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Por Martín Pérez La Argentina y Japón. Esos son los dos países donde, según el juicio de Geoffrey Gilmore director del Festival de Sundance, están surgiendo las más interesantes nuevas generaciones de directores de cine del mundo. Lo dijo aquí en Buenos Aires, durante el Festival de Cine Independiente, y también salió publicado en Variety, la revista estadounidense que es algo así como la Biblia de la industria del cine. Pero no sólo Hollywood toma nota de la novedad. Vaya a saberse lo que sucede en Japón, pero la cuestión argentina es que, casi sin apoyo oficial, desde Picado fino y Pizza, birra, faso en adelante las obras de una nueva generación de cineastas representan al país en los festivales de todo el mundo. Algo sucede en Buenos Aires, escribió el crítico Edoard Waintrop desde el festival de cine de San Francisco para el diario parisino Libération, luego de ver Silvia Prieto, el segundo opus de Martín Rejtman, que el jueves se conoció en Buenos Aires. Y a cuyo estreno le seguirán en la cartelera porteña los de Mundo Grúa, de Pablo Trapero (Premio al mejor director del reciente Festival de Cine Independiente); Invierno mala vida, de Gregorio Cramer (exhibida el año pasado en el Foro del Cine Joven de Berlín) y ¿Sabés nadar? de Diego Kaplan, que pasó por el Festival de Huelva. Con lo que la cartelera porteña, además de dar cuenta de un recambio generacional inédito en los últimos años (al que habrá que sumar la inminente Bolivia, de Adrián Caetano), se pondrá al día con el nuevo cine argentino que se está viendo en el mundo. Lo que está pasando en Buenos Aires es que ha surgido una nueva generación de directores que filma películas con poco más de medio millón de dólares, resume Rejtman para Página/12. Nos une eso, y también el hecho de que cuando nos sentamos a hablar lo hacemos en el mismo idioma. Somos gente que quiere hacer películas y no negocios con el Instituto, explica el director de Silvia Prieto, film que sorpresivamente será distribuido por Buena Vista Internacional, una empresa del grupo Disney. Yo vi la película de Rejtman en San Pablo, dentro de una muestra del Sundance a la que fui invitado como expositor, e inmediatamente supe que quería distribuirla, cuenta Diego Lerner, presidente de Buena Vista para América latina. Debo confesar que Rejtman fue el primero al que le sorprendió mi decisión, pero no le debería sorprender. Porque creo que el secreto de la supervivencia del cine local está en poder desarrollar productos locales pero exportables. Y el cine de Martín Rejtman es para mí un cine exportable: material hispano tipo Miramax, que puede viajar alrededor del mundo, y en español. Hay un cine totalmente agónico, y otro que está surgiendo, apunta Rejtman. Pero lo peor de todo es que a este cine nuevo le pisan la cabeza cada vez que la asoma. Es por eso que los directores del nuevo cine argentino comenzaron a reunirse en una especie de Asociación de Cineastas Independientes, pero que aún no cuenta con denominación oficial alguna. La idea es regularizar esta forma de hacer películas, para evitar que cada film sea un caso aparte y no tener que empezar de cero con cada proyecto, explican los directores autoconvocados. Entre ellos figuran Trapero, Cramer, Daniel Burman, Lucrecia Martel, Fernán Rudnik, Andrés Di Tella, Ulises Rosell y Juan Villegas, entre otros, en una lista que todavía está en formación y por lo tanto aún no se ha cerrado. Lo único que le pedimos al Instituto de Cine es que nos dejen filmar. Ya estamos acostumbrados a que nos ignoren cuando llaman de los Festivales de Cine. Pero no podemos admitir más que no tengamos el mínimo acceso a créditos y subsidios. Mientras el Instituto Nacional de Cine hace oídos sordos ante el avance de esta nueva generación qué otra cosa se puede esperar, después de todo, de un organismo que parece haber cerrado sus puertas luego del Festival de Mar del Plata, la reacción de Buena Vista Internacional daalguna señal de que los tiempos están cambiando. No creo que hayan cambiado tanto, al menos desde el punto de vista de la comunidad cinematográfica local, afirma Lerner. Muchos van a calificar como un acto de estupidez o de demagogia este acercamiento de Buena Vista a Rejtman, dice el ejecutivo que el año pasado, entre ¿Sabés nadar? de Kaplan y El juguete rabioso de Javier Torre, se quedó con esta última. La de Torre fue una película que compré sin ver, sólo porque soy un fanático del libro, se justifica Lerner, que confiesa que terminó teniendo entre manos un producto inexportable, algo que no le sucede con el de Rejtman, al que puede presentar con orgullo en todo el mundo. A Buena Vista lo prestigia estrenar un film como Silvia Prieto explica Lerner, pero yo no hago esto sólo por el prestigio. Estoy convencido de que esta película es un buen negocio a largo plazo, dice el presidente de la distribuidora internacional que hace dos días estrenó en simultáneo películas independientes de la Argentina (Silvia Prieto) y Japón (¿Bailamos?). Con lo que se puede afirmar que, al menos por aquí, Geoffrey Gilmore no predica en vano.
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