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UN DOCUMENTAL DEL CINEASTA TRISTAN BAUER
El misterioso señor Kafka

“El señor K”, que se emite dos veces el lunes en la señal Quality, proporciona una serie de claves para acceder a la obra del genio checo.

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Por Verónica Abdala

t.gif (862 bytes)  Jorge Luis Borges opinaba que Franz Kafka era El escritor del siglo XX. Sus relatos, planteaba, debían ser considerados patrimonio de la humanidad. Borges, que en algunos puntos se pensaba un alma gemela del checo, estudió minuciosamente su vida y su obra, le dedicó varios ensayos y se entuasiasmó, como él, con el estudio de la Cábala, la antigua disciplina mística judía. El entusiasmo de Borges hubiese asustado a Kafka, como cualquier otro entusiasmo: una de las características centrales de su personalidad era una marcada tendencia a sentirse inferior, como escritor y como persona. Por eso, casi no publicó en vida.
Los traumas y la sucesión de enfermedades psicosomáticas que aquejaban a Kafka, como consecuencia de la tormentosa relación con su padre, son dos de los ejes temáticos de El señor K, un mediometraje dirigido por Tristán Bauer (responsable de los largos Cortázar, Después de la tormenta, Evita, la tumba sin paz, está filmando ahora Borges), con guión de Julio Bertolotti, que emitirá el próximo lunes a las 10 y a las 15.30 la señal de cable TV Quality. La relación entre el escritor y ese hombre severo que lo hacía sentir, literalmente, como una cucaracha, es parte central del trabajo de Bauer. Entender los poderosos sentimientos de culpa e inferioridad que el padre despertaba en el escritor –que quedaron plasmados en, por ejemplo, Carta al padre– es una clave para acceder y comprender su literatura, plantea el documental, rodado hace siete años y pasado ya una vez aquí por televisión.
El mediometraje comienza con un paneo del cementerio judío de Praga. Allí están sepultados los restos del escritor que, como por obra de una jugarreta del destino, descansan junto a los de su padre y su madre. Esas imágenes alternan con la voz en off del actor Lorenzo Quinteros –que protagonizó la ópera prima de Bauer, Después de la tormenta, y una obra teatral basada en La metamorfosis– y con la del conductor radial Omar Cerasuolo, que van repasando los datos centrales de la biografía. Aunque quedan afuera algunas cuestiones importantes, como el hecho de que, pese a que su novela más famosa, La metamorfosis, se publicó en 1915, la mayor parte de su obra (El proceso, El castillo, América, etc...) no se conoció masivamente hasta después de su muerte. O que Kafka escribía de noche, porque de día trabajaba como empleado en una aseguradora de accidentes de trabajo.
La lectura de fragmentos de sus novelas y cuentos se entremezcla en el video con imágenes de la ciudad de Praga, en donde nació en 1883, y con las de algunas de las mujeres con las que el escritor, que nunca llegó a casarse, mantuvo relaciones amorosas: Felice Bauer, Grete Bloch, Dora Diamant y Milena Jesenska, la destinataria de las famosas cartas. Ella lo definió así: “Franz es alguien que siempre se consideró culpable y débil, pese a que pocos en este mundo fueron dotados de su inmensa fuerza, de esa absoluta e inquebrantable voluntad por alcanzar la perfección, la pureza y la verdad”.
El director incluyó también fragmentos de la película El proceso (1962), de Orson Welles, y algunas fotos tomadas en la época de su adolescencia, cuando comenzaba a convencerse de que los colegios alemanes en que cursaba sus estudios lo perjudicaban “en todos los sentidos”. Se recibió de abogado, de todos modos, a los 23 años. Dos años después de haber empezado a escribir, aunque sin intenciones de publicar. Entonces admitió: “No soy otra cosa que literatura, y no puedo ni quiero ser otra cosa. Todo lo que no sea literatura me inspira odio”.
Antes de morir, es historia conocida, Franz le pidió a su amigo Max Brod que, cumpliendo con su última voluntad, quemara toda su obra. Brod no cumplió con ese deseo. La muerte (por una tuberculosis pulmonar) alcanzó a Kafka una noche fría de 1924, en Viena, mientras se empeñaba en terminar”Un artista del hambre” que quedó inconclusa y se conoció tras su fallecimiento. Tenía 43 años, soñaba con abrir un restaurante junto a su Dora Diamant, y seguía creyendo que escribir es una forma de estar desesperado.

 

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