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LOS DUDOSOS TITULOS DE LA PROPIEDAD
DONDE EL EX ALMIRANTE CUMPLE SU ARRESTO
Una quinta con un pasado oscuro

Son 9000 metros arbolados, con pileta, dos canchas de tenis y una cómoda casa que Massera compró en 1977 con los mismos intermediarios, testaferros y escribanos que usó para quedarse con otras propiedades de empresarios que fueron secuestrados y asesinados en la Escuela de Mecánica de la Armada.

APADI: La sociedad  en comandita que vende las parcelas de  Pacheco es tan dudosa como todas las creaciones del  almirante.

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El muro de ladrillos que rodea la casa en El Talar de Pacheco, partido de Tigre.
La historia legal de la quinta muestra raras coincidencias con la de la propiedad mendocina apropiada.


Por Susana Viau y Eduardo Tagliaferro

t.gif (862 bytes) Los escenarios que fabrica Emilio Eduardo Massera son siempre oscuros. Y la hermosa quinta de El Talar de Pacheco donde el ex dictador cumple su prisión preventiva de privilegio no es una excepción: fue comprada en 1977, en la plenitud de su poder, por los mismos testaferros que el ex marino utilizó para encubrir el despojo de los bienes de los desaparecidos Victorio Cerutti, Conrado Gómez y Horacio Palma (ver aparte). La identidad de los anteriores propietarios de la finca tampoco es clara: se trata de una sociedad en comandita llamada APADI que carece de expediente en los registros oficiales y de la que dos de sus tres miembros niegan haber pertenecido. Como una coincidencia macabra, el escribano que firmó el protocolo constitutivo de APADI era primo de una empresaria desaparecida en los años más negros del proceso militar luego de ser víctima de un secuestro extorsivo.
La casa hoy más popular del partido de Tigre tiene alrededor un muro de ladrillos que cubre los 60 metros del frente y protege los casi 9 mil metros cuadrados de superficie total. No es para nada parecido a las murallas de la cárcel de Spandau pero, como al nazi Rudolph Hess, a Massera le gusta estirar las piernas y caminar pensativo por el parque bajo el débil sol del invierno, la “luz del sur”, como llamaron a la mixtura de familia y asociación ilícita que adquirió el lugar.
Las sospechas
Sólo hay que marcar once dígitos y esperar porque el teléfono llama largamente. Por fin, una voz gastada atiende.
–¿Con el ex almirante Massera? Le hablo de Página/12.
–¿Usted quiere habar con el almirante? –retruca la voz.
–Con Massera.
–No, no se encuentra.
–¿Cómo que no se encuentra?
–Bueno, sí, sí. Pero está en una reunión a 40 metros de aquí. Vuelva a hablar en media hora que lo va a atender.
Vencido el plazo se vuelve a pulsar el número. Quien contesta en esa segunda oportunidad se presenta como “la empleada de servicio”. Explica: “Me dijeron que el señor está descansando. Yo le dejo el mensaje”. La negativa de la mujer será más contundente que la demanda de este diario que no podrá preguntarle a Massera si, como se insiste con vehemencia, la quinta pertenece a un desaparecido.
Fundamentos para la sospecha, hay. Surgen de los archivos del Registro de la Propiedad Inmueble de la provincia de Buenos Aires. Este diario buscó desde diciembre pasado la titularidad de las parcelas que ocupa la quinta. La dirección era precisa pero la zona inducía a confusión porque los terrenos, próximos a la planta Ford, tienen entrada por dos calles: Figueroa Alcorta 3012 (ex 680) y, como corresponde, Sargento Díaz 3023. La inscripción de la transferencia, fechada en abril de 1977, revela que fue Roberto Castellanos quien efectuó la compra en representación de una sociedad en formación, Luz del Sur, y pagó 13 millones de la época. Dio fe de ese contrato el escribano Roberto de la Lastra. En un segundo protocolo Luz del Sur confirmó la operación ante otro notario del staff delictivo de Massera: el ex mano derecha de Alberto J. Armando, Fernando Mitjans. Castellanos, De la Lastra y María Luz Méndez Ezcurra, esposa de Eduardo Enrique Massera (hijo del ex miembro de la Junta Militar), eran accionistas. Mitjans era apoderado, junto con Angel Enrique Moreira. Como síndicos actuaban María Angélica Morello (titular) y Luciano Carlos Zamacona (suplente). El domicilio societario se estableció en Corrientes 1145, piso 8, donde estaba la escribanía de De la Lastra. En 1991, Luz del Sur pasó a ser propiedad mayoritaria de Delia “Lily” Vieyra (mujer del ex almirante), quien mantuvo en ella a su nuera María Luz e incorporó a suhijo Emilio Esteban Massera. En ese año, pasaron a ser patrimonio de la sociedad un departamento en la calle Figueroa Alcorta 3590, piso 16, y un segundo departamento en Libertador 2423, piso 12, el mismo que el ahora procesado ha puesto en venta para recluirse en la quinta de El Talar.
