Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

LOS NUMEROS DE LA BARBARIE
Por Jack Fuchs *

na32fo01.jpg (14683 bytes)

t.gif (862 bytes) Dentro de pocos días estaré en París. Más precisamente en la Unesco, donde participaré de un homenaje a Raoul Wallenberg por su labor de salvataje durante los terribles años del nazismo en Europa.
Llego hasta allá en nombre de mis familiares, en nombre de todos mis muertos y en nombre de todos los vivos.
Llego sabiendo que el ser humano es capaz de inventar cualquier ideología, desde la más suprema –como es la de la dignidad– hasta la más perversa –como es el asesinato–; en nombre de las revoluciones y en nombre de las contra-revoluciones, en nombre de los que están a favor del capitalismo y quienes lo niegan, en nombre de los que acuerdan con el nacionalismo, y viceversa, en nombre de los que enaltecen al comunismo y en nombre de los que están en oposición. En nombre de la destrucción. Y en nombre de la re-construcción. En nombre de los que crean fronteras. Y en nombre de los que las derriban. Llego en nombre de todos los argumentos y los contra-argumentos.
Llego con el convencimiento de que, cuantas más explicaciones se dan, más ayudan a comprender y, porqué no, mejor justifican la violencia, el odio y hasta la misma guerra. Porque en la guerra, a pesar de sus reglas, todo está permitido.
Llego con la certeza de que no se debe entregar el poder a ningún hombre. Un hombre no es más que eso, y por su humana condición, no es infalible. En cada generación, en diferentes lugares, surgen personas que se consideran mesiánicas, que prometen la solución de todos los problemas. Sólo exigen tiempo y devoción. Y cuando se les entrega el tiempo y la devoción, cuando el líder lo tiene todo, no hay retorno posible. Hitler prometió que, si le daban 10 años, sólo 10, gestaría una nueva Alemania: una Alemania que no conociese desocupación ni desorden social.
Llego para decir que la realidad fue otra. En 10 años eliminó a todos los partidos. Asesinó a todos los que se interpusieron en su camino. Encarceló. Obligó a buena parte de las mujeres a coser uniformes para el ejército. Asignó a miles de hombres a la fabricación de tanques de guerra, submarinos, aviones, municiones, y otros cientos fueron reclutados en la Gestapo, la policía y los S.S. Pero en la guerra no existe la victoria. Sólo víctimas.
Llego para informarles que se quemaron millones de libros mientras se imprimían otros dedicados a la propaganda del régimen y que, cuando todo estuvo bajo control, el nacionalsocialismo alcanzó su mayoría de edad. Bajo el lema: Alemania hoy, el mundo entero mañana, las nubes más negras se adueñaron de Europa. Pero ya era tarde. Corría 1939.
Los tiempos cambiaron. Alemania tenía trabajo. Los hijos de ese nuevo país morían congelados y hundidos. Alemania tenía orden mientras los padres fabricaban herramientas para la destrucción, los hijos se enfrentaban a los supuestos enemigos. Conclusión: 6 años de guerra, 6 años de matanzas. 70 millones de hombres en un conflicto que nadie imaginó. 10 millones de soldados. 20 millones de civiles. Los números de la barbarie.
A través de la historia el hombre siempre estuvo preparado para matar y dejarse matar en nombre de cualquier ideología. Por eso, 54 años después, inclino mi cabeza y, silenciosamente, elevo mi humana plegaria recordando a todos aquellos que, víctimas de la insensatez y el odio, dejaron al mundo huérfano de varias generaciones cuyo pecado fue haber estado condenadas por la mesiánica locura de los hombres.

* Sobreviviente de Auschwitz.

REP

 

PRINCIPAL