El autor y director Javier Margulis concreta un notable uso de los recursos visuales en su nueva obra, realizada en un espacio mínimo.
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Por Cecilia Hopkins A partir del estreno de Ritual de comediantes en los años 80, el nombre de Javier Margulis comenzó a circular, junto al de otros directores innovadores de aquel momento. Ese espectáculo (y posteriormente El instante de oro y Seresleves) se distinguió por un estilo de actuación basado en el movimiento ralentado de los intérpretes, que colaboraba en la creación de intensas atmósferas poéticas, comparables a composiciones pictóricas. Luego de codirigir junto a Rubens Correa una gran variedad de espectáculos (entre ellos Rojos Globos Rojos, de Eduardo Pavlovsky, y Cuestiones con Ernesto Che Guevara, de José Pablo Feinmann) Margulis vuelve a su faz creadora más personal Con El experimento Damanthal, una obra de la que también es autor, al igual que las anteriormente mencionadas. En el espacio mínimo que ofrece el estudio La Barraca, el espectáculo desarrolla sugerentes imágenes, desde diferentes alturas y distancias respecto de la platea. Además de lo que puede verse en el escenario, los apagones permiten el ingreso de cuadros inmóviles, así como la manipulación de objetos por parte de actores sin rostro, desde unas pequeñas aberturas. En un registro sosegado y distante, el propio Margulis narra en off las alternativas de la vida de un tal Alfred Damanthal, científico alienista de cuya existencia real no podría dudar quien no fuera un especialista en el tema. Mientras, en el escenario toma forma un friso de imágenes que se arman y desarman sigilosamente, remitiendo a una vaga iconografía religiosa. La cámara negra, los paneles que se abren y cierran y hasta las pequeñas ventanitas que muestran objetos con intención simbólica, crean una sensación de misterio, casi hipnótica. La mansedumbre de las imágenes y el sosegado discurso invitan al espectador a establecer una relación de difusa conmiseración con el solitario personaje. Sin abandonar su parsimonia y su calidad poética, las imágenes se vuelven más sangrientas y desgarradoras hasta que el discurso en off informa sobre otros detalles de la vida de Damanthal, dedicado por completo a sus experimentos con seres humanos, ligados con la memoria, el suministro selectivo de información y la noción de realidad. La tensión extrema, y el impacto visceral que puede provocar en el espectador, provienen de la sabia administración que hace el director de los datos biográficos del protagonista, así como de la progresión de las imágenes que transcurren en un tiempo ralentado, de impactante lirismo.
PRIMERA MUESTRA DEL MERCOSUR, EN MONTEVIDEO Las actrices argentinas Virginia Lago y María Leal propusieron en Montevideo el lanzamiento de grandes campañas callejeras para alentar a la gente a asistir a los teatros, en lugar de que cada compañía promueva su espectáculo. Las actrices estrenaron anoche en la I Muestra Internacional de Teatro del Mercosur, que comenzó en Montevideo, la obra Esa relación tan delicada, de la dramaturga francesa Loleh Bellon, bajo la dirección de Manuel Iedvabni. La muestra reúne en la capital uruguaya a actores y compañías de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que presentan una decena de espectáculos. La obra de Bellon sigue el rastro de la relación entre una madre, Carlota (Lago) y una hija, Juana (Leal), a lo largo de 50 años y a partir de los recuerdos de la segunda. Leal, que ganó el Premio María Guerrero por su actuación en Esa relación..., definió la obra como una hora y media de calorcito, de ternura, sobre la primera relación de un ser humano. Lago afirmó que Bellon hizo la autobiografía de todo el mundo, y que demostró una capacidad extraordinaria de observación de las situaciones humanas. Ambas actrices coincidieron en que el teatro no puede ser sólo para una elite y en reclamar más apoyo del Estado para montar espectáculos. Opinaron que la causa de la caída del número de asistentes a las salas argentinas es el alto precio de las localidades un promedio de más de 20 dólares y pusieron como ejemplo el caso de los teatros municipales de Buenos Aires, que se llenan siempre, con precios mucho más bajos.
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