Por Nora Veiras Desde Mendoza
Son ustedes quienes
llevan sobre sus espaldas, con resignación, las secuelas de un pasado que si bien no se
puede olvidar, todos debemos superar (...) Son ustedes quienes, lamentablemente, deberán
reiterar cada vez que el dolor o el interés insista, que las listas de desaparecidos no
existen en la Fuerza. Que de haber existido, no han llegado a nuestros días. Son ustedes,
como nosotros, quienes anhelan que todos los jóvenes que buscan su identidad la
encuentren y puedan convivir con sus orígenes y sus afectos. El último mensaje del
general Martín Balza como jefe del Ejército siguió su línea de autocrítica parcial
sobre la actuación de la dictadura y estuvo dirigido a los jóvenes. Sin
embargo, no alcanzó para disipar los efectos deletéreos del chocolate compartido con el
ex dictador Leopoldo Fortunato Galtieri el martes pasado, 25 de mayo.
Usted dijo que delinque quien imparte órdenes ilegales y quien las
cumple. Galtieri hizo las dos cosas le señaló Página/12.
Que alguien le saque el grado entonces respondió, molesto, el general.
Es un general retirado, indultado, reiteró Balza para justificar la
invitación del Ejército al responsable de la Guerra de Malvinas.
Esa aparición sobrevoló el acto por el 189º aniversario de la creación del Ejército.
Compartían la tarima emplazada en la Plaza de Armas del Liceo Militar General Espejo los
dos ministros que discreparon con la visita de Galtieri al Edificio Libertador: Jorge
Domínguez (Defensa) y Carlos Corach (Interior). El primero dijo que estaba en el marco de
la reconciliación, el segundo la consideró irritativa. El
gobernador de Mendoza, Arturo Lafalla y el titular del III Cuerpo de Ejército con asiento
en Córdoba, Juan José Llavar, completaban el palco de honor.
Balza le dedicó, de hecho, un párrafo de su discurso a Corach. Con sorpresa hemos
constatado que a cada paso trascendente dado por el Ejército para superar las secuelas
del pasado reciente y para impulsar la modernización de la Fuerza, surge el rechazo de
algunos pocos. Surge la incomprensión de algunos funcionarios y de algunos camaradas en
retiro, a quienes une a veces un pasado de actuación política
compartida, leyó el general mientras el ministro erguía más que de costumbre su
mentón frente a las tropas preparadas para desfilar.
¿A qué funcionario se refirió? le preguntaron a Balza.
A nadie en particular.
¿Entonces para qué incluyó un párrafo en su discurso?
Saque sus propias conclusiones dijo fastidiado de tener que seguir explicando
su saludo con Galtieri. Para clausurar el tema encontró como argumento que el Papa
le tendió la mano al criminal que atentó contra su vida. Yo sigo el ejemplo de mi
religión.
Unos metros más adelante, Corach dijo que no se sintió aludido por las palabras de Balza
y calificó como anecdótico el episodio del encuentro con el ex dictador que
ya fue suficientemente explicado por el general. El que huyó de la prensa fue
el ministro de Defensa. Uno de sus asesores estaba preocupado por las preguntas que
podrían exponer a Domínguez a justificar la presencia de Galtieri. El indulto, la medida
por la cual el ex dictador recuperó la libertad, perdona la pena pero no el delito. Es
decir que el Ejecutivo, si quisiera, estaría en condiciones de evitar el deambular de
delincuentes en las ceremonias oficiales.
El general chofer
Balza llegó a la Plaza de Armas al volante de una camioneta Isuzu, acompañado por Corach
y Domínguez. Como había hecho durante la tarde anterior por las calles del centro
mendocino, el general se acercó a darle la mano a casi todos los invitados especiales que
colmaban el palco. Las señoras de la familia militar aprovecharon para
mostrar sus tapados de zorro y alguna hasta se dio el gusto de lucir un sombrero colorado
conplumas. No todos los días se tiene la oportunidad de estar expuesto en un palco.
Balza reivindicó la tarea del Ejército durante la primera década del siglo XX cuando
se incorporó el servicio militar obligatorio, se organizaron los institutos y se
avanzó en desarrollos tecnológicos como el fusil Mauser modelo argentino. Hizo un
salto de setenta años, eludiendo las décadas marcadas por los sucesivos golpes militares
y rescató la transformación que comenzó inmediatamente después de
Malvinas.
En su último discurso como jefe del Ejército después de casi ocho años en ese cargo,
elogió a sus subordinados que están llevando adelante la modernización con
presupuestos reducidos a nivel de subsistencia, reemplazando esta falencia con
ingenio, esfuerzo y sacrificio. Corach admitió que todas las fuerzas de
seguridad y militares están actuando con fondos restringidos pero remarcó que
no hay posibilidades de incrementarlos.
