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PÁGINA/12 OFRECE A SUS LECTORES UN COMPACT LITERARIO EXCEPCIONAL
Reunión cumbre

El compact, que podrá adquirirse con el diario del miércoles, por seis pesos, es una instantánea de una noche histórica, en que Juan Gelman y Eduardo Galeano imantaron a un público extasiado con la lectura alternada de una serie de poemas y textos, en el teatro Margarita Xirgu. La edición del CD es parte de los festejos por el decimosegundo aniversario de este diario. En estas páginas se incluyen algunos de los inéditos que uno y otro leyeron ese día, y que están en el compact.

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Una instantánea de una velada inolvidable, que merecía ser inmortalizada en un compact.
El compact incluye 28 textos propios leídos alternadamente por Gelman y Galeano, y dura una hora.

Por Claudio Zeiger

t.gif (862 bytes) Al volver sobre los pasos de la crónica escrita en base a las impresiones de ese evento tan simple como emotivo que protagonizaron Juan Gelman y Eduardo Galeano, en setiembre de 1997, como parte de los festejos de los diez años de Página/12 pasa algo bastante curioso. En las primeras líneas, seguramente intentando remedar el estilo candente de los viejos vespertinos que voceaban los canillitas en la calle, el cronista hablaba de un ritmo urbano frenético –fútbol, política, calles taponadas– para contraponerlo a ese otro clima que encontró una vez que pudo desembocar en el teatro. Lo curioso –y maravilloso– del asunto, es que aproximadamente un año y medio después, la memoria no logra precisar cuáles eran esos partidos de fútbol ni esos cierres de campañas –qué políticos, qué equipos-, pero sí se acuerda perfectamente de ese teatro, de ese público, de ese clima y, por supuesto, de esos dos tipos leyendo. Y no está nada mal que sea así: embotellamientos de tránsito, fútbol y política habrá siempre (afortunadamente). En cambio, gente dando recitales de poesía y prosa no se sabe si habrá siempre, y por eso cobra inmenso valor la posibilidad de dejar un registro que vaya más allá de los libros (donde se suelen recolectar los poemas y los relatos), un registro de voces y climas de un evento único –un recital– en un CD.
Es llamativa la poca costumbre que hay en Buenos Aires de leer en público. Hay muchas presentaciones de libros, eso sí. Generalmente ejercicios flotantes (palabras sobre otras palabras encerradas en el libro), donde ciertas personas comentan qué efectos les han producido los textos de otra persona que suele estar en esa misma presentación con cara de sufrir un poco de vergüenza y otro poco de aburrimiento. Las presentaciones de libros suelen ser actos muy poco fervorosos, muy poco pasionales. Y lo extraño del asunto es que todos sabemos que detrás de un libro –bueno, malo o más o menos, no importa– seguro hay fervor y pasión. Pues bien: las lecturas en público vienen a poner las cosas en su lugar. ¿Se discute si hay un público lector? Allí en vivo está la respuesta. ¿Se discute la oralidad en la poesía o en la prosa? Allí están los tonos, los decires de los escritores. Como en el teatro. Y el CD vendría a ser como el video o el libro: la posibilidad de llevárselo a casa y releer. Un libro es un libro y un CD no viene a reemplazarlo. Agrega otra manera de leer, y para quienes hayan estado ese día en el teatro Margarita Xirgu, una manera de recordar ese día de fútbol, autos chocadores, políticos, promesas y, más secas y precisas (la memoria las recuerda muy precisas) palabras dichas de puño y letra.
Vaya entonces como agregado la crónica que hizo este diario al calor del recital de Gelman y Galeano, la primera de dos veladas, en la que se basó la grabación del CD, que ahora estará a disposición del público, como parte de los festejos por los doce años de Página/12.

