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EL JUEZ DEL CASO BRU HABLA DE LA REFORMA POLICIAL
“Quedan resabios de tortura”

Eduardo Hortel, presidente del tribunal que condenó a dos ex uniformados por torturas, afirma que “sin una policía científica, no hay reforma que valga”. También habló de la sentencia.

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Por Horacio Cecchi

t.gif (862 bytes)  “Hasta hace unos años, el 85 por ciento de las declaraciones obtenidas en sede policial asombrosamente venían con una confesión. Entre el ‘84, cuando el Código Penal estableció penas gravísimas a las torturas y torturas seguidas de muerte, y el ‘86, cuando se le quitó a la policía la facultad de tomar declaración, ese 85 por ciento bajó en forma espantosa, al 25 o 30 por ciento, sólo porque se dijo que las torturas iban a ser castigadas severamente. Esos números están hablando de un hábito. Hoy todavía quedan muchos resabios de aquellos métodos de investigación”. Eduardo Hortel, presidente de la cámara que condenó a prisión perpetua a los ex policías Walter Abrigo y Justo José López por “torturas seguidas de muerte” contra Miguel Bru, sostuvo en una entrevista exclusiva con Página/12 que “sin una policía científica, no hay reforma policial que valga”. “Hay que educar a la policía para que investigue en forma científica y no que pretenda obtener datos por apremios ilegales”.
En su despacho de 56 y 7, en La Plata, lo que abundan son los expedientes. Eduardo Hortel lleva 46 años en la justicia platense, 13 de camarista, más de 200 juicios orales, y un nombramiento como miembro de la nueva Cámara de Casación bonaerense, cargo que asumirá en junio. “Fui aprobado por el Senado en forma unánime”, dice con orgullo, antes de iniciar la extensa entrevista, pocos días después de que el tribunal conformado por los jueces María Clelia Rosentock, Pedro Luis Soria, y presidido por Hortel, dictara sentencia. “Fue el juicio más extenso que me tocó. Veintiún días hasta la sentencia”. El caso puso de relieve que en una comisaría de La Plata se torturaba a los detenidos como método para arrancarles una confesión.
–El caso Bru, de alguna forma, ¿mostró la relevancia de las pericias?
–Lo que decide un juicio es la prueba pericial. Uno puede no creerle a los testigos. En este caso (Bru), no comparto la opinión de la defensa, de que porque son presos o prostitutas no se los puede considerar. En los delitos que se cometen en las cárceles o en una comisaría, si no atiendo lo que dicen los presos, ¿a qué voy a atender? Por supuesto, debo tener mayor prudencia al analizar esos testimonios. Pero esto se supera cuando la pericia sostiene que en el libro de guardia dice Bru Miguel, lo que nos dio la convicción de que Bru había estado en la comisaría. A partir de entonces, los testimonios fueron valorados de otro modo.
“La tortura era un método general de investigación de la policía hace unos años”, sostiene Hortel.
–¿Cree que ya no es generalizado?
–Ya no es así, pero todavía hay muchos resabios. Pero hasta hace unos años las aplicaban como método de investigación. Invertían el sentido. Primero tomaban declaración y mediante apremios lograban una eventual confesión. Esto es inadmisible. Primero, por cuestiones humanas. Segundo, porque una confesión no tiene por qué ser verdadera, está hecha bajo presión. Cualquiera sale diciendo que es culpable con tal de evitar el castigo, y al juez no le sirve para nada porque no lo acerca a la verdad. Aunque en la provincia, un ex comisario que es intendente –dice Hortel sin mencionar a Luis Patti– sostiene que la declaración debe ser una facultad policial, es inadmisible en un estado de derecho. Y ocurre no sólo a nivel policial. También en la Justicia hay gente que está convencida de que es el método correcto, que va a aumentar la criminalidad si no ponemos policía fuerte. En lugar de eso, hace falta educar a la policía para que busque información a partir de las ciencias y no los levantadores de rastros que tenemos, que en su mayoría sólo son levantadores de huellas dactiloscópicas.
–¿No existe ese nivel? –En términos generales, no. Cuando ocurre un delito, el primero que llega es un suboficial. Suele suceder que cree que es Sherlock Holmes. Aunque no toque, se mete, mira, pisa la tierra y modifica las huellas. La profesionalización pasa por acordonar el lugar para que nadie toque nada, y los primeros en no tocar tienen que ser ellos. Hay que educar a la policía para que sepa que de un pelo se saca un ADN, como de la colilla de un cigarrillo. Que de las marcas de pisada se sacan moldes de yeso. Ningún zapato está gastado de la misma forma. Todo forma parte de la prueba pericial que es la que en definitiva, si está bien hecha, marca el rumbo del juicio, y de la sentencia. Un ADN puede sentenciar a un acusado, y también puede exculparlo.
–¿El bajo nivel de preparación se resuelve con la reforma policial?
–No me parece que los métodos utilizados para la reforma sean los adecuados. Se barrió con todo, y no toda la policía de la provincia estaba podrida. El 20, 30 por ciento es rescatable y se tiene que quedar. El problema de la policía bonaerense es que está desmoralizada. Los patrulleros y los helicópteros son importantes, pero el hombre es más importante.
–¿Qué entiende por desmoralizados?
–No sólo es una cuestión de sueldos. También agotamiento físico. Trabajan en sus francos y después los hemos visto durmiendo en los patrulleros. Les falta eficacia y la eficacia sólo se logra con preparación. Por eso digo que sin policía científica no hay reforma policial que valga.

 

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