El aumento de la delincuencia y el protagonismo de los medios
parecen ser distintivos de estas sociedades de fin de milenio. Son fenómenos que
discurren separados, a veces se ignoran, pero a veces se retroalimentan y otras se
combaten. Lo más sorprendente es que la profundidad con que impregnan la vida de las
personas lleva también a que en algunos casos hasta pueden intercambiar roles. O sea, uno
puede ser asaltado con un arma mediática o puede suceder que el arma mediática impida el
asalto o que el mismo chorro quiera hacer las cosas con criterio periodístico.
Por ejemplo, hace pocos días, un estudiante de medicina sacó a pasear a su perrita Negri
por la plaza que está en Chacarita. La perra es una mezcla de salchicha con pequinés y
tiene más de 20 años. El muchacho estaba estudiando cuando decidió bajar a la plaza.
Mientras paseaba a la perra, se le acercó un hombre que le pidió una moneda. El muchacho
había bajado con los bolsillos vacíos y escuchaba un walkman mientras paseaba a la
Negri. No tengo un mango, flaco, le contestó. Dame algo, lo que
tengas, insistió el hombre. No tenía nada y volvió a decírselo.
¿Qué te pasa, pibe? exclamó el caco ya sin vueltas ¿No leés los
diarios? Todos los días matan a alguien... ¿no te das cuenta que es un asalto? La
mención de los diarios fue como si le mostrara una cuarenta y cinco. El pibe entregó el
walkman, lo único que tenía.
El chorro empezó un discurso de tono social: El walkman no me interesa, flaco,
ahora lo vendo para llevar un kilo de carne a mi casa. Me echaron del laburo, ¿o vos
pensás que me gusta hacer esto?. La cosa fue más larga y llegó a conmover al
asaltado quien, solidariamente, se ofreció para traerle comida de su casa. Ahora el
conmovido fue el chorro, que le explicó que no podía arriesgarse y se despidió,
acongojado, con un apretón de manos antes de irse con su botín mediático.
Estas historias no salen en los medios. Podría decirse, en cambio, que son producidas por
ellos. No es que los medios generen la delincuencia, pero es evidente que pueden moldear
algunas de sus modalidades. O sea: los chorros leen los diarios, ven la televisión y
escuchan la radio. Y aprenden, se intoxican de información como cualquier mortal y
actúan en el territorio brumoso donde los sitúa el modelo. Un tipo con cara patibularia
que se acerca para preguntar: ¿No ves los noticieros, flaco?, te está
asaltando sin ninguna duda.
Hay otra historia que circuló en las redacciones en estos días y tiene que ver
justamente con la fantasía de que el periodismo puede operar sobre la realidad y hacer
desaparecer lo que existe o lo que uno mismo produce. Aunque en este caso el asaltado es
un periodista, su rol en el hecho será el de víctima, despojada por el chorro, no sólo
de sus bienes materiales, sino hasta de su identidad. O sea, el chorro que lo asalta
quiere hacer de periodista.
En esos mismos días en que el muchacho sacaba a pasear a la Negri por Chacarita, se
encontraba en la ciudad el enviado de un importante diario norteamericano. El hombre
salió del hotel cinco estrellas donde estaba alojado y subió a un taxi. Quería ir al
centro, pero vio que el chofer ponía rumbo al puerto y se preocupó. El auto se detuvo y
un tipo se introdujo intempestivamente.
Quedate quieto o te quemo, esto es un asalto, exclamó el chorro, que esta vez
exhibía una pistola. El corresponsal no habla un español fluido pero se ve que se
trataba de un ladrón culto porque lo empezó a apretar en inglés. El periodista le dio
su billetera con unos pocos dólares y una colección de tarjetas de crédito.
Como si estuvieran acostumbrados a estos imprevistos, fueron con el taxi hasta un cajero
automático donde el chofer trató de retirar una cantidad más jugosa mientras el tipo de
la pistola se quedaba con el corresponsal en el auto. Había visto las credenciales y
reconocido al diario.
¿Usted es periodista norteamericano?, preguntó en un inglés correcto.
Sí, contestó el atemorizado visitante. ¿Y vino para escribir sobre
laArgentina? Ante una nueva respuesta afirmativa, el tipo se rascó la sien con el
cañón de la pistola. Vamos a hacer una cosa le dijo, te devolvemos
todo, pero con una condición. No habían podido retirar nada del cajero, pero igual
el corresponsal se sintió aliviado. ¿Qué condición? preguntó. Que
no escribas nada de esto pidió el chorro globalizado porque le hace mucho
daño a la imagen de la Argentina en el exterior.
REP
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