El jefe del
Ejército, teniente general Martín Balza, calificó ayer como agraviante una
frase de la declaración testimonial del ex jefe de Inteligencia del III Cuerpo del
Ejército, teniente coronel Abel Guillamondegui, ante la justicia cordobesa en una causa
por espionaje ilegal. Según reveló ayer Página/12, Guillamondegui aceptó haber hecho
un seguimiento de una causa anterior por terrorismo de Estado en Córdoba porque
todo lo que hace a derechos humanos nos interesa porque ésa es una forma de atacar
al Ejército. Por otro lado, Balza también se refirió al general Eduardo
Cabanillas, cuestionado por haber sido subjefe en el campo de detención clandestino
Automotores Orletti durante la dictadura. El jefe del Ejército opinó que Cabanillas
debería esclarecer su situación en el juzgado correspondiente y, luego, cuando sea
llamado ante la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados.
Centro de todas las miradas luego de haber dispuesto el relevo de dos oficiales y dos
suboficiales de inteligencia militar, Balza afirmó ayer que la orden de espionaje que
habría impartido el coronel José Luis Bó, titular de la Jefatura II del Ejército, fue
ilegítima e ilegal. Es ilegítima porque ningún miembro del Estado
Mayor, no sólo ese coronel, sino también sus jefes inmediatos como por ejemplo el
general Jorge Miná, tiene facultades para impartir órdenes al jefe de un elemento
dependiente de un comando de cuerpo. Por eso es ilegítima, está impartida por quien no
tiene facultades, explicó Balza. Y agregó: Y es ilegal porque aparentemente
vulnera la normativa vigente. Esta ilegitimidad e ilegalidad no ha podido ser desconocida
por el jefe que la recibió.
El inicio del problema militar fueron las dos causas que investigan en Córdoba la jueza
Cristina Garzón de Lascano y la fiscal Graciela López de Filoñuk. Una es por la
sustracción de menores hijos de desaparecidos y otra por las desapariciones ocurridas en
Córdoba durante el imperio del terrorismo de Estado en la dictadura. Testigos de estas
causas en general, dirigentes de organismos de derechos humanos y ex detenidos
denunciaron amenazas y seguimientos. La jueza Garzón de Lascano aceptó las denuncias y
abrió una nueva causa, fue en la que le tomó declaración a Guillamondegui, quien tiró
su reveladora frase sobre los derechos humanos.
Claro que nos interesan los derechos humanos, ¿cómo no nos van a interesar?,
respondió Balza, en diálogo con Radio Del Plata. Pero nos interesan para su
respeto, nos interesan los derechos humanos para el cumplimiento realmente de lo que es
ese derecho, añadió. Respecto de los antecedentes del coronel Bó quien
supuestamente puso en marcha el operativo de espionaje, explicó que fue ascendido
el año pasado y que es jefe de un departamento de contrainteligencia del Ejército, en
donde vendría revistando desde antes pero en otro cargo.
Antes de que el escándalo llegara siquiera al conocimiento público, el viernes pasado,
Balza y el jefe del III Cuerpo del Ejército, Juan Manuel Llavar, relevaron a Bó,
Guillamondegui, y a los suboficiales Roberto Luciano Quiroga y Edmundo Orsolini. Además,
Balza se presentó espontáneamente el martes en el juzgado y desautorizó el accionar del
grupo. Ayer, incluso, el jefe del Ejército no descartó que los militares relevados
hubieran actuado en solidaridad con el general Luciano Benjamín Menéndez, ex jefe del
III Cuerpo del Ejército, y principal imputado en las causas por violación de los
derechos humanos. Tendría que decir que no descarto nada, puntualizó Balza.
Cuando habló del caso Cabanillas, el jefe del Ejército insistió en que el militar le
manifestó que nunca estuvo en Automotores Orletti. Que él trabajó en un organismo
de la SIDE, pero que no estaba allá y que estaba acá, ubicado en la ciudad de Buenos
Aires, precisó. Y aclaró que en el legajo que envió para su promoción al
Congreso sólo figuraba que había estado en comisión 177 días con el grado de capitán
en la SIDE. Con todo, cuando profundizó un poco más en el tema, Balza fue claro cuando
advirtió que Cabanillas debería esclarecer su pasado ante la Justicia y ante la
comisión correspondiente de Diputados.
LA FISCAL ACUSARA A CUATRO MILITARES Y UN
CIVIL
Una asociación non sancta
Los
cuatro militares vinculados con tareas de inteligencia sobre la Justicia federal de
Córdoba serán acusados hoy por la fiscal Graciela López de Filoñuk, quien promovería
acción penal contra el suboficial mayor del Ejército, Roberto Luciano Quiroga, el
sargento ayudante Edmundo Víctor Orsolini, el jefe de inteligencia del Tercer Cuerpo,
Abel José Guillamondegui y el teniente coronel José Luis Bo, de la Jefatura II de
inteligencia con asiento en Buenos Aires. Además de los militares, la fiscal iniciará
acciones penales contra un civil del que se sospecha que participó en la maniobra de
espionaje.
De todos ellos, Quiroga ya está imputado por falso testimonio, delito en el que incurrió
cuando declaraba ante la jueza Cristina Garzón de Lascano al no reconocer las evidencias
que se le expusieron sobre las tareas que habría realizado. Fuentes judiciales dijeron a
Página/12 que, recordando que la Ley de Defensa nacional prohíbe pero no penaliza las
tareas de inteligencia interna, la fiscal podría apelar a la figura de asociación
ilícita para acusar a los militares.
La fiscal acusará también a un civil. Se trata de Santiago Houston, funcionario que se
desempeña en el juzgado federal Nº 1 a cargo de Ricardo Bustos Fierro pero que, en
realidad, es dependiente de la Región Aduanera con asiento en Córdoba, ente que agrupa a
varias aduanas del interior del país. Esta entidad depende de la Administración Nacional
de Aduanas.
Un funcionario a cargo de la repartición explicó ayer a Página/12 que hay a dos o
tres funcionarios de la Región destacados en otros ámbitos públicos, que brindan
asesoramiento técnico en temas puntuales. La fuente señaló que es el titular de
esa entidad quien los afecta a otras funciones y se excusó de dar explicaciones sobre el
caso particular de Houston, aunque dijo que en referencia a los juzgados suelen ser los
jueces quienes solicitan el personal.
Guillamondegui y Orsolini ya habían reconocido ante la jueza las tareas de seguimiento
que realizaban sobre la causa que instruye la magistrada para conocer la verdad
histórica en torno de los desaparecidos y encontrar a los responsables del robo y
apropiación de menores nacidos en cautiverio durante la dictadura militar. Garzón de
Lascano cuenta con cintas de escuchas telefónicas que se efectuaron en los despachos del
juzgado. Las citaciones de próximos testigos y los pasos a seguir en la causa eran el
objetivo principal del informador que se metió en tribunales.
El abogado de los militares implicados, Eduardo Rodríguez Aramburu, espera ver
cómo juega la fiscalía para luego mostrar sus cartas. Algunos de los
argumentos que ya sostiene son: la Ley de Defensa nacional, si bien prohíbe a las Fuerzas
Armadas realizar tareas de inteligencia internas no establece penas; existen un par de
decretos del presidente Carlos Menem donde se relativiza en parte esta prohibición y, por
último, la normativa del Consejo de Seguridad de las FF.AA.
Página/12 dio a conocer ayer la sanción de tres días de arresto que se le había
impuesto a Guillamondegui luego de que Garzón de Lascano allanara la Central de Reunión
de Información (ex Batallón de Inteligencia). El dato, confirmado por el abogado del
militar, no resulta menor si se tiene en cuenta que el único habilitado para decidir esa
sanción es el titular del Tercer Cuerpo del Ejército, el general Juan Manuel Llavar.
¿Por qué se sancionó al militar después del operativo de la Justicia federal en el que
se llevaron, entre otras cosas, las cintas que los inculpan?, es una pregunta que la
jefatura del Tercer Cuerpo no quiso contestar.
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