Balza mantuvo silencio sobre la situación del exjefe del II Cuerpo de Ejército, Eduardo
Cabanillas, quien espera el veredicto de una Comisión de Honor a causa de sus
contradictorias afirmaciones sobre su actuación en el centro clandestino Automotores
Orletti. El modus operandi aprendido en los años de plomo también puso en jaque a
Llavar. La red de espionaje montada por los hombres de Inteligencia del Ejército empezó
a desenredarse en la Justicia. El viernes próximo está citado a declarar en Córdoba el
jefe de Inteligencia del Ejército, Jorge Miná.
Agradezco a la sociedad por su comprensión, tolerancia y exigencias. Y también a
los oficiales y suboficiales en situación de retiro, parte indisoluble del Ejército al
que le brindaron los mejores años de su vida, por su comprensión y apoyo, se
despidió un Balza ecuménico.
Las dudas de Carlotto y Lázara La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, mostró ayer
cierto escepticismo frente al discurso del Día del Ejército pronunciado a la mañana por
el teniente general Martín Balza, al considerar que el militar además de hablar
tiene que actuar. También descreyó de la ratificación de Balza de que el
Ejército no posee listas sobre desaparecidos al expresar que no es conducta del
Ejército, ni de la Armada ni de la Fuerza Aérea, destruir la información que significa
tener poder sobre el observado.
El vicepresidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), por su parte,
valoró ayer positivamente el discurso del jefe del Ejército, pero como Carlotto, fue
suspicaz con respecto de la afirmación de que el organismo no posee listas. Asimismo,
pidió que la institución siga colaborando con la Justicia luego de recordar
las investigaciones judiciales sobre desaparecidos en la última dictadura y la causa
judicial por espionaje en Córdoba contra miembros de la fuerza.
Infantes y nenitos
Estoicos, funcionarios y civiles acompañaron el desfile
militar. Las tropas parecía que se reproducían al paso del inmenso óvalo de la Plaza de
Armas. Los cascos blancos de la Caballería abrieron el despliegue con un ejercicio de
destreza y asustaron a todos con los tiros al aire que lo coronaron. Artilleros,
esquiadores, paracaidistas y alumnos de distintas escuelas se sucedieron durante más de
dos horas. Los veteranos de la Guerra de Malvinas, al que con sólo mirarlos alcanza para
comprobar la postergación que sufren, fueron ovacionados. Desfilaron hasta los nenes de
las salitas de jardín de infantes Pollito, Osito y
Patito. Enfundados en sus guardapolvos verde seco con grandes cuellos, algunos
se esforzaban por marcar el paso y uno hasta hacía la venia. El locutor se entusiasmó:
Estos serán los militares del siglo XXI. |
EL TEMA |
LOS POLITICOS SE DESENTIENDEN
DEL EJERCITO
Los hombres son buenos, pero es mejor vigilarlos
Balza se despegó demasiado rápido de Galtieri,
su invitado el 25 de mayo, pero le recordó al poder político que el Ejército no puede
cargar solo con personajes que recibieron un indulto. |
Por Martín Granovsky
En Mendoza, el general Martín Balza volvió a desligarse con
demasiada rapidez de la presencia de Leopoldo Galtieri en el festejo del 25 de Mayo. Pero
tiene razón en un punto: si el Poder Ejecutivo indultó al dictador de los campos de
concentración en Rosario y la guerra en las Malvinas, no puede pretender que después el
Ejército cargue en solitario con el general que cambió el whisky por el chocolate.
Es una ecuación cada vez más repetida. Por un lado, el Ejército deslinda
responsabilidades. Por otro, los políticos y los funcionarios esquivan su papel en los
temas militares.
Balza dijo el martes a Página/12 que Galtieri tomó chocolate porque todos los generales
retirados reciben la misma invitación cada 25 de Mayo. El convite es reglamentario y
agregó Balza el Ejército debe cumplir los reglamentos.
Pero Galtieri no es cualquier retirado.
La Comisión Rattenbach, que investigó la guerra de las Malvinas por encargo de las
propias Fuerzas Armadas, recomendó fusilarlo.
Fue procesado en el juicio a los ex comandantes. La Cámara Federal lo declaró inocente
porque Galtieri asumió la jefatura del Ejército recién en 1981, sobre el final de la
represión más salvaje. La Justicia, sin embargo, lo procesó después por haber aplicado
el plan criminal de la junta en el Segundo Cuerpo de Ejército.
En 1988 la Cámara Federal porteña revisó la sentencia militar por las Malvinas y lo
condenó. Galtieri debió haber sido degradado, pero le llegó el indulto de Carlos Menem
(por Malvinas y por sus procesos) antes de que la Corte confirmara la sentencia de la
Cámara.
Está involucrado en un juicio por derecho humanitario a la verdad entablado por la
familia de Osvaldo Seggiaro, secuestrado en enero de 1977.
Lo acusan por la desaparición de una embarazada. El robo de bebés se sabe no
prescribió ni fue perdonado por el Punto Final.
En marzo el juez español Baltasar Garzón libró contra él un pedido internacional de
captura por el asesinato de Víctor Labrador, su hijo Palmiro y su nuera Edith Koatz.
