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REPORTAJE EXCLUSIVO, EN RIO, A CHICO BUARQUE
“Jamás escribiría un tango dedicado a Menem”

A los 54 años, el músico carioca utiliza a su nuevo disco “Cidades” como punto de partida para referirse a todos los temas que le interesan: el fútbol, la MPB, el rap y la cuestión social, siempre con lucidez y autocrítica.

Chico Buarque dice que vendría a la Argentina en el segundo semestre.
Su última visita a Buenos Aires fue en el festival de homenaje al Che.

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Por Darío Pignotti Desde Río de Janeiro

t.gif (862 bytes) Francisco Buarque de Hollanda era un niño de 8 años cuando le escribió a su abuela Heloísa: “Ya estás vieja y no te veré más, pero seré cantor para que cuando tengas saudades prendas la radio y me escuches desde el cielo”.
Y Chico honró su palabra. Lleva 35 años escribiendo canciones exquisitas y afiliado a una estética intransferible. En un país afecto a los rankings y los podios, para muchos es firme candidato al cetro de máximo músico popular del siglo, compitiendo con glorias como Tom Jobim (su “maestro soberano”), Joao Gilberto, Vinicius de Moraes y Caetano Veloso. En el video “Carioca” Chico presencia el paso del tiempo en blanco y negro desde un bar, acodado. En el café del hotel Renaissance de San Pablo Chico se acoda otra vez, durante la entrevista con Página/12, y a menudo se embarca en el tiempo, yendo y viniendo. Enciende un cigarrillo. Recuerda los años de la bossa, los carnavales en rosa y verde que son los colores de su escola do samba favorita, evoca a Piazzolla y el tango trunco que nunca terminó “y ya no escribiré”. Habla de los 60 y 70, cuando era un veinteañero que componía canciones casi a diario, militaba en la Música Popular Brasileña (MPB) burlando la censura militar, y en las playas cariocas se mestizaban ricos con garotas y burócratas con amas de casa. Y cualquiera con todos.
Ese es el tiempo que pasó. Chico ya no escucha MPB y dice que prefiere al rap como música de protesta, muere de aburrimiento en los shoppings aunque admite que allí se socializa más que en las playas. A los 54 años y un nieto, cuando Chico escribe sobre el tiempo puede adivinarse que también está haciendo un balance de sí mismo: “Veo aquel río al deslizar/el tiempo al atravesar/mi pueblo (..) con el nombre Paciencia” (“Xote de navegaçao”). Cidades, la producción que presentó en San Pablo, es su primer trabajo musical en cinco años, porque “no tengo la explosión de cuando era joven”, bromea. En este período también surgió su segunda novela, Benjamin, poco celebrada por la crítica. Pero en ese largo silencio también escribió letras, armonías e historias con delicadeza de orfebre y concibió criaturas como “Iracema”, la que nació en Ceara (nordeste) y “voló para América” donde lava pisos, “ve un film de cuando en vez/ no domina el idioma inglés/ novia con un ‘mimico’/ ambiciona estudiar/ canto lírico”. Chico es evasivo cuando se habla de política, apenas suelta alguna crítica contra el presidente (Fernando Henrique) Cardoso y jura que “jamás escribiría un tango dedicado a Menem”.
Se apasiona en cambio con el fútbol y se abre en gestos, bromea y ríe voluminosamente (y una reportera de Belo Horizonte parece derretirse sobre la mesa del hotel) y confiesa ser devoto de Romario. A pesar de su mitológica timidez Chico luce distendido, “estoy terminando 12 semanas de recitales, eso me alegra, no me va la vida de hotel”. En media hora subirá al escenario del Palace, se sentará en una butaca, y desprovisto de todo artificio escénico hará lo suyo: cantará durante hora y media.
–“Cidades” es su última producción del siglo. ¿Qué lugar ocupa en el conjunto de su obra?