Los socios no eran desconocidos entre sí: el comprador de la propiedad, Roberto Castellanos, era tío del escribano Roberto Pedro de la Lastra y éste, a la vez, pareja de Zaira Vieyra, cuñada de Massera. Es probable, no obstante, que por sobre los lazos familiares prevaleciera la confianza comercial: De la Lastra, Castellanos y Zamacona fueron algunos de los muchos personajes que ayudaron a Massera a encubrir el verdadero origen de los campos de Chacras de Coria, en Mendoza, sustraídos a la Sociedad Cerro Largo, que formaban el anciano empresario Victorio Cerutti y el contador Horacio Palma. En esa sociedad actuaba como asesor letrado el abogado Conrado Gómez y era afín a ella un yerno de Cerutti, Omar Raúl Masera Pincolini. Los cuatro fueron secuestrados entre el 10 y el 12 de enero de 1977, las mismas fechas en que se tramita la “compra” de la quinta de El Talar de Pacheco, trasladados a la ESMA y obligados a firmar en cautiverio los papeles que autorizaban la transferencia de sus bienes. Ninguno de los cuatro secuestrados volvió a aparecer jamás. Tal como reveló una investigación de este diario publicada hace más de un año, los campos de Chacras de Coria, luego de sucesivos cambios de mano, quedaron en poder de Misa Chico, una firma de la que participaban los hijos y el hermano del ex almirante.
El mecanismo empleado para engrosar el patrimonio personal del ex almirante y los nombres de los involucrados en las maniobras de ingeniería societaria se repetirían a lo largo de todos los negocios encarados por el hombre que en sus discursos llamaba a una transformación moral. Contadores inexistentes, escribanos corruptos, balances falsos, socios supuestos, escrituras amañadas eran el tejido de la prosperidad personal del almirante y financiaban sus aspiraciones políticas. El soporte, subterráneo, funcionaba en los sótanos de la ESMA, en las oficinas de “los Jorge” Radice y Acosta, proveyendo los datos colectados por su aparato de inteligencia y eliminando dificultades por medio de sus grupos de ta-
reas.
Sombras, nada más
APADI, la sociedad en comandita que vende las parcelas de Pacheco, es tan dudosa como todas las creaciones del almirante. “Hechas para ocultar”, dijo uno de los técnicos preguntados por este diario; “en nuestra jerga las llamamos sociedades perro”, definió otro contador consultado. En verdad, su funcionamiento es curioso. Fue representada en la operación de venta por Natalia Sonia Fridman, pero Fridman figura en la escritura de formación de APADI como la socia ultraminoritaria: 100 mil pesos moneda nacional contra 4 millones novecientos mil de Juana Bazán. En la Inspección de Justicia no tiene formado expediente, y dos de las personas que ingresan a APADI en 1972, José Birman y su coapoderada Graciela Haydeé Furman, negaron a este diario haber integrado la sociedad, tener el número de documento que se indica en la escritura, conocerse entre sí, conocer a Fridman y a la accionista mayoritaria Juana Bazán. Por otra parte, la dirección de la accionista pertenece a una familia de Monte Grande que siente que se le habla en chino cuando se la interroga por Bazán y por APADI. El mismo panorama había descubierto Página/12 hace un año al investigar la formación de las empresas fantasma que se apropiaron de los bienes de los desaparecidos Cerutti, Palma y Gómez. Basta recordar que el contador Jorge Barakat casi se desmayó de disgusto al enterarse por este diario de que figuraba firmando los balances de Misa Chico: “Me quiero morir”, dijo al escuchar que esa sociedad cuya existencia ignoraba era, además, del ex almirante Massera.
Una siniestra coincidencia hace que la constitución de APADI, la vendedora de la quinta, fue refrendada por el escribano Aron Siganevich,primo de la empresaria de LoterChaco, Sara Siganevich, secuestrada el 18 de enero de 1978. La empresaria no tenía actividades políticas pero sí, afirmaron los periodistas de la época, “amistades muy influyentes”. Pese a que sus familiares pagaron un cuantioso rescate por su vida la mujer no volvió a aparecer y el secuestro quedó irresuelto y olvidado como un puro caso policial. Resulta extraño, sin embargo, que una acción de esa magnitud, realizada en pleno centro, apoyada en una estructura logística lo bastante importante para gestionar el cobro del rescate y ocurrida en el período más intenso de la represión ilegal, no contara con el apadrinamiento de algún jerarca de las Fuerzas Armadas que detentaban el poder. Organismos defensores de derechos humanos recuerdan el relato anónimo de un sobreviviente de la ESMA que refirió haber visto a la señora Siganevich en los mismos sótanos en los que estuvieron Cerutti, Palma, Gómez y Masera Pincolini.

