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Por Pedro Lipcovich ![]() En setiembre de 1997, la señora R. T. envió una carta de lectores a un diario rosarino denunciando al psicólogo Jorge Rodríguez Solano por haber abusado sexualmente de ella en el curso de un tratamiento psicoanalítico. Poco antes ella había formalizado la acusación ante el Colegio de Psicólogos local, cuyo tribunal de ética abrió una causa. A partir de la difusión periodística, tres mujeres más presentaron denuncias similares ante el Colegio. R. T. declaró que, entre otras cosas, el terapeuta le pidió que se acostara boca abajo y se ofreciera sexualmente, para lo cual le sacó las sandalias y le ayudó a sacarse el pantalón. El esposo de la paciente se entrevistó con el terapeuta para pedirle explicaciones, y Rodríguez Solano, según figura en el expediente, contestó: ¿Cómo sabe que no le gustó?. Según otra denunciante, el psicólogo le pidió que se bajara los pantalones y también que se masturbara; a otra se le acercó por atrás y llegó a tocarla; a otra, el terapeuta la inducía a encontrarse con un anterior novio para mantener relaciones sexuales y así cerrar un ciclo que consideraba inconcluso, según las actas del juicio. Como culminación del proceso, que duró más de un año y medio, el Tribunal admitió las acusaciones y decidió cancelar la matrícula de Rodríguez Solano. Este recurrió la medida ante la Cámara de Apelaciones rosarina. El presidente del Colegio de Psicólogos de Rosario, Juan Marchetti, explicó a Página/12 que, hasta tanto la Justicia se expida, la sanción queda en suspenso, o sea que Rodríguez Solano puede continuar en el ejercicio profesional. En su fallo, el Tribunal de Disciplina manifiesta que el modo de proceder del denunciado sigue un modelo de sometimiento utilizando la problemática de las pacientes, que los efectos de este dominio sobre la voluntad de las pacientes se vuelven más eficaces y perjudiciales en tanto se utilizan los profundos y complejos mecanismos de la sexualidad humana y que el proceder del denunciado constituye un uso abusivo y distorsionado del poder que otorga al analista la transferencia. El Tribunal señala la gravedad de la conducta que se le reprocha al denunciado, unida a su trayectoria de docente y directivo de instituciones, entre ellas este Colegio de Psicólogos, de cuya comisión directiva fue vocal hasta hace cuatro años. Consultado por este diario, el psicoanalista Sergio Rodríguez, ex presidente de la institución Herramienta Freudiana y director de la revista Psyché, destacó que quien se aprovecha del poder de la transferencia para usarlo en función de su perversión trasgrede la ética del psicoanálisis y merece ser excluido del movimiento psicoanalítico. Observó, sin embargo, que no es adecuado plantear la cuestión sólo en términos de sometimiento de las pacientes, porque la transferencia no equivale a una hipnosis. Es cierto que otorga un fuerte poder, ya que el paciente en transferencia supone que quien lo atiende sabe qué es lo mejor para curar sus males, pero la persona que se presta a la actuación perversa también tiene su responsabilidad: la responsabilidad de todo sujeto ante las opciones que le presenta un acto posible. El director de Psyché citó el caso de una colega que se analizaba con un tipo que intentó manosearla en una sesión: ella se levantó del diván y fue hacia la puerta del consultorio; él quiso bloquearla en un rincón pero ella se lo sacó de encima y se fue. Por lo que dice, no es novedad que esto suceda observó Página/12. No. Pero es muy difícil que las personas afectadas por la perversión del analista hagan la denuncia y la sostengan, porque sienten vergüenza o porque les queda un resto de transferencia con él.
POR UNA DENUNCIA DE AMADEO
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