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CITAS
Por Juan Gelman

na36fo01.jpg (13733 bytes)t.gif (862 bytes) “Exculpar”, en sentido jurídico estricto, resulta sinónimo de absolver, tarea del juez. Pero en sentido más amplio significa creer o sostener (aunque no se lo crea) que alguien no es culpable, y equivale a excusar o cohonestar, según que se niegue el hecho o se le busquen atenuantes. El abogado que conoce la culpabilidad de alguien porque éste se la manifestó al encomendarle su defensa, no puede, luego, en el juicio, admitir que su cliente es responsable de lo que le incriminan: tiene que hacer todo lo posible porque parezca inocente o menos culpable”. (Ramón Alcalde, Estudios críticos de poética y política, Ediciones Sitio, Buenos Aires, 1996.)...“–El diario (Página/12) publicó que Cabanillas regaló un ejemplar de un libro de la agrupación Aunar, del general Fernando Verplaetsen, calificando de “mentira” al Nunca más.–Una vez ustedes publicaron que el Ejército había entrado un aparato de contrabando. Y no fue así. –Le estoy hablando de un libro de regalo de Cabanillas con su propia tarjeta y su propia dedicatoria.–El general Cabanillas me ha dado las explicaciones del caso. –¿Fueron satisfactorias?–Prefiero que él mismo dé otra explicación. –¿Qué le dijo a usted?–Que de ninguna manera comparte lo que dice el libro. Y que ni siquiera lo había leído”.(Entrevista de Martín Granovsky al teniente general Martín Balza, Página/12, 25-5-99.)“La imposibilidad de asumir abiertamente la autoría y la apología de los medios empleados (por la dictadura militar de 1976-1983, JG) ... es la demostración más evidente que pueda desearse de que la ideología militar a la que aludimos en un párrafo anterior es una ideología de encubrimiento y que el único modo de neutralizarla es poner de manifiesto los intereses reales a cuyo servicio ha sido articulada. Insistir exclusivamente en sus resultados, las atrocidades, sin cuestionar su sentido, tiene tantas posibilidades de eficacia para modificarla como hubiera tenido en el siglo XV discutir con Tomás de Torquemada sobre el Auto de Fe de 1481 en Sevilla”. (Ramón Alcalde, op. cit.) “–General Balza, paso al caso del general Eduardo Cabanillas. Cuando Juan Gelman escribió a principios de abril su primera carta abierta, usted contestó que Cabanillas le había asegurado que no estuvo en Orletti.–Así es. –Usted citó sus palabras. Pero Cabanillas admitió su presencia en ese campo de concentración en un reportaje que dio también en abril al diario La Mañana del Sur. O sea que usted sabe que Cabanillas dijo otra cosa distinta. –No conozco en detalle ese reportaje. Esos días yo estaba internado. Y repito que el general Cabanillas ratificó que él no estuvo nunca en Orletti. Yo no puedo ponerme a investigar dónde estuvo el general Cabanillas, porque estaría interfiriendo el accionar de la Justicia. Sería ilegal. Si tuviera un elemento de juicio para decir algo distinto, lo diría.–Lo tiene: es el reportaje”.(Entrevista cit.) “Me siento orgulloso de haber participado en la guerra contra la subversión marxista que, con sus tres organizaciones guerrilleras, nos quisieron robar la Patria.” (Coronel (R) Miguel Angel Viviani Rossi, ex jefe de Estado Mayor del general Cabanillas en el II Cuerpo de Ejército e hijo del general (R) Miguel Viviani Rossi, quien sería el presidente del Tribunal de Honor (o Comisión de Honor, no se sabe) que citó a declarar al general Cabanillas. Diciembre de 1998.)“Así, al definir los rasgos más significativos de los ejércitos latinoamericanos, IEPALA (Instituto de Estudios Políticos para América Latina y Africa, JG) señala en ellos varias características, entre las cuales cabe destacar aquí las tres siguientes: la autoatribución por parte de las Fuerzas Armadas latinoamericanas de la representación del conjunto de la nación; la equivalencia Fuerzas Armadas-Patria y el monopolio de lo patriótico (los que rechazan el esquema son calificados de “apátridas”); el propósito de aniquilamiento total de ‘los enemigos de la Patria’.” (Coronel del Ejército español Prudencio García, El drama de la autonomía militar, Alianza Editorial, Madrid, 1995.)“Porque no fue una guerra, fue una lucha contra delincuentes comunes, delincuentes subversivos.” (General Eduardo Rodolfo Cabanillas, La Mañana del Sur, 6-4-99.)“Nos hallamos, evidentemente, ante otro deforme y degenerado sentido del honor y de la dignidad. Un concepto de honor y dignidad que no se sintió herido en absoluto a la hora de los miles de secuestros clandestinos, de las infernales sesiones de tortura a miles de hombres y mujeres en su mayoría inocentes, de los lanzamientos colectivos al mar, desde aviones de transporte, de grupos de presos todavía vivos, exhaustivamente torturados y finalmente dormidos mediante inyecciones de penthotal. Un concepto de la dignidad y del honor que se consideró compatible con la tortura de niños para arrancarles información sobre el paradero de sus padres; con la frecuente violación de mujeres en las prisiones clandestinas; con el saqueo de los domicilios de muchas de las víctimas secuestradas; con la tortura y muerte de miles de estudiantes, sindicalistas y profesionales diversos, incluidos sacerdotes y monjas; hechos, todos ellos, constatados documentalmente por el informe de la Conadep y por las sentencias de la Cámara Federal dictadas contra los miembros de las dos primeras juntas militares. Un concepto del honor y la dignidad que permitió la tortura y la muerte de numerosos adolescentes de ambos sexos por ejercer funciones asistenciales voluntarias en barrios miserables, y que, junto con miles de personas de todas las edades y condiciones sociales, fueron sacrificados bajo el escalofriante criterio selectivo manifestado personalmente por el coronel Roberto Roualdés al doctor Emilio Mignone, consistente en la plena justificación de la muerte de cien sospechosos si dentro de ellos había cinco subversivos. Un concepto del honor y la dignidad que consideró y sigue considerando digno y honorable este tipo de lucha sólo puede ser entendido dentro de esa “grave enfermedad estamental” y de ese “envilecimiento profesional” que el general español Juan Cano Hevia atribuye a “algunos militares argentinos”. (Coronel Prudencio García, op. cit.)

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