 

Claves

ron2.gif (93 bytes)  La quinta donde el ex almirante Emilio Eduardo Massera cumple su arresto domiciliario fue adquirida en 1977 por un testaferro del marino, Roberto Castellanos, quien la compró en nombre de una sociedad que estaba por formarse, Luz del Sur S.A.
ron2.gif (93 bytes)  Luz del Sur está integrada por Delia Vieyra, esposa de Massera; por María Luz Méndez Ezcurra, su nuera; y por Emilio Esteban Massera, su hijo.
ron2.gif (93 bytes)  La firma que vende la finca es una sociedad en comandita llamada APADI. Casualmente, su escribano es el primo de la víctima de un secuestro extorsivo: la empresaria dueña de LoterChaco, Sara Siganevich.
ron2.gif (93 bytes)  Dos de los tres supuestos integrantes de APADI niegan haber pertenecido a esa sociedad y dicen no conocerse entre sí.
ron2.gif (93 bytes)  Las escrituras que formalizan la transferencia de la quinta son firmadas por Roberto de la Lastra, pareja de la cuñada de Massera, y Fernando Mitjans, partícipe de todas las dudosas compras del dictador.


 

La historia del barrio privado que robó Massera

Tras quince años de litigio, una valiosa propiedad usurpada por Massera en Mendoza vuelve a los descendientes de los dueños.

Luz del Sur es la firma en formación que “compra” la propiedad en 1977.
Con el fin del proceso, Massera disimuló su adquisición fraguando ventas sucesivas de la quinta.

