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EHUD BARAK GANO AMPLIAMENTE EN LAS ELECCIONES ISRAELIES
Para la paz es mejor un soldado

El ex jefe del ejército y líder laborista Ehud Barak obtuvo el 57 por ciento de los votos en los comicios generales y se convirtió en el nuevo premier de Israel. “Se abre un nuevo camino de unidad”, dijo al conocer los resultados.

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t.gif (862 bytes)  Según las encuestas a boca de urna, el candidato laborista Ehud Barak obtuvo una resonante victoria en la primera vuelta de las elecciones generales israelíes sobre el actual premier Benjamin Netanyahu. Barak estaría logrando el 57 por ciento de los votos, frente al 43 por ciento de Netanyahu. Los datos coincidieron con el escrutinio del 52 por ciento de los votos. La coalición liderada por el laborismo se quedaría con 30 bancas mientras el hasta ahora gobernante Likud lograría 20, pero Barak podría lograr una alianza con los partidos de izquierda y de centro para conformar la mayoría en el Knesset (Parlamento israelí). “Tengo muchas esperanzas y creo que hoy iniciaremos un nuevo camino de unidad”, dijo el premier electo en la localidad de Beersheba. “El pueblo de Israel ha dado un fuerte mandato al nuevo premier”, declaró el presidente norteamericano Bill Clinton, saludando a Barak.
Una interpretación apurada indicaría que el triunfo de Barak significa la revitalización del proceso de paz y que, por ende, los palestinos y los árabes deberían estar contentos. Sin embargo, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) mostró mucha cautela. “Los palestinos y los árabes no deberían precipitarse y regocijarse por la victoria de Barak”, dijo el ministro de Cultura e Información de la ANP, Yasser Abed Rabbo. “Es conveniente examinar previamente la política que seguirá a estos hechos”, dijo Abed Rabbo. Durante la campaña electoral israelí, la ANP ha evitado todo compromiso público con Barak. El mismo candidato árabe, Azmi Bishara, manifestó sus dudas respecto del candidato laborista, a pesar de que, con el retiro a último momento de su postulación, le “entregó” sus votos (el tres por ciento, según las encuestas previas).
“Quiero felicitar a Ehud Barak por su victoria. Nosotros respetamos la elección del pueblo, esa es la democracia. Tras veinte años de actividad al servicio del Estado, tengo la intención de abandonar la dirección del Likud”, dijo Netanyahu desde un hotel en Tel Aviv, una hora después de que se diera a conocer la primera encuesta a boca de urna. “Tengo mucho para dar al país, pero ha llegado el momento de tomar una pausa”, completó el premier saliente, flanqueado por su canciller, el “halcón” Ariel Sharon.
Netanyahu resultó ampliamente derrotado en los comicios para premier, pero también en los votos parlamentarios. El Likud, que hasta hoy tenía 32 representantes en el Knesset, se estaría quedando con 20 bancas. De todos modos, el partido ultraortodoxo Shas, que formaría la coalición de oposición con el Likud, elevó el número de sus legisladores de 10 a 15. La coalición “Un Israel”, formada por el Partido Laborista, el Partido Gesher y el grupo religioso moderado Meimad, estaría obteniendo al menos 30 bancas. Entre quienes seguramente formarán su base parlamentaria de apoyo, figuran el partido secular Meretz, el partido de los inmigrantes rusos Israel Be Aliya, los partidos árabes y el partido Shinui. Todos ellos obtendrían entre seis y siete bancas.
Tel Aviv se convirtió en el centro más importante de festejos. Descorchando champagne, los manifestantes coreaban “Tú, Netanyahu, destruiste el país, andate”, y bailaban alrededor de un retrato del ex premier asesinado Yitzhak Rabin donde se leía la leyenda “Restaurando la esperanza”.

 

QUIEN ES EHUD BARAK.
Un Napoleón sin carisma pero con precisión militar

The Guardian
de Gran Bretaña

Por David Sharrock
Desde Jerusalén

t.gif (862 bytes) Lo llamaban Napoleón en su unidad de élite del ejército. El cuerpo fuerte pero bajo dena19fo02.jpg (10605 bytes) Ehud Barak, sus ojos redondos y esos labios finos que los asesores de imagen del líder laborista le dijeron que quedarían mejor con una pizca de colágeno no son los rasgos típicos de un líder glamoroso y heroico. Y, sin embargo, eso es justamente lo que Barak es. Como el soldado más condecorado de Israel, se lo conoce como el “Guerrero Número Uno”. La historia de su vida se lee como una parábola acerca de cómo sobreponerse a los defectos personales y confundir a los escépticos. Nacido con el nombre de Ehud Brug de padres de origen lituano y polaco en un kibutz, seis años antes de la fundación del Estado judío, Barak es el ejemplo típico de la élite Sabra. Pero él desafió las normas sociales del kibutz al saltearse el fútbol, el baile folklórico y los movimientos juveniles para dedicarse durante 10 años a estudios serios de piano. Barak se ganó el respeto de sus iguales de otras maneras, como un genio mecánico que podía arreglarlo todo (y hasta abrir el candado del negocio de golosinas del kibutz).
Se decía que si uno le regalaba un reloj caro al último líder laborista, Shimon Peres, éste lo usaría como adorno. Si se lo dieran a Barak, éste lo desarmaría para ver si lo puede hacer funcionar mejor. A raíz de su estatura y su precaria salud, sus compañeros del kibutz se reían de él cuando se postuló como piloto en su servicio militar en 1959, a la edad de 17 años. Fue rechazado, pero logró abrirse camino y entrar a una de las unidades de élite de las fuerzas de defensa de Israel. Eso fue gracias a las habilidades que rápidamente demostró como rastreador. Fue bienvenido al célebre comando 269. Barak era el comandante de Netanyahu en una de las más conocidas misiones de la unidad, cuando dirigió en 1972 el ataque al avión de las líneas aéreas belgas Sabena secuestrado en el aeropuerto de Tel Aviv, matando a los guerrilleros palestinos y rescatando a cientos de pasajeros. Travestido de mujer árabe, Barak también condujo un asalto en el corazón de Beirut y mató a tres guerrilleros de la Organización para la Liberación de Palestina en la operación Primavera de la Juventud. En 1973, durante la guerra del Yom Kippur, salvó al político Yitzhak Mordejai de ser capturado por los egipcios.
Intercalado con su carrera militar, Barak encontró el tiempo para estudiar análisis de sistemas en la Universidad de Stanford en los Estados Unidos y durante un tiempo hasta trabajó como detective privado en casos de divorcio para aumentar su magro sueldo. Pero Barak ascendió rápidamente en el ejército, convirtiéndose en jefe del Estado Mayor a comienzos de la década de 1990. Estuvo al frente de un castigo violento contra la intifada palestina de Cisjordania y la Franja de Gaza, pero también ayudó a negociar un tratado de paz de 1994 que les dio a los palestinos control sobre partes del área. Se retiró del ejército en 1995, ejerciendo brevemente como ministro del Interior hasta el asesinato de Rabin. Peres lo nombró entonces ministro del Exterior.
Protegido de Rabin, Barak prometió seguir sus pasos por el sendero de paz de Oslo. El año pasado, como parte de sus esfuerzos por reconstruir la imagen de su partido, visitó asentamientos en Cisjordania y declaró que estaban a salvo bajo su liderazgo. Aprendiendo de Tony Blair, Gerhard Schroeder y Bill Clinton, reinventó al Partido Laborista como Un Israel, dejando de lado gran parte de su ideología y llegando a grupos tradicionalmente ignorados por la élite de Israel. Se disculpó ante los sefaradíes, judíos que inmigraron mayormente de Marruecos, por los malos tratos recibidos.
El año pasado le dijo a un entrevistador que, si él hubiera nacido palestino, se hubiera unido a su lucha de liberación. Parecía una gaffeingenua, pero logró reforzar su reputación de honestidad comparada con lo tramposo que se percibía de Netanyahu. Con la ayuda de los asesores de imagen norteamericanos y a pesar de su falta de carisma, luchó una efectiva campaña electoral con precisión militar. Un admirador escribió: “Barak trabaja con láser. Preciso, en foco, letal, oculto, sin dejar rastros. Donde otros ven detalles, él ya vio todo el cuadro. Cuando otros hablan del próximo paso, él ya está pensando en varios pasos más adelante.”
(Traducción: C. Doyhambéhère.)



OPINION


Un cambio a largo plazo

Por Mario Sznajder *

t.gif (862 bytes) La victoria de Ehud Barak en las elecciones israelíes tienen una significación bastante clara para el proceso de paz con los palestinos: éste se podrá reiniciar con un mayor apoyo en el resto del mundo, con una menor reacción negativa en Medio Oriente y con una mayor confianza dentro de Israel. En esto último influye mucho el pasado militar de Barak, pues le otorga un alto grado de credibilidad. El nuevo premier israelí tiene una comprensión estratégica de los problemas árabe-israelíes que a Benjamin Netanyahu siempre le faltó.
Tomemos el ejemplo de la franja de seguridad del sur del Líbano. En sus tres años de gobierno, Netanyahu no logró resolver los problemas que genera la guerrilla pro iraní Hezbollah, como tampoco habían logrado resolverlo los gobiernos anteriores. Las ofensivas del Hezbollah se volvieron cada vez más violentas y en enero de este año murió en uno de sus ataques el jefe del Ejército israelí en la zona, el general Ezer Gerstein. Allí fue palpable que para Israel era necesario retirarse del sur del Líbano y Barak, en aquel momento y ayer, afirmó que iba a hacerlo en el plazo máximo de un año.
Esto no quiere decir que Barak, o quien fuere, esté reconociendo la derrota de Israel. Hay que poner los datos dentro de un proceso sociológico lento, de largo alcance, que no es palpable entre una elección y la otra, pero que está sucediendo con fuerza en todo el Medio Oriente. Y este proceso es el acercamiento entre árabes e israelíes. No se pueden comparar las actitudes sociales actuales de ambos pueblos a las de diez o veinte años atrás. Hay un mayor conocimiento mutuo, las relaciones se manejan con más realismo, con menos ideologías y, fundamentalmente, con menos mística. Ni el proceso de paz, ni la retirada de Israel del sur del Líbano pueden ser considerados simplemente como el triunfo de uno de los bandos en pugna. Más bien se trata de que el carácter mismo de la pugna está cambiando.
Es de esperar que, tal como se está dando este cambio, los extremos de ambas sociedades se sientan desplazados o amenazados y comiencen a radicalizar sus ideologías y sus actitudes místicas. Pero no hay que confundir el impacto de algo fuerte e inmediato, como el acto terrorista violento y la respuesta militar masiva, con un proceso social a largo plazo, más lento, menos visible, pero más profundo.

* Profesor de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

 

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