estar dando vueltas. El primer tiempo fue muy entretenido, con situaciones de gol para ambos bandos, y se jugó a un ritmo vertiginoso. De arranque quedó clara la intención de Boca: Guillermo se tiraba a la izquierda, retrasándose, con lo que sacaba de posición a Rojas, su marcador personal; además, Riquelme lo sacaba del centro a Zapata, la otra persecución que planteó Patricio Hernández. Estudiantes se descompensaba entre los jugadores que esperaban en zona y los que tenían que seguir a su marca. Como habitualmente en el Boca de Bianchi, el equipo manejó durante ese pasaje con mucha tranquilidad la pelota, con gran solvencia del triángulo Cagna-Riquelme-Basualdo, bastante más preciso que en los partidos anteriores. Sin embargo, sobre los 15 Estudiantes se rebeló y le tiró toda la presión encima a Boca. Creció Testa, y se sumó a Zapata en la recuperación, empezaron a aparecer en juego Simone, Galletti y Bruno Giménez. En menos de tres minutos, creó tres situaciones claras: una pelota que Giménez le robó a Pereda y que tiró cruzada cerca del palo izquierdo de Muñoz, y una doble tapada del arquero a Galletti y Simone. Con esos argumentos, corriendo mucho más que lo habitual, Estudiantes mostró todo su poder entre los 15 y los 25, y desnudó las falencias de Boca, en especial las del chino Pereda; durante ese tramo quedó claro lo que le va a costar a Bianchi reemplazar a Serna. El peruano no tuvo quite, se equivocó en los pases y al trasladar demasiado perdió varias pelotas con todo su equipo saliendo: una máquina de generar contragolpes. El planteo de Hernández había dado resultados, porque Rojas no lo dejó mover a Guillermo, y entre Azconzábal y Quatrocchi se las ingeniaron para contener a Palermo, que tuvo una sola chance, a los 25, con un cabezazo en anticipo que pasó muy cerca. Además de todo lo bueno que tuvo el primer tiempo, gozó de dos toques de distinción de Riquelme, cuando mató la pelota y con el mismo movimiento dio un pase a Cagna, y el centro de revés y volea que metió desde la izquierda ante un pelotazo cruzado de Basualdo. Luego del conmovedor despliegue del primer tiempo, Estudiantes decayó físicamente. Sin tanta presión arriba y con menos movilidad en el medio, el equipo local ya no tuvo claridad para inquietar al rival. Por eso, con más tranquilidad, Boca se puso su traje de puntero y equipo sólido. Rojas ya no encontraba tanto al Mellizo, y Riquelme manejaba el juego. Pero aparecía extrañamente donde marca la diferencia: en las dos áreas. Arriba, Palermo se entregaba manso a los centrales rivales, y en la propia, tanto Galletti como Simone y Giménez ganaban en pelotas aéreas en casi todos los centros. Así, cuando parecía que rondaba el gol de Boca, llegó un cabezazo de Simone que dio en el palo. Estudiantes todavía daba lucha. Como el resultado no le convenía, Boca se volcó decididamente aganar el partido. Arruabarrena e Ibarra subían y complicaban. Ya ni Romagnoli ni Cardoso contenían y Testa se había sumado al fondo. Cuando parecía un 0-0 clavado, llegó el gol de Riquelme. Bianchi quiso enfriar con dos cambios, y lo pagó caro con el gol del empate, producto de un error defensivo colectivo. Así, Boca se quedó con un gusto amargo cuando un rato antes habría festejado con alegría el punto obtenido.
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