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CONTACTOS DESDE LA ESMA A YABRAN ANOTADOS A MANO POR ESTRADA
Agendas de un marino comprometido

A pesar de su inclinación por la informática, los nombres más relevantes de la confusa vida del marino suicidado están en papel.

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Por Susana Viau

t.gif (862 bytes)  Las agendas del capitán de navío Horacio Estrada, suicidado el año anterior, cuando estaba a punto de declarar en la causa por venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, de la que era uno de los protagonistas, abren un muestrario de los variados contactos que mantenía el ex jefe del GT3 de la ESMA. Sorprende, por ejemplo, el nombre de Claudio Pitana, superjefe de la custodia de Alfredo Yabrán y superior, por lo tanto, de Gregorio Ríos, sospechado de ser el nexo entre el instigador del asesinato de José Luis Cabezas y la banda de Los Hornos; o el hallazgo de un apellido similar al del hombre que acompañaba al empresario postal en el momento de su muerte, hace doce meses, en una estancia de Entre Ríos. Funcionarios, oficiales de las fuerzas armadas, ex ministros y represores de la Escuela de Mecánica componían el universo telefónico de Horacio Estrada, un marino sexópata, inclinado al ocultismo, a las videntes y adicto a la informática que, curiosamente, parecía haber renunciado a la tentación electrónica y registraba sus amistades, planes y citas en media docena de libretas ajadas.
En verdad, se creía que la computadora podía ser una de las grandes depositarias de los secretos de Estrada: direcciones de sex-shops, transferencias de dinero a Uruguay, estudios militares, informes sobre derechos humanos con eje en la Escuela de Mecánica de la Armada y una buena cantidad de mails. Allí están aún, por ejemplo, los mensajes cifrados que se cruzaban con el traficante Jean Bernard Lasnaud, el mismo a quien Estrada acompañó una noche de febrero de 1995 hasta la pista del aeropuerto de Ezeiza para supervisar el embarque de fusiles y munición a Ecuador. En sus códigos, la maquinaria bélica se designaba como “Coca Cola”, “Seven Up”, y siempre “light”. Precisamente pertenece a Lasnaud uno de los teléfonos agendados por Estrada. Aunque parezca mentira, ni el francés residente en Miami era el único traficante de armamento reconocible entre las anotaciones del presunto suicida, ni las señas de éstos estaban amparadas por claves. Por esa rutina, fue posible detectar allí, tan frescamente, al portugués de origen árabe Fouad Zayat, un conocido de los negocios marginales, denunciado por tráfico ilegal de armamento en un escándalo de corrupción que envolvió hace muy poco tiempoal primer ministro chipriota. Más interesante aún resultó comprobar que los números de Zayat no corresponden a ningún país europeo, árabe o asiático sino a domicilios de Capital y Gran Buenos Aires.
Por lo demás, era obvio que Estrada no había cortado sus conexiones con el masserismo: atesoraba recibos de sueldo del contralmirante Adolfo Mario Arduino y los teléfonos de Francis Whamond, del contralmirante José Mendía y el teniente Jorge Radice se alternan entre las páginas gastadas de las libretas de anotaciones con el del coronel Alejandro Agustín Arias Duval, el general Juan Carlos Andreoli, ex jefe de arsenales del Ejército e interventor en Fabricaciones Militares tras la renuncia de Jorge Cornejo Torino, fallecido en la caída del helicóptero que lo trasladaba sobre el campo de polo de Palermo; el coronel Haroldo Fussari, ex director de Planeamiento de Fabricaciones Militares e imputado en la causa por la venta de armas, o el coronel Diego Palleros, involucrado hasta los tuétanos en el mismo negocio. Las conversaciones de Estrada no excluían a la Aeronáutica. El brigadier Horacio Genolet recibió algunos de sus telefonazos. Estrada solía comunicarse asimismo al domicilio de un viejo amigo de la ESMA, subordinado entonces del ex capitán Adolfo Scilingo y según éste perfecto conocedor “de todo lo que pasaba”: el actual fiscal de ejecución penal Oscar Hermelo, para quien el procurador Nicolás Becerra anunció la formación de un expediente administrativo, precisamente en razón de su pasada actividad en el mayor campo de concentración de la Marina.
El listado de civiles es tan sugestivo como el de cuño castrense: Jorge Pereyra de Olazábal y Guillermo Etchechoury, ambos ex funcionarios del Ministerio de Defensa e investigados por su intervención en la causa del tráfico de armas; el ex ministro del Interior y soporte del cafierismo en recientes internas del PJ, Julio Mera Figueroa; Ricardo Romano, podólogo, segundo del secretario General de la Presidencia Alberto Kohan y miembro del Concejo Superior Justicialista.
Mucho más que el nombre de la vidente Sara Luna, titila el del ex policía federal Claudio Pitana, que en los grupos operativos de la Escuela funcionaba con los seudónimos de “Juan Bravo” o “Manuel Erhardt” y el sobrenombre de “Fafá”. Pitana pasaría luego a revistar en otra organización, casi tan hermética y odiosa como la de la ESMA: la de los hombres de seguridad de Alfredo Yabrán. Pitana no era en esa estructura una pieza menor; se lo sindica como jefe de la custodia del factótum del negocio postal y en esa calidad superior de Gregorio Ríos, acusado de instigar el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas. Pitana no es el único poblador de las agendas de Estrada que evoca al enigmático y poderoso empresario: con letra desprolija el capitán de navío anotó los teléfonos de un tal Aristimuño. El apellido, en absoluto vulgar, coincide con el del individuo que acompañaba a Yabrán en el instante de su muerte. Página/12 intentó aclarar la homonimia comunicándose a esos teléfonos. Pero en unos nadie responde y en otros una voz cortante dice desconocer de quién se trata.

 

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