El País
de Madrid
Por Walter Oppenheimer y J. M. Larraya
Desde Bruselas y Washington
El
ministro de Relaciones Exteriores británico, Robin Cook, defendió ayer el envío de
tropas aliadas de infantería a Kosovo en cuanto sea posible. Cook se ha sumado así a la
polémica sobre la necesidad o no de enviar tropas de tierra para derrotar al presidente
yugoslavo, Slobodan Milosevic, reabierto este fin de semana por expertos del Pentágono.
Según éstos, sólo el envío de estas tropas permitirá derrotar a Milosevic.
Sus palabras tienen importancia en la medida en que es una voz muy autorizada, aunque su
posición no se ha diferenciado demasiado de las posturas ya expresadas por la OTAN
semanas atrás y que palpitan en el acuerdo del G-8: el envío de tropas no sólo en el
caso de que Milosevic acepte el despliegue de una fuerza de paz, sino en el supuesto de
que ese despliegue tenga el padrinazgo del Consejo de Seguridad pero no el visto bueno del
líder serbio.
El ministro británico se opuso a una invasión abierta de Kosovo en el caso de que los
serbios puedan ofrecer una resistencia seria. Lo que defendió es que los militares
estudien la manera de sacar provecho del fuerte impacto de la campaña aérea
aliada, y recordó que la OTAN ya está reexaminando los planes de intervención
terrestre. Es decir, abrir las puertas a una intervención terrestre no sólo en el caso
de que Milosevic lo apruebe, sino incluso si se opone. Pero sólo si las fuerzas de la
OTAN tienen la seguridad de que la oposición del ejército yugoslavo será escasa.
Esa reevaluación de las necesidades logísticas del despliegue terrestre llegó ayer
hasta el Comité Militar de la OTAN, que en unos días lo hará llegar al Consejo
Atlántico, según afirmaron ayer los portavoces aliados. La Casa Blanca calcula el costo
político de pactar con Milosevic. Para una sociedad que divide el mundo en ganadores y
perdedores, la guerra de Kosovo no va bien. La victoria, el desfile bajo los confetis por
la avenidas de Nueva York, no está en el horizonte inmediato, informa José Miguel
Larraya desde Washington. A medida que pasan las semanas, la mejor hipótesis desde
Washington parece ser el alcanzar un acuerdo diplomático con el gobierno de Belgrado que
incorpore en la mayor medida posible los cinco puntos exigidos por la OTAN.
El general invierno, capaz de segar más vidas que la limpieza étnica, está
a menos de cinco meses de distancia, y cerca de un millón de refugiados esperan,
prácticamente a la intemperie, el regreso a sus hogares. El tiempo, cronológico y
atmosférico, puede ser el mejor aliado de Slobodan Milosevic. El problema es cómo vender
a la opinión pública norteamericana su presencia en lo que puede ser una nueva versión
de los acuerdos de Rambouillet.
El Pentágono, curándose en salud, ha vuelto a hacer saber que sin una invasión por
tierra es difícil que se cumplan todos los objetivos políticos que se ha fijado la OTAN.
Así se lo comunicó hace unas semanas por carta al presidente Bill Clinton, según
publica en su última edición el semanario Newsweek.
El regreso de los refugiados kosovares a sus hogares exigirá, en caso de acuerdo de
Belgrado, un despliegue militar aliado que rondará los 50.000 hombres, por lo que los
preparativos para el traslado de esa fuerza deben comenzar pronto. En medios
norteamericanos, la declaración del ministro de Asuntos Exteriores británico, Robin
Cook, en favor de una intervención terrestre de la OTAN en Kosovo se interpreta como una
forma de presionar a Milosevic para que acepte las condiciones de la Alianza. Cook, que se
ha convertido en el portavoz del sector más duro de la OTAN, viajará esta semana a
Washington para apoyar a la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright. En
Estados Unidos, el gran debate de la opinión pública es otro, el de la violencia en los
colegios. Y sólo el inminenteestreno de los nuevos capítulos cinematográficos de la
Guerra de las Galaxias, con uno de los lanzamientos publicitarios más espectaculares de
la década, distrae al país de esta polémica.
SIGUE LA GUERRA ENTRE INTELECTUALES
Debray de rojo a negro
Página/12
en Francia
Por Eduardo Febbro
Desde París
En Francia, como en
otros países occidentales, continúa la guerra de los intelectuales. De
vuelta de un viaje de 10 días por Serbia, Régis Debray publicó un difundido artículo
en Le Monde, donde defendió al régimen del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic y
demolió todos los argumentos de la OTAN.
Las reacciones a su artículo fueron tan numerosas como violentas. La más concreta fue la
del diario Libération, que hizo una tapa con lo que llamó El caso
Debray y se dedicó a verificar en los lugares mencionados por Debray la
información que él proporcionó para acusar a la prensa internacional de haber mentido.
Lo primero que sobresale es la amplitud de la estructura desinformativa que montó Debray.
El entredicho sigue en torno de otra información dada por el ex compañero Debray:
300 escuelas fueron destruidas por las bombas de la OTAN. Los niños,
abandonados a sí mismos, no van más a las clases. Falso, asegura Libération:
las escuelas no son objetivos de la OTAN. Ningún error de tiro grave fue
señalado por los serbios.
Régis Debray sostiene también que los niños juntan tubos amarillos explosivos con
forma de juguete (modelo CBU 87) como el que los soviéticos lanzaron en
Afganistán. Mentira, demuestra Libération: La existencia, nunca verificada,
de juguetes explosivos es un gran clásico de los rumores de guerra. Otra falacia
del intelectual fue afirmar que 400 mil serbios de Krajina fueron expulsados por los
croatas. Acota el matutino: fueron 180 mil, y fue a pedido de los mismos
serbios. Debray trata de mentirosa a la OTAN por no aceptar haber provocado
víctimas civiles. Sin esfuerzo, Libération recuerda que la OTAN reconoció 8
errores, con el de la embajada china en Belgrado. Entrevistado por Libération,
Debray admitió a medias algunas de sus exageraciones y dice sólo quise ayudar a
que el debate se desbloqueara.
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