“Era una noche de finales, de actos de cierres de campañas políticas, de partidos de fútbol por TV, de tránsito espeso. Adentro, con unas setecientas personas llenando el teatro Margarita Xirgu, había un clima fervoroso, de festejo y hasta, podría decirse, por qué no, de combate, pero no tenía que ver con el fútbol ni con las elecciones. Del escenario emanaba una extraña fascinación: dos hombres leían. Simplemente leían. Estaban sentados, quietos, y recitaban textos propios, pequeñas historias de personajes nada triunfales, poemas.
No leían de la misma manera, en absoluto. Uno actuaba de manera más ostensible, arrancaba con ímpetu y avanzaba hacia un remate que se hacía desear. Después tomaba un trago de cerveza y esperaba que le volviera a tocar su turno de lectura. El otro, el hombre que recitaba sus poemas mientras fumaba casi sin pausa, arrancaba en un tono bajo, cavernoso, comosi se recitara a sí mismo con cierto pudor. Poco antes, el presentador los había convocado como contadores de historias, tipos capaces de hacer que la audiencia se parara a escuchar con fervor contenido relatos que alguna vez leyeron o que en ese momento se les revelaba por primera vez. Eduardo Galeano y Juan Gelman leyeron y hablaron de manera directa con el público, en dos veladas organizadas por Página/12 en el marco de los festejos por los diez años del diario en el que ambos son columnistas.
Se habían propuesto crear un clima y lo lograron. Lo dijo Gelman después de la lectura. “He leído poemas inéditos, poemas recientes y otros que no lo son tanto. Con Eduardo intentamos crear un clima.” Hubo, entonces, dos climas. Dos momentos. El primero fue el de la pura palabra. No importaba mucho –a ninguno de los dos escritores le interesó precisar demasiado– de qué libros, de qué ediciones eran los textos. Las palabras circularon con una libertad interesada sólo en la magia del momento. En una de esas historias de Galeano, un chico arrojaba una botella al agua y adentro había un mensaje: “Las palabras andan y uno busca amigos por los caminos del agua”. Lo que estaba sucediendo en el teatro era algo parecido a eso que había leído el uruguayo. El otro momento fue el de las respuestas a las preguntas del público. En suma, una entrevista multitudinaria y divertida.
Galeano citó a Onetti (“La palabra es algo que, según me enseñó el viejo Onetti, tiene que ser mejor que el silencio para tener derecho a existir”) y advirtió que era un poco mentiroso, porque no podía creerle que escribiera para sí mismo. Alguien del público lo toreó: “Usted admite que su maestro fue Onetti y siempre anda diciendo que es muy malo jugando al fútbol. ¿No será una mentira también?”. Galeano, sin embargo, no dejó conmoverse: juró que era el peor jugador de fútbol que había dado el Uruguay. “Soy muy poco presentable. Cuando vienen turistas me esconden”, señaló. ¿Consejos a los amigos? “A los amigos les aconsejo que a mis libros los roben”, confesó Gelman. “Entre que robe el editor y que robe un amigo, prefiero que robe un amigo”, amplió la confesión.
A diferencia de otros sitios de América latina, las lecturas en público no son un hecho muy frecuente en los reductos culturales de Buenos Aires, pero como comentaba Gelman, últimamente se vienen produciendo sobre todo en encuentros ligados a la poesía. Tienen algo muy positivo, muy sencillo, y es que no requieren del más mínimo entrenamiento por parte de los oyentes, salvo una disposición a dejarse llevar. Y ese dejarse llevar comenzó a funcionar de entrada. Por un flanco, Eduardo Galeano atacaba con unos inmejorables antihéroes: Francisco Barrionuevo, un longevo de 125 años (“un comeaños”) que abriéndose paso entre los pliegues de la memoria logra gritar “¡Isabel!”, el nombre de su primer amor, o la historia de María Hinojosa y Germán Pérez, inmigrantes latinos en Nueva York “que habían jurado amarse hasta mutuo exterminio”. Gelman hacía públicos los desgarramientos más íntimos de poemas como “Niños”: “Ahora pasan las cartas que nunca me escribiste/hijo/vos/que tanto nacés de esta luz/tus cartas tienen fiebres de las que no sé nada/y nunca sabré nada”.
Galeano y Gelman son dos autores populares y que, desde hace tiempo, no necesitan mucha más presentación que sus propias palabras. La gente que fue a escucharlos lo sabía. Lo que quizá no sabían, y esas dos noches de cierre de campañas políticas obvias supieron, es que la magia requiere de muy pocos elementos para producirse. Una, dos voces, unos cigarrillos y unas cervezas que acompañen a la poesía”.

 

Una hora de textos y poemas

Esta es la lista de textos y poemas que leen, alternadamente, durante una hora completa, Eduardo Galeano y Juan Gelman, en el compact de Página/12. Para la Cátedra de Historia; Iván; Para la Cátedra de Historia del Arte; ¿Cómo?; La Botella; Ovidio; La Cantora; Don Luis; El hombre más viejo del mundo; Teoría sobre Daniela Roca; La Boda; Comentario XI (hadewijch); Los Siete Pecados Capitales; Preguntas; Soñares; Lluvia; Voces; Lamento por la camisa de Sam Dale; El Angel; El infierno verdadero; Cichicastenango; Ruiseñores de nuevo; Comunión; Los que hicieron a Dios; La puerta; Torcazas; La música; Niños. El compact podrá adquirirse, opcionalmente, por seis pesos, junto a la edición del diario del próximo miércoles. La grabación fue realizada el 24 de octubre de 1997, en el teatro Margarita Xirgu, en una velada organizada por Página/12. Su aparición es parte de los festejos del aniversario número 12. El tiempo, se sabe, pasa volando.


