A las cinco en punto, diez minutos antes del inicio del clásico del domingo, con puntualidad inglesa, aunque es norteamericano, llegó a la Bombonera del brazo de su esposa y pretendió ocupar la platea de favor que le habían dado, muy cerca del arco de Casa Amarilla. No pudo. Cuando descubrieron de quién se trataba, los hinchas de Boca le gritaron en las narices que no, que ahí no, que en ese sector era persona no grata. No le recriminaban las "relaciones carnales", ni la dependencia cultural ni las presiones económicas ni nada de eso. "Fuera, cuervo", le gritaban. Desde las populares caían cantos más fuertes. Y James Cheek, el ex embajador de Estados Unidos en la Argentina, se tuvo que ir del otro lado, más cerca de los que, como él, son hinchas de San Lorenzo.
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