Por Cecilia Bembibre
Según la
revista de cine Première de este mes, el polémico Rupert Murdoch es el hombre más
influyente en la industria del entretenimiento mundial. El magnate mediático australiano
ocupa el primer puesto de la power list, o lista de los poderosos, seguido por
pesos pesado como el ejecutivo de Disney Michael Eisner y Steven Spielberg. Si tardó tres
décadas en encaramarse en la cima, el australiano parece ahora más preocupado por no
despeñarse. Con ese objetivo, desarrolla en sus empresas una política de continua
expansión, especialmente en el área de televisión satelital, a la que considera con un
gran futuro. En este campo, Argentina es la próxima mira. La inversión de Murdoch en el
país se hizo a través de Sky TV, la compañía a través de la cual comercializa
televisión satelital. Sky comenzará a prestar servicios en poco más de un mes la
fecha no oficial es el 1º de julio, en una alianza operativa con Telecom Argentina
y su división Publicom. Competirá por el incipiente mercado con Direct TV, del grupo
Clarín, que tiene unos 50 mil abonados, 30 mil conseguidos este año, y se apresuró ya a
cerrar un contrato de exclusividad con HBO olé, el canal de films más prestigioso del
mercado, inhallable ya en los grandes operadores de cable. El acuerdo es por las cinco
señales de HBO. El desembarco de Sky debería originar una baja en los precios de acceso
a la televisión satelital. Hoy, abonarse a Direct TV implica un gasto inicial de 399 por
la antena, de 135 pesos por la instalación y un abono mensual básico de 80 pesos, al que
puede agregársele el sistema video club en pantalla o pague por
ver, para eventos especiales, cada uno de estos por tres pesos más.
La presentación de Sky mantuvo un deliberado misterio sobre tópicos clave:
no se especificaron la oferta de canales ni los precios. Sobre la grilla, sus responsables
dieron a entender que rondará un total de 120 canales; el abono, según los empresarios,
será competitivo; la inversión conjunta rondará los 120 millones de
dólares. Una de las estrategias de Sky TV es asegurarse la presencia de grandes empresas
de telecomunicaciones: además de las tres señales de Fox (propiedad de News
Corporation), la sociedad compuesta por Murdoch (30%), TCI (10%), Televisa y O Globo (30%
cada una) tiene en exclusiva las programaciones de estas dos últimas megacompañías
televisivas. Y, para seducir al interior, esgrime los derechos exclusivos de transmisión
de Fútbol de Primera fuera de Buenos Aires, a través de Fox Sports.
Pero DirecTV, la empresa que desde mediados de 1998 comercializa televisión satelital en
el país, recibirá a su segundo competidor en el mercado que ya comparte con TDH,
del grupo mendocino Vila, con mayor presencia en zonas rurales con una oferta
reforzada. Tras recibir el éxodo de clientes del cable, se aseguró hace dos semanas la
exclusividad de las cinco señales del grupo HBO. HBO Olé es la señal de televisión
paga preferida por los televidentes argentinos, ausente desde enero de las pantallas del
cable. Este acuerdo entre Galaxy Latin America (propietarios de DirecTV) y HBO es inusual:
en otros países, la señal de cine no trabaja con exclusividad. La política con que
DirecTV recibe a Sky es agresiva: acaba de anunciar un nuevo acuerdo exclusivo de
programación, con MGM, un canal de cine y series en español.
La leyenda dice que tomó treinta años a Murdoch escalar al tope de las clasificaciones
de ricos y famosos, y el mismo tiempo recorrer la distancia entre la oficina del diario
familiar en la ciudad australiana de Adelaide y el sillón de la presidencia de News
Corp., el grupo multimedia más globalizado del planeta, que abarca productoras y emisoras
de televisión, cine, periódicos, editoriales y clubes deportivos. Murdoch es un hombre
de negocios atípico. En la era de la globalización, construyó un imperio en base a su
nombre, su identidad y sus caprichos. Para bien o para mal, News Corporation es un
reflejo de mi pensamiento, de mi carácter, de mis valores, dice este hombre, temido
por sus inversores. El ingreso de Murdoch a una actividad suele conllevar un cambio de
reglas: acostumbrado a arriesgar, no vacila en barajar y dar de nuevo, con cartas propias
o ajenas, sin pestañear ante la apuesta. Lo hizo con su primer diario, con su compra de
la televisación del rugby australiano y con el posicionamiento de la cadena Fox como la
cuarta más importante del mercado estadounidense. La complejidad en la composición y
accionar de News Corp., sumado a que muchos proyectos en los que encara inversiones
implican un gran riesgo y no dan ganancias en el corto plazo, hizo que gran parte de los
inversores aplicaran presión sobre la empresa. Murdoch resolvió poner, en la primavera
próxima, al grupo Fox Entertainment Inc. en oferta pública en Wall Street, para
conseguir que el mercado ponga precios altos a las propiedades de Fox, y así eleve el
valor de la empresa madre.
No es, claro, un camino pulido el que recorrió cuesta arriba. Su figura se recorta entre
sombras; su fama acredita un gran olfato comercial que no se detiene ante cuestiones
ideológicas o de corrección política. La globalización que propicia no es precisamente
respetuosa. En Asia, su cadena Star TV transmite en siete idiomas a través de 24 canales,
y tiene un público estimado en 300 millones de personas. China e India están entre sus
mercados más importantes en la zona; con ambos países tuvo grandes problemas. En la
India se emitieron varias órdenes de arresto, acusándolo de llevar al país películas
obscenas a través de su operación con Star TV, y de emitir un talk show en el que se
difamó a Gandhi. En China no le fue mejor: en 1993 dio un discurso en el que afirmó que
la televisión satelital ha probado ser una amenaza sin ambigüedades para los
regímenes autoritarios de todos lados, y más tarde, el gobierno chino objetó la
inclusión del noticiero BBC World News en Star TV a causa de un documental
que la BBC produjo acerca de Mao, aunque nunca salió al aire por Star. Murdoch entonces
retiró el noticiero de Star TV. Deseoso de volver a pisar firme en un terreno con grandes
ganancias, su empresa News Corp. invirtió tres millones de dólares en el proyecto
Chinabyte, en sociedad con el periódico del PC chino, el Diario del Pueblo. |