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OPINION
El acto que mostró la división
Por Sergio Kiernan

Estos tipos no tienen vergüenza”. El tono de voz, durísimo. Tanto, que varios no pudieron evitar darse vuelta a ver quién tenía tanta bronca. Era una señora mayor, con una de esas caras de abuela buena más acostumbradas a sonreír que a enojarse, pero que mostraba una chispa en los ojos. Estaba mirando fijo al palco erigido frente al flamante edificio de la AMIA y su bronca no se dirigía a ninguno de los funcionarios comunitarios en especial. De hecho, quien hablaba era la locutora, vestida de color clarito, como una muñeca, la imagen misma de la inocencia.
La bronca difusa de la señora no llamó la atención de nadie en un acto con poca gente y demasiada ambigüedad. El problema era de base: se inauguraba el nuevo edificio y nadie sabía si festejar o guardar un grave silencio recordatorio de los muertos.
Por lo tanto, nadie festejó del todo y nadie logró una actitud completa de recogimiento y homenaje.
¿Qué protocolo existe para consagrar un edificio devastado por el terrorismo? El embajador de Israel, que en su discurso hizo crujir la dentadura de muchos deseando que el nuevo predio sea un lugar “donde no se asimilen”, ofreció un método propio. En Israel, contó el diplomático, se reconstruye de inmediato todo lo que el terrorismo destruye para negarle la victoria. Tal vez sea falta de costumbre, tal vez sea la profunda insatisfacción con la falta de castigo a los culpables, pero esta idea sensata no creó mayor impresión.
A falta de antecedentes, la ceremonia mezcló elementos de conmemoración del aniversario del atentado (minuto de silencio, lectura de los nombres de las víctimas) con elementos de inauguración (corte de cintas, visitantes ilustres, mezuzot, apertura simbólica de la puerta).
El problema de fondo, claro, es que el caso no se cerró, no hay culpables, ni juicio, ni claridad. El rotundo fracaso del sistema legal argentino en resolver el caso AMIA es hace largo tiempo un asunto político, que pervade la comunidad judía. En el acto de ayer no estaban los familiares de las víctimas ni Memoria Activa, que repudiaron el mismo hecho de erigir un edificio “tapando una tragedia”.
Por eso es que “ésos” quedan del lado de allá y “no tienen vergüenza”. Esto se llama “división”, su base está en la sospecha extendida entre los judíos argentinos que la conducción de la comunidad no se portó como debía ante el poder político y no exigió justicia. Ayer, por el peso de los muertos, no dio para gritar consignas ni protestar. Pero se notó, y cómo.

 

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