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Por Juan José Panno San Lorenzo venía arrugado tras la derrota del domingo pasado contra los jujeños y Boca lo planchó. Lo roció con el fútbol del Riquelme, lo desparramó con goles y toque, lo almidonó medio de casualidad y lo terminó de arrojar fuera de la tabla de candidatos con un caño de Guillermo a Passet. San Lorenzo planchado, doblado y envuelto con moño y todo fue el regalo que Boca le hizo a sus hinchas para que tuvieran otro domingo alegre y colorido. En su último desfile triunfal Boca exhibió sus virtudes al desnudo y volvió a demostrar que corazón, piernas, cabeza y culo conforman la anatomía perfecta de un aspirante a la corona de mister Campeón. Fue más que su rival: más inteligente para administrar la pelota, más preciso y hasta lujoso en el toque, más confiado en sus posibilidades, más atrevido, más contundente para definir las situaciones favorables, tuvo más variantes, más resto físico, más coraje para disipar peligros y fue más afortunado para embocarla. Por eso ganó tres a cero y San Lorenzo se fue calladito, con la música de sus ilusiones a otra parte. Una por una, si se repasan las actuaciones de las distintas líneas, Boca fue claramente superior. Los del fondo de San Lorenzo tuvieron dificultades para resolver en el mano a mano cuando llegaron libres Palermo, Guillermo, Riquelme y eventualmente Cagna o los laterales y no le encontró la vuelta al pressing que le presentaba el rival para ensuciarle la salida. Los del fondo de Boca, en cambio, sostenidos por el infranqueable Samuel y los marcadores de punta bien afirmados no pasaron demasiados apremios. De última, atrás estaba el pibe Muñoz que maduró de golpe y le puso el cuerpo a los momentos difíciles. Muñoz atajó bien; Passet se comió el primer gol por no dar un paso al frente y en menor medida, se comió el pantalonazo de Palermo por no dar un paso atrás. En el medio, Pereda levantó su nivel y quitó más que otras veces. No tiene la categoría de Galetto (uno de los mejores de San Lorenzo) pero puede sorprender con su gambeta en zig zag. De hecho, un foul que le hicieron a él, terminó con el tiro libre que desembocó en el primer gol de Boca. En la manera de pararse no hubo diferencias. Los volantes por los laterales fueron en el primer tiempo Cagna y Basualdo de un lado y Coudet y Zapata del otro. Y aquí Boca volvió a sacar diferencias porque el experimentado Basualdo, reconciliado con la pelota, jugó uno de sus mejores partidos del campeonato y Cagna entregó la dinámica de siempre mientras Coudet puso más voluntad que juego y Zapata anduvo como perro en cancha de bochas. En conjunto, Basualdo-Pereda-Cagna recuperaron la pelota mucho más que Coudet-Galetto-Zapata. En el segundo tiempo, con la entrada de Saric por Ameli, Ruggeri intentó superpoblar el medio para equilibrar y manejar los espacios y la pelota, pero no lo consiguió casi nunca. La distancia mayor estuvo en los enganches. Riquelme operó todos los circuitos de Boca; Gorosito funcionó con corriente alternada. Riquelme metió el tiro libre que peinó Samuel y selló el primero de Boca, le entregó la pelota servida en cortada a Guillermo para el tercero y agregó un par de pases para dejarlo a Palermo cara a cara con Passet; Gorosito metió un tiro libre que se fue más o menos cerca y ningún pase de gol. Riquelme, con sus inesperados cambios de frente y con sus toques al vacío que otros le entienden de memoria provocó la sensación de que Boca juega a todo lo ancho del terreno; Gorosito quiso ser prolijo, pero no pasó de ahí. Cuando el Mellizo marcó el tercero los hinchas de Boca gritaron Riquelme, Ri-quelme y casi simultáneamente le pidieron irónicamente a Ruggeri que lo pusiera a Gorosito porque lo querían ver. Riquelme fue la cabeza pensante de Boca y jugó para 9 puntos; Gorosito para 5. Arriba, Boca tuvo a Palermo-Barros Schelotto y San Lorenzo a Romeo-Biaggio primero y Estévez-Biaggio después. Palermo, que es generoso para colaborar en el movimiento general del equipo, sabe moverse para cruzarse con la diosa fortuna que lo espera entregada a la vuelta de cualquier rebote. Tiró seis veces al arco: Passet le sacó un par, una se fue muy cerquita, otra no tan cerquita, el penal a la segunda bandeja y el centro que intentó de derecha, a la red. Palermo no jugó bien, pero asusta sólo por su presencia y su agrande. Guillermo, distraído, se comió media docena de off-sides, chocó y protestó innecesariamente muchas veces, pero aportó lo suyo en dos jugadas claves del segundo tiempo: una gambeta larga terminó en penal y una entrada en velocidad fue gol con caño a Passet incluido. No fue una tarde brillante la de los dos de punta de Boca, pero cumplieron con su cuota. Biaggio, en cambio, no pudo nunca con la marca. Anduvieron una pizca mejor sus dos acompañantes: Romeo, en el primer tiempo, y Estévez en el segundo. Con la chapa puesta quedó la sensación de que Ruggeri se equivocó en el cambio de Estévez por Romeo. Línea por línea, jugador por jugador, equipo por equipo, los locales justificaron los tres goles de ventaja y hasta se dieron el gusto de florearse. Casi sobre el final del primer tiempo, después de una sucesión de toques y oles dirigidos por Riquelme, los hinchas hicieron estallar el aplauso, como una síntesis de buen gusto. No era cargada ni sobrada sino simple y demoledora superioridad técnica. Si San Lorenzo arrugó no se notó. Lo que sí quedó claro es que Boca lo dejó planchado. Y de paso alisó el camino hacia el título.
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