Debe ser indagado por Adolfo Bagnasco en la megacausa del robo de bebés.
Parece demasiado para que el general Balza declare que su obligación es darle la mano en
el chocolate militar, como a cualquier argentino, y compare el saludo con el
abrazo entre Yasser Arafat e Isaac Rabin, como buscó hacerlo el jueves con Pablo Feldman
por LT 8 de Rosario.
De todos modos, si el apego a los reglamentos es tan sagrado, el jefe del Ejército
podría relevar ahora a Eduardo Rodolfo Cabanillas, que desprestigia a la fuerza regalando
un libro del ex jefe de la policía bonaerense Fernando Verplaetsen con injurias contra el
Nunca Más. Hijo del coronel que robó el cadáver de Evita para enterrarlo en Milán,
Cabanillas se aferra a su sillón del Segundo Cuerpo aunque pesa sobre él la acusación
de ser el responsable por el robo del nieto de Juan Gelman. Cuando hablan de Balza,
dirigentes del oficialismo y la oposición oscilan estos días entre el psicoanálisis
político y el asombro. Hilvanan la permanencia de Cabanillas como general de división en
actividad, el chocolatazo de Galtieri y el espionaje militar en Córdoba para preguntarse
si Balza es un demócrata, el mejor encargado de imagen que tuvo el Ejército. O se
sorprenden ante la reaparición de reflejos del viejo aparato militar que la
inteligencia guarda como una reliquia y preguntan si la Era Balza habrá sido una
etapa curiosa que terminará con él.
Son temas interesantísimos para la sobremesa de candidatos, gobernantes y legisladores.
Pero entretanto nunca está de más volver a los hechos:
Balza hizo la
primera autocrítica institucional en nombre del Ejército. Condenó el golpe de Estado y
la ilegitimidad de las órdenes de represión, y en especial el robo de bebés.
No lo llama
dictadura, pero condenó abiertamente al Proceso.
Suprimió la
obediencia debida como coartada del crimen militar.
Reprimió a
Mohamed Seineldín y unificó al Ejército detrás de la subordinación al poder civil.
No frenó las
citaciones de la justicia civil a los oficiales comprometidos por violaciones a los
derechos humanos.
A la vez,
presentó el plan criminal de la dictadura como un asunto de pocos. Y no tomó ninguna
medida activa para investigar el robo de chicos.
En los últimos dos meses este cuerpo de ideas, de novedades y limitaciones quedó puesto
a prueba, y a veces en duda, con el mantenimiento en su puesto de Cabanillas, la taza de
chocolate para Galtieri y la red de espionaje en el Tercer Cuerpo de Ejército. En el
tercer caso Balza actuó velozmente, cambiando de destino a los espías, pero no los pasó
a retiro y dejó flotando dudas sobre el apoyo o las órdenes que les brindaba el aparato
de Inteligencia del Ejército.
Es como si, al final de su etapa como jefe de Estado Mayor, jaqueado en la causa de las
armas, Balza hubiese quedado atado por un dilema: para preservar su figura política sólo
puede aferrarse a la defensa de los derechos humanos; para preservar el poder interno se
vincula con generales cuestionados justamente por violar los derechos humanos.
Juan Perón decía que los hombres son buenos, pero son mejores cuando se los vigila.
Sobre el final del gobierno de Menem, amplios resortes del Estado dejaron de vigilar al
Ejército y la sociedad empezó a dormitar.
Ni el Presidente ni el ministro de Defensa ordenaron el relevo de Cabanillas. Ni el
Ejecutivo ni el Legislativo propusieron cambiar la reglamentación del Ejército para
evitar que los antiguos asesinos beban el chocolate del 25 de Mayo. Carlos Corach dijo que
la presencia de Galtieri era irritante, pero ayer en Mendoza Jorge Domínguez
eludió su culpa.
Hace un mes que el diputado Alfredo Bravo (Frepaso-Alianza) propuso que la Comisión de
Defensa de la Cámara cite a Cabanillas. El presidente de la comisión, Juan Manuel
Casella (UCR-Alianza), dilata peligrosamente la convocatoria.
La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, siguiendo una iniciativa de su
vicepresidente Simón Lázara, dijo a Balza que el ascenso de Cabanillas está viciado
porque el Ejecutivo envió un legajo que expurgaba el paso del general por Orletti. La
ombudsman porteña Alicia Oliveira, del Centro de Estudios Legales y Sociales, reclamó
terminar con el secreto del Tribunal de Honor. Pero el Senado no investigó cómo le pudo
pasar por alto la laguna en el legajo de Cabanillas ni el Congreso se propuso revisar la
legislación para liquidar los resabios militares de la sociedad de castas. Y Bagnasco
compite con Casella a ver quién demora más su decisión.
En cuestiones militares, cada vez que los políticos ignoraron un problema creyendo que lo
atenuaban, acabaron complicando la solución. |
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