El País
de Madrid
Por Luis Matías López
Desde Moscú
Cada vez es
más visible la frustración de Rusia porque la OTAN continúa, e incluso incrementa, sus
bombardeos contra Yugoslavia a pesar de los constantes esfuerzos mediadores entre Moscú y
Belgrado. Resulta extremadamente difícil desarrollar las conversaciones de
paz, aseguró ayer Viktor Chernomyrdin, enviado especial del presidente Boris
Yeltsin, a la luz de la escalada de ataques con bombas y misiles. El ministro
de Exteriores, Igor Ivanov, fue incluso más lejos el fin de semana pasado al asegurar que
da la impresión de que la Alianza hace coincidir sus bombardeos más masivos con las
visitas de Chernomyrdin a Belgrado.
Aunque Yeltsin ha amenazado ya con retirar a Rusia de la mediación si la OTAN sigue
haciendo caso omiso a sus peticiones de que callen las armas, ese momento parece aún
lejano. Chernomyrdin, que ayer lunes se entrevistó en Moscú con el ministro indio de
Exteriores, Jaswant Singh, manifestó que el fin de las negociaciones significaría
una catástrofe.
Según el ex primer ministro ruso, su diplomacia viajera de las últimas tres semanas no
ha sido estéril, sino que ha permitido que la OTAN se convenza de que la retirada de
tropas serbias de Kosovo no debe ser total. La visita de Singh se inserta en los esfuerzos
rusos por buscar aliados de peso con los que formar un frente pacifista. El
ministro indio señaló que la posición de Nueva Delhi respecto a Kosovo es idéntica a
la de Pekín y Moscú.
La reunión que la semana pasada mantuvo Chernomyrdin en Moscú con el secretario de
Estado adjunto norteamericano, Strobe Talbott, y con el presidente finlandés, Martti
Ahtisaari, fue considerada entonces vital para el desbloqueo de la situación. Pero esos
días decisivos de los que también habló el presidente español José María
Aznar durante su visita pasaron sin que se anunciase ningún resultado concreto.
Los mismos interlocutores se han vuelto a dar cita para mañana, también en la capital
rusa, y una vez más parece probable que se avance lo suficiente como para que
Chernomyrdin viaje el jueves a Belgrado con una propuesta concreta que presentar a
Slobodan Milosevic. Un buen indicio sería que Ahtisaari lo acompañase, pero no parece
muy probable.
Igor Ivanov, el recién confirmado ministro de Exteriores ruso, jugó ayer la carta del
pesimismo al declarar que está profundamente convencido de que una solución
política es posible, pero añadió que la pelota está ahora en el campo de
Occidente y pidió el cese de los bombardeos para mejorar el clima negociador y dar
una oportunidad a la paz. También anunció la llegada a Moscú de un grupo de expertos
políticos y militares franceses que trabajarán con los rusos en aspectos especialmente
delicados del arreglo que se está forjando.
Da la sensación de que la fruta aún no está madura porque dos meses de bombardeos no
han quebrado la voluntad del presidente yugoslavo, y porque éste sigue confiando en que
se profundicen las diferencias entre los aliados, en que no se lance la operación
terrestre y en que, en definitiva, pese a los miles de misiones de más de 1000 aviones de
combate, tenga aún la oportunidad de forzar una solución diplomática y no militar.
OPINION
Por Jonathan M. Miller*
El derecho de las bombas
El plan
del gobierno del presidente norteamericano Bill Clinton de incrementar la presión de los
bombardeos hasta que Serbia se rinda fracasará, no porque el poder aéreo sea incapaz de
poner a un país de rodillas, sino porque mucho antes de llegar a ese punto, el derecho
internacional obligará a detener los bombardeos. En 1993 el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, en respuesta a iniciativas de los Estados Unidos y de sus aliados en la
OTAN para poner fin a la impunidad de los autores de atrocidades en la ex Yugoslavia,
creó el Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra cometidos allí. Si la OTAN no
es cuidadosa, sus líderes podrían ser acusados ante él.
La premisa inicial de la campaña aérea fue que si se infligía suficiente daño a las
maquinaria militar serbia, sus tropas se retirarían de Kosovo para evitar un castigo
mayor. Y que una campaña indiscriminada de bombardeos no sólo de objetivos militares,
sino que gradualmente incluyera toda la infraestructura serbia, fábricas y edificios
gubernamentales probablemente produciría resultados. Después de suficiente sufrimiento,
cualquier nación se rendiría. El problema es que infligir sufrimiento sin una necesidad
militar que lo justifique viola las leyes de la guerra. Es razonable bombardear un puente
para impedir abastecimientos militares y una refinería para bloquear el abastecimiento de
combustible a los vehículos militares, con independencia de las incomodidades que estas
pérdidas impongan a la población civil.
Sin embargo, no es lo mismo causar efectos colaterales a blancos civiles que dirigir el
bombardeo a la población civil. Es difícil presentar como necesidad militar la decisión
de privar a la mayor parte de Serbia de energía eléctrica y bombardear una fábrica de
cigarrillos, un canal de televisión y la sede de un partido político. Entre los
crímenes de guerra que el tribunal internacional tiene jurisdicción para perseguir está
la destrucción innecesaria de ciudades, pueblos o aldeas o la devastación no
justificada por necesidades militares.
Los Estados Unidos y sus aliados en la OTAN reconocen que de acuerdo con la Carta de las
Naciones Unidas tienen la obligación legal de cooperar con el tribunal. Por primera vez
en su historia, los Estados Unidos se ven envueltos en un conflicto armado en el cual un
tribunal internacional podría juzgar a sus funcionarios y militares. No es probable que
el Tribunal llegue siquiera a plantear formalmente estas acusaciones. Mucho antes
emitiría un pronunciamiento público que por sí mismo dividiría a la Alianza
Atlántica. El resultado es bueno para el derecho internacional pero malo en términos de
las opciones que tiene Clinton. El derecho internacional no permite hacer la guerra a un
pueblo. La OTAN está obligada por el orden jurídico internacional que pugnó por
establecer, especialmente en una guerra librada por principios humanitarios.
* Jonathan M. Miller enseña Protección internacional de los derechos humanos
en la Facultad de Derecho de la Southwestern University. Una versión más extensa de este
artículo fue publicada en el diario Los Angeles Times. |
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