 

GALEANO

GELMAN

Lo que son cuatro de los textos inéditos de Eduardo Galeano, incluidos en el compact.

La boda
Se fueron por las calles los recién casados. En el Central Park, María Hinojosa y Germán Pérez habían jurado que se amarían hasta el mutuo exterminio. Cuando acabó la ceremonia, los padrinos los acompañaron, en bullangera procesión, por las calles de Nueva York.
Iban tronando tambores los padrinos de la música. Los padrinos del fuego marchaban con velas encendidas. Los padrinos del aire soltaban palomas y echaban puñados de tierra los padrinos de la tierra: tierra de México, donde nació ella, y tierra de la Dominicana, donde nació él. Y caminaban salpicando agua, agua que había sido bendita por la gente más querida, los padrinos del agua.

Voces
Pedro Saad caminó sobre las aguas. En el centro de Rusia, una tarde de mucho frío, Pedro caminó por encima del río Volga, que el invierno había congelado. Pedro estaba solo, pero mientras caminaba iba sintiendo, en las plantas de los pies, la vibración del río que estaba vivo bajo el hielo.
Hacía ya unos cuantos años, al otro lado del mundo y del tiempo, Pedro había caminado por alguna calle de Guayaquil, una tarde de mucho calor. Pedro estaba solo, pero mientras caminaba iba sintiendo, en las plantas de los pies, el latido de la tierra que estaba viva bajo el asfalto.

Para la cátedra de Historia del Arte
En las profundidades de una cueva del río Pinturas, un cazador estampó en la piedra su mano roja de sangre. El dejó su mano allí, en alguna tregua entre la urgencia de matar y el pánico de morir. Y algún tiempo después, otro cazador imprimió, junto a esa mano, su propia mano negra de tizne. Y luego otros cazadores fueron dejando en la piedra las huellas de sus manos empapadas en colores que venían de la sangre y de las cenizas, de la tierra y de las flores.
Trece mil años después, cerquita del río Pinturas, en la ciudad de Perito Moreno, alguien escribe en una pared: Yo estuve aquí.

Para la Cátedra de Historia
Hace unos quince mil millones de años, según dicen los entendidos, un huevo incandescente estalló en medio de la nada y dio nacimiento a los cielos y a las estrellas y a los mundos.
Hace unos cuatro mil o cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, la primera célula bebió el caldo de mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quién convidar el trago.
Hace unos dos millones de años, la mujer y el hombre, casi monos, se irguieron sobre sus patas y alzaron los brazos y se abrazaron y se entraron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.
Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudó a defenderse del invierno.
Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podían entenderse.
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.

Lo que sigue son tres de los poemas inéditos en libro de Juan Gelman que figuran en el compact.

Ovidio
La luz cae sobre la mesa del hombrecito
que repasa algunos fuegos y
descose las espaldas de la unidad.
La luz avisa que se va a ir
con una especie de apagación que
sobreviene y entra el desierto, la incierta
boda del hombre con su furia. Un perro
conversa con los astros y la casa
se llena de compañías oblicuas
y chillonas. El mal está ahí, sentado.
El hombrecito moja la pluma
en sangres que no existen, enredadas
en monstruos mismísimos y
países visibles que crujen.
Pide bueyes que le arranquen el corazón
mientras revuelve los infiernos.

Iván
Distraído en la sucesión de imágenes,
el niño dice que quiere hablar.
La cuchara, el aparador lleno de copas,
la mesa larga familiar, el mantel,
son continentes y países
a los que llega con ojazos de buey y
habita brevemente antes de partir otra vez.
El ámbito de un vaso
le da un movimiento de mano que aferra el aire
como si fuera música. También tacha
sensaciones de oscuridad.
Piensa el mundo y barre
restos muertos del día
sobre la tapa del tiempo.

Don Luis
Gracias, compañero Cernuda,
gracias por recordarnos la nobleza humana
en este tiempo de la despasión.
Gracias por recordarla con belleza
como sol que entra en una casa vacía.
La llenás con la memoria de los sueños
y más, con sueños y horizontes
que pueden volver.
Gracias por dejarnos la palabra
que vuela en un claro de la tempestad
a ciertas dichas, ciertas esperanzas.
Transparente de niños te fuiste, pero no.
Bailamos nuestra danza contra
clausuras de la nada.

 

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