–Yo no veo en mi carrera grandes quiebres, no hay discontinuidades. Creo que se sigue una línea más o menos continua en el sentido del perfeccionamiento formal. Este disco y el show son casi una continuación y una consecuencia de “Paratodos”. Inclusive el nuevo show cuenta prácticamente con los mismos músicos que en el último tiempo. Ahora yo gusto más de este trabajo porque lo encuentro más riguroso, más maduro.
–En sus tiempos de estudiante de arquitectura boceteaba ciudades. ¿Sigue haciéndolo?
–Me gustaba diseñar una ciudad completa, hasta con líneas de metros, paradas de taxis, restaurantes y todo. Ahora ya no dibujo, las escribotomando alguna existente, las imagino y a veces las invento completamente...
“El poniente en la espina/ de tus montañas/Casi ciega la retina/ de quien ve/ de noche/Meninas/ pechitos de pitonga/vendiendo por Copacabana/ sus baratelas”(“Carioca”)
–En “Carioca” está ese Río de Janeiro que poco tiene de “cidade maravilhosa”...
–“Carioca” es fundamentalmente Río de Janeiro y hasta le coloqué en la letra eso de “cidade maravilhosa”, porque quería que sonase evidente ese cliché del carton postal y a la vez las meninas que salen a prostituirse sin haber terminado de crecer y los que salen a comprarlas, y el pastor que vende el apocalipsis, y todo lo demás.
–Tiene algo trágico...
–Trágico no... yo diría, más dramático... En el video pusimos los morros cayendo sobre el mar, listos para el turista. Quisimos que se dramatizara una historia, una idea. Cuando visualizamos el tema en un clip no quisimos precisamente esos colores de postal. Elegimos el diseño del clip, es en blanco y negro, por donde el tiempo va corriendo y corriendo bajo esa atmósfera. Esa paradoja que parece tan natural.
–En Río las favelas se tornaron lugares “seguros” desde que están bajo control de los narcos.
–Esas ciudades como Río, San Pablo, ciudad de México, se están tornando ciudades inviables. Yo ya tocaba eso en otro trabajo que fue grabado para el libro Terra con (el fotógrafo) Sebastiao Salgado. Estas ciudades del fin de siglo pobre han sufrido algo así como una hinchazón, a consecuencia de las migraciones rurales, de la falta de condiciones para que esa multitud pudiera permanecer en su tierra, y eso terminó en estos paisajes de la vergüenza. Eso desencadenó todo tipo de dificultades urbanas que vemos en las grandes ciudades, con desempleo creciente que en San Pablo ya llegó al 20 por ciento, que cría otra violencia que no es la del favelado, es la del que perdió las oportunidades que tenía. Eso no es broma, eso ha llevado a que hoy se hable de que hay más violencia en San Pablo que en Río.
–Brasil: “el país de la delicadeza perdida”, decía sobre su carrera un documental de Walter Salles, director de Central do Brasil.
–Yo me pregunto en ese documental qué puede llegar a pasar cuando en el país con la peor distribución de renta mundial la gente descienda de los morros para exigir su lugar en la ciudad, algo que a veces ya sucede. Porque toda esa distancia social está muy cerca geográficamente. En Río encontrás aquella proximidad entre la miseria y la riqueza. Esa localización de las cosas, esa periferia que está en el centro mismo de la ciudad y no en las afueras. Eso provoca el encanto y la desgracia de Río, y provoca también la violencia. Lo que en mi juventud fue lo más atractivo de Río, esa convivencia hasta cierto punto pacífica, ya no es más... hoy cada playa le pertenece a una tribu, tenés la playa de los surfistas, luego la de la marihuana al atardecer, después viene la de los gays, y de allí para adelante. Los departamentos están igual de compartimentados, son guetos de clase media protegidos de los pobres. La clase media sale de sus casas cerradas, en autos cerrados para llegar a otros espacios cerrados que son los shoppings. En un país como Brasil los espacios públicos ya no existen.
–Desde 1997 no actúa en la Argentina.