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t.gif (862 bytes) Emilio Eduardo Massera ha perdido una partida y quizá deba vender por ello su departamento de Avenida del Libertador: el juez civil mendocino Luis Plana Alsinet resolvió el lunes que fuera devuelta a sus legítimos dueños una parte de los terrenos de Chacras de Coria, Mendoza, que el ex almirante usurpó en 1977 a los desaparecidos Victorio Cerutti y Horacio Palma. Esas propiedades, tal como había revelado Página/12 un año atrás, habían acabado en manos del hijo y el hermano de Massera, accionistas de la sociedad Misa Chico. Temiendo este final, Massera había fraguado reventas posteriores a firmas fantasma, prestadas por hombres de Guardia de Hierro, que también resultan involucradas en la sentencia judicial. En un fragmento que no deja lugar a dudas sobre la realidad de aquellos años, el fallo del tribunal sostiene que “el presente constituye un hecho de desapoderamiento construido sobre falsedades, que tuvieron debido sostén en un presupuesto de impunidad”.
“Nuestro caso –afirma el juez Plana Alsinet refiriéndose al litigio por las tierras de Cerutti y Palma– forma parte de las injusticias que se cometieron en una de las páginas más negras de la historia argentina; donde la represión estatal, desbordando su cauce madre, invadió los más elementales derechos humanos, no sólo de quienes fueron protagonistas activos sino –lo que resulta más aberrante aún– en contra de seres inocentes, y en la consecución de objetivos de lucro personal, totalmente ajenos a los valores en juego en la contienda.”
La causa se había iniciado en 1983, al regresar de su exilio uno de los hijos del anciano Victorio Cerutti. La historia, de ribetes similares a la sufrida por decenas de miles de hombres y mujeres, desarrolló su tramo esencial entre el 10 y el 12 de enero de 1977, cuando en operativos casi simultáneos fueron secuestrados en Buenos Aires el abogado Conrado Gómez y el contador Horacio Palma y, en Mendoza, Cerutti y su yerno Omar Masera Pincolini, actuantes en Cerro Largo, la sociedad propietaria de 25 valiosas hectáreas en Chacras de Coria. Los cuatro se reencontraron pocos días después, en calidad de prisioneros, en la Escuela de Mecánica de la Armada. Desde allí, un grupo de oficiales operativos, contadores y escribanos allegados a Massera montaron el andamiaje legal y contable que pasó los campos tasados en 14 millones de dólares a poder de un testaferro, Manuel Campoy, encargado de sustituir a los legítimos propietarios por los hombres de paja de la ESMA. Asambleas falsas, falsos poderes, accionistas fantasma, documentos de identidad fraguados y firmas obtenidas bajo tortura desembocaron en la transformación de Cerro Largo en Will-Ri, apócope de los apellidos de los nuevos e inexistentes socios Williams y Ríos.
Will-Ri loteó los terrenos para construir el barrio privado que se levanta hoy en el lugar y Manuel Campoy ocupó hasta hoy lo que la familia Cerutti llamaba “la casa chica”, de la que fue secuestrado Masera Pincolini. El dinero para las mejoras fue obtenido de un “préstamo” otorgado por la sucursal Panamá de la Banque Nationale de Paris. Will-Ri haría posteriormente diligenciar sus exhortos en Buenos Aires por el abogado Roberto Dromi. Finalmente, en 1981, Massera cree llegado el momento de blanquear su propiedad y Will-Ri traspasa los terrenos a Misa Chico, formada por su hijo Eduardo Enrique, su hermano Carlos Massera y el presidente de su Partido por la Democracia Social, Pedro Añón. El domicilio de la sociedad era Cerrito 1136, lujosa oficina de Massera y sede del PDS.
Con el retiro de la dictadura y el comienzo de los juicios por la desaparición de Cerutti, Palma, Gómez y Masera Pincolini, el ex almirante se sintió obligado a enmascarar otra vez el apoderamiento de aquellos bienes. Y simula ventas sucesivas: a las sociedades Huetel, luego a Enori y al final a A&B Consultores. En ellas surgieron nítidos los rastros de los hombres de Guardia de Hierro, la fracción peronista que había puesto sus fichas al sueño del ex almirante de convertirse en presidente electo.Por ese carrousel de sociedades desfilaron conspicuos “guardianes”, Félix Botte, Daniel Adrogué y Luis Alberto Bragagnolo.

 

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