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El presidente Carlos Menem empezó a retroceder con el proyecto de dolarización, que con tanto entusiasmo alentó en los últimos días. Ayer reconoció que hace falta una ley del Congreso y un acuerdo con Estados Unidos, dejando de lado la única vía que se había barajado como factible durante su mandato, dado el balance de fuerzas políticas en el Parlamento: una decisión unilateral instrumentada por un decreto de necesidad y urgencia. Menem no hizo más que blanquear la única fórmula que Roque Fernández considera razonable para la dolarización. De todo modos, el Presidente buscó que lo suyo no pareciera otra señal de debilidad y habló de impulsar, mientras tanto, el pago de salarios y de servicios públicos en dólares, algo que hoy no está prohibido si trabajadores y empresas privadas estuvieran de acuerdo. También mencionó la posibilidad de cobrar los impuesto en dólares, para lo que sí necesitaría otra ley del Congreso. La propuesta requiere, por supuesto, de un acuerdo con Estados Unidos y requiere una ley del Congreso que, en su oportunidad, si es que llegamos a un entendimiento con Estados Unidos, elevaremos al Parlamento, dijo Menem en Radio Nacional. En este mismo sentido, el Presidente reconoció que el proyecto no se concretará en lo inmediato. En todo momento, Roque Fernández planteó desde el Ministerio de Economía que había dos condiciones imprescindibles para avanzar con la dolarización: precisamente, una ley del Congreso argentina y otra del Parlamento norteamericano que convalidara un acuerdo entre ambos países. La Argentina necesita cerrar un acuerdo con Estados Unidos como paso previo a la dolarización por dos motivos básicos. Primero, el gobierno argentino dejaría de perder de 800 a 1000 millones anuales, el llamado señoreaje. Segundo, el Banco Central ya no podría actuar como prestamista de última instancia para socorrer a bancos en dificultades mediante redescuentos. Justamente, Roque quisiera que el Tesoro norteamericano pusiera los 800 millones que dejaría de percibir el Estado y que la Reserva Federal actuara de prestamista de última instancia en la Argentina. Ambas cosas son de muy dudosa aceptación por parte de Estados Unidos. Menos viable todavía, en el ocaso del menemismo, pareciera ser el avance del proyecto de dolarización en el Congreso. En especial cuando, tanto desde la Alianza como desde el duhaldismo, ya salieron a bombardearlo (ver páginas 2 y 3). Para salvar la imagen, Menem afirmó que mientras tanto se pueden pagar los sueldos en dólares si es que los empleados lo requieren. Yo he hablado con algunos dirigentes de los sindicatos y no se oponen, comentó. Hasta ahora no existe ningún impedimento para que, si existe acuerdo entre empresas y trabajadores, se pague en dólares los salarios. Para lo que sí se necesitaría una ley es para que el Estado cobrara sus impuestos en dólares. El jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, sostuvo que el Estado no va a obligar ni a pagar ni a cobrar en dólares, sino que será voluntario y quien quisiera cobrar su sueldo en dólares o pagar sus impuestos en esa moneda lo hará sin dificultades. Sin embargo, luego aclaró que esto requiere de un análisis, porque hay que ver cómo está la legislación vigente respecto de esta posibilidad. Tal vez debido a la confusión reinante a esta altura en el Gobierno con el tema, Menem afirmó también que el peso dólar (sic) está seguro, buscando así, supuestamente, disipar los rumores que inundaron los mercados en los últimos días sobre la Convertibilidad. Y contó que hace pocos días, mediante una comunicación telefónica, le aseguró a su par brasileño, Fernando Henrique Cardoso, que no tan sólo no vamos a devaluar, sino que estamos pensando en dolarizar nuestra economía. El me contestó: me parece muy bien, agregó el Presidente, para contrarrestar la pública oposición del gobierno brasileño a la idea de la dolarización. La oposición brasileña apunta a que la dolarización en la Argentinasepultaría la posibilidad de crear algún día una moneda común del Mercosur, algo que en Brasil se ve con simpatía.
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