–Es cierto, la última visita fue en aquel recital de homenaje al Che. Mi ruta inmediata es Belo Horizonte y Portugal, y luego quién sabe, es un ritmo muy cansador. Estamos estudiando ir a Buenos Aires y Montevideo, pero recién en el segundo semestre.
–El éxito de la música brasileña en la Argentina nunca se repite a la inversa.
–Es una historia de amor no correspondido. Allá gustan del samba y aquí ni conocen la zamba. La música viaja mejor que la literatura y la música brasileña viaja tan bien porque prescinde del entendimiento de las palabras. A veces veo cosas graciosas con los idiomas. Por ejemplo, en Brasil prende mucho más el reggae con ese inglés jamaiquino, que el español que a veces parece tener restricción subliminal. Pero la literatura española viaja mejor que la portuguesa, en España no conocen a Jorge Amado, y eso ocurre con toda la literatura de lengua portuguesa. Nos merecíamos alguna compensación, era nuestra revancha (riendo).
–¿Hay una Música Popular Brasileña (MPB) en los 90?
–Hoy los muchachos hacen rap, que es música de protesta, hasta crudamente de protesta, mucho más directa que la del MPB (Música Popular Brasileña) por la ausencia de censura, que a nosotros nos obligaba a un lenguaje más metafórico. Hoy la protesta es cruda, hecha por personas que viven las letras que salen desnudas de adentro de esos infiernos de la periferia. No es aquella canción de protesta que salía de los núcleos universitarios como era mi caso. Además del rap hay otros músicos y compositores interesantes, hay un movimiento como el “Mangue Beat” que hizo Chico Scienze en Recife, la gente de Chico Cesar que no es tan nueva, también está Lenine.
Dinero no le preste/ favores yo ne le di/ no alimente su genio ruin/ usted nada me esta debiendo/ por eso, mi bien no entiendo, por qué anda ahora hablando de mí (“Injuriado”)
–Todo el mundo dice que “Injuriado” está dedicado al presidente Cardoso.
–No hice ese samba para el presidente, que se interprete lo que cada uno quiera con esa letra... No le hice un samba a Cardoso como jamás le escribiría un tango a Menem.
Chico no ahonda en el tema que, según dicen, escribió pensando en Cardoso, con quien se relacionó durante años. El vínculo viene de los círculos progresistas y de la vida académica paulista, donde el padre de Chico, Sergio Buarque, uno de los mayores intelectuales brasileños, fue profesor de Cardoso. Sin embargo Chico y Cardoso vienen cruzándose ironías desde hace tiempo. “¿Será que Fernando Henrique me confunde con el Itamar Franco (enemigo político de Cardoso) de la música?”, se preguntó en alguna ocasión.
–En sus “Cidades” casi no hay referencias directas a la política.
–Hay una confusión sobre lo que yo escribí como música política durante la dictadura. Porque yo no he escrito abiertamente sino pocas veces y en verdad mis canciones políticas no son las mejores. Hoy puedo separar al ciudadano que apoya a un candidato (Lula, del PT) del artista.
–En “Asentamiento” habla de los Sin Tierra.
–Me convocó Sebastiao Salgado (fotógrafo brasileño reconocido mundialmente) para el libro Terra. También convidó a José Saramago y los dos aceptamos de buena gana porque la finalidad del libro era destinar los fondos enteramente al MST (Movimiento de los Sin Tierra). Hago una distinción entre las canciones que tratan de política y las que tratan temas sociales sobre los que sigo escribiendo. Prefiero escribir sobre algo que está en el aire y viene de la política, pero no de este hombre o aquél.
–¿De la corrupción, por ejemplo?
–Tal vez podría escribir sobre la corrupción, pero no escribiría sobre un cierto caso de corrupción o un cierto señor que es corrupto porque, vossabés..., hay tanta que cuando salga el disco ese caso ya sería viejo porque habría 10 nuevos. Escribiría genéricamente sobre la corrupción. Es una buena idea, quien sabe si no hago una canción sobre eso. Gracias por la idea.

 

 

Un fan del gran Romario

–¿Hablamos de fútbol o eso lo pone mal?
–¿Por qué lo dice?
–Usted es torcedor del Fluminense (uno de los mayores clubes brasileños, descendido a 3ª categoría).
–No, eso ya no es una tragedia para mí, en verdad hoy en día me intereso más en jugar con mis amigos (para Polithema) que en ir a la cancha.
–Entonces no hablemos de Fluminense, hablemos de Romario que está en boca de todos...
–Si quiere hablamos de Fluminense imaginando que compró a Romario, ahí sí que me está gustando. Ahí ya estoy invitando whisky para todos, porque el único que nos salvaría es Romario. Romario es uno de los jugadores más criticados, y él siempre vuelve, si pasa tres semanas sin marcar un gol ya dicen que está acabado. Nunca vi nada igual, hay tolerancia cero con él, nunca vi a alguien a quien mataran tantas veces y tantas veces resucitara. Tiene más vidas que Jorge Ben (músico brasileño célebre por sus andanzas). Para mí él sigue siendo un crack y ahora la está rompiendo.

 

 

Una historia desconocida con Piazzolla
“Astor estaba enojadísimo conmigo”

t.gif (862 bytes) –En “Sueños, sueños son” recurrió a un bandoneón, algo infrecuente en la música brasileña.
–Los arreglos no son míos, son de Luis Carlos Ramos, pero pasan por mi supervisión. En esa canción busqué un aire, un ambiente de tango sin que se tratara abiertamente de un tango, pues allí hablo del continente (“incomodado estoy, en un cuerpo extraño/ con gobernantes de la América latina/ notando mi mirar ardiente”).
–¿Escribiría un tango?
–No me atrevería, aunque he cantado un aire de tango con Caetano, “Ventanas Abiertas en dos”, también en la Opera do Malandro hay un cliché de tango mío, hice algo parecido con Edu Lobo y también tengo otro inconcluso con Piazzolla. Si pudiera volver atrás habría concluido la letra de un tango que Piazzolla me había encargado, y allí sería coautor de un auténtico tango argentino, y de un tango de Piazzolla.
–¿Quedará inconcluso?
–Sí, porque yo sólo hago las letras estando con mis coautores, tengo varias canciones con Tom (Jobim) que no haré porque sin él no hay gracia. Tampoco tiene caso hacerlo con Piazzolla, no tendría el placer de retribuirle su partitura. Todavía guardo la cinta que me grabó.
–¿Cómo fue la historia?
–La última que vez que vi a Piazzolla fue durante la grabación del programa de TV que teníamos con Caetano en la Globo en los 80, creo que en el ‘86. El llegó para grabar y yo le pregunté: “Astor, ¿te acordás de aquella música que me dejaste en los 70?”. Piazzolla se había olvidado, entonces le llevé la cinta para que la recordara y él preparó un arreglo para que yo le pusiera la letra de una vez. Tenía cinco días para hacerlo, ya había demorado más de 10 años. en esos cinco días puse todo de mí porque encontraba formidable poder cantar un tango con Piazzolla en el programa. Pero... sucede que yo no hago las letras cuando quiero, a veces ellas no vienen, y no conseguí hacer una letra a la altura de aquella dupla. Piazzolla estaba enojadísimo conmigo. Aún recuerdo que cuando llegué al estudio Tom (Jobim) trataba de aplacarlo diciendo que Chico es así, que a veces va a jugar al fútbol y olvida las cosas, ya me ha hecho eso a mí otras veces, algo que era cierto. Pero seguía enfurecido como un niño. Y tenía razón, el hombre me había entregado una fruta y yo le devolví compota.

 

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