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Por José Natanson Rodolfo Terragno durmió poco durante el último mes. El diputado radical, junto a Dante Caputo, fue el responsable de coordinar el trabajo del Instituto Programático de la Alianza (IPA) que elaboró la plataforma presentada el martes pasado. En diálogo con Página/12, Terragno sostiene que la coalición se sitúa a la izquierda de la tercera vía europea, explica cómo fue el trabajo, cuál es la relevancia y para qué sirve lanzar un plan de gobierno cinco meses antes de las elecciones de octubre. ¿Cuál es la importancia del programa de la Alianza? Es importante anticipar qué se propone hacer la Alianza desde el gobierno, porque en muchos aspectos implica una ruptura con los diez años que terminan. Hoy nadie se distingue por prometer elecciones libres, estabilidad o disciplina fiscal. Esos son presupuestos. Lo que no está claro es qué van a hacer las distintas fuerzas políticas en cuanto a las políticas de distribución del ingreso, de desarrollo y de empleo. A la hora de votar, ¿la gente elige ideas o imágenes? ¿Cuál es la importancia estratégica-electoral del programa? Una elección no es una licitación de programas. La plataforma es más relevante a los efectos de gobernar que a los efectos de conseguir votos. Pero sirve para establecer una relación contractual que permita demostrar la honradez intelectual del que se presenta a una elección y deja constancia de lo que pretende hacer, para después ser juzgado por eso. De todos modos, el hecho de contar con un programa tiene su efecto: genera confianza. Aún la gente que no leyó la plataforma recibe de manera indirecta la sensación de que está frente a una fuerza que tiene objetivos claros. ¿Cómo definiría el contenido general del programa? Es absolutamente progresista. Tiene eficacia para generar recursos y decisión de distribuirlos equitativamente. Esto es el centro de la propuesta. Yo distingo el pensamiento progresista de las poses progre. ¿Cuál es la diferencia? Los progres no entendieron, en la década del 80, que había que privatizar y estabilizar, que eso era imprescindible e inevitable. Y que si no lo hacía el progresismo lo iba a hacer la derecha. Los progres, en Inglaterra y en la Argentina, regalaron las banderas de la racionalidad económica y de la reforma del Estado a la derecha. Y le permitieron hacerlo en beneficio de la concentración del ingreso. Fue una necedad. Creo que el debate hoy tiene otros términos. Progresista es el que quiere transformar la globalización en una oportunidad, el que no tiene miedo de irrumpir en el mundo. El progre, en cambio, vive asustado, pensando que la globalización es un peligro y que hay que amurallarse. Estoy convencido de que no hay ninguna posibilidad de resolver los problemas sociales sin una estrategia de desarrollo económico que ponga énfasis en la industria y en la irrupción en el mercado mundial. Y que genere una estrategia de desarrollo social que compense las enormes desigualdades que existen. En la Alianza no todos parecen pensar lo mismo. Hay algunos dirigentes, como Melchor Posse o Alfredo Avelín, cuyo discurso se parece más a lo que usted define como poses progre. Es imposible que todos entiendan lo mismo. Nunca en un conjunto humano hay unidad absoluta de criterio. No la hay ni siquiera en una sociedad de dos personas. Pero esta es la corriente principal de la Alianza. ¿La plataforma es una versión criolla de la tercera vía? No. La tercera vía es una reacción tardía e insuficiente. Yo creo que (Tony) Blair ha descubierto ahora lo que nosotros planteábamos hace quince años. Hace diez o quince años los laboristas estaban defendiendo el mantenimiento de minas ineficientes y oponiéndose a la privatización. La tercera vía va muy detrás de lo que hizo el socialismo alemán o de lo que hizo Felipe González. Lo que pasa es nuestra dependencia cultural respectodel mundo anglosajón es tal que tratamos de tomarlo como punto de referencia. No veo a la tercera vía como un modelo. Entonces, ¿la Alianza está a la izquierda de la tercera vía? Es una categoría anacrónica. Pero si entendemos que está dada por el mayor o menor grado de concentración del ingreso, yo creo que sí. Si la Alianza gana en octubre, cuando llegue el momento de gobernar va a tener límites y oposiciones institucionales fuertes. Desde el corset que implica la convertibilidad hasta el Senado, un sector de la Justicia y muchas gobernaciones en contra. ¿Es posible concretar el programa con esta capacidad de maniobra tan limitada? La estrategia de un gobierno consiste en ir corriendo los límites. Pero lo central es llegar con las políticas preparadas porque el poder