OPINION
Como quien se desangra
Por Martín Granovsky |
Carlos
Menem designó a dos funcionarios casi desconocidos, Manuel García Solá y José Alberto
Andrés Uriburu, para ocupar ministerios importantes al final de su mandato. Menem apostó
con ellos a una administración sin tropiezos ni conflictos. Es más sensata esa decisión
que andar buscando la re-re, sin duda, y por eso la respaldan con un silencio agradecido
Eduardo Duhalde y Fernando de la Rúa. Sin embargo, el Presidente no piensa en la
sucesión, propia o ajena, cuando cuerpea su propio final. Más que hablar de la relación
con los candidatos a reemplazarlo, su postura de administrador puro dice mucho sobre el
propio Menem.
El Presidente no quiere ponerse escollos a sí mismo. Si lo desconocido no le
garantiza, además de misterio y sorpresa, victoria, hoy prefiere la sencillez de la
burocracia. De la Rúa busca demostrar que no es aburrido. Menem desearía probar que él
puede serlo si se lo propone.
El Presidente quiere que el establishment se quede manso y tranquilo y le reconozca
muñeca de estadista. Que lo admire cuando apoya a Roque incluso desafiando a Soros y
tratándolo como un timbero.
Los dos puntos forman uno solo y permiten prever que el final de Menem será muy parecido
al principio. Como cuando incorporó a los Alsogaray, es posible que Menem sobreactúe
ahora su matrimonio con el establishment.
Su necesidad es doble. Por un lado, quiere irse sin los cimbronazos que terminaron de
disolver en 1989 el capital político que Raúl Alfonsín tenía en 1983. Por otro,
procura mantenerse como referente confiable de la alianza entre el peronismo y los
sectores tradicionales de poder para dirigir la oposición, si Duhalde pierde, y desde
ahí luchar por la vuelta en el 2003.
Evitar una corrida y una devaluación es el gran objetivo de Menem, como lo era en 1989
para Alfonsín. Menem cuenta con un dato a su favor: al contrario de Alfonsín y Juan
Sourrouille, él es ya un hombre de los mercados, y Roque también. Pero la
asombrosa internacionalización financiera puede jugarle en contra. Quien puede tumbar hoy
su plan no se llama Gilberto Montagna Terrabusi y vive en Buenos Aires sino George Soros,
que juega en el mundo entero.
En seis meses se sabrá si se aplica a Menem la frase final de Don Segundo Sombra:
Se fue como quien se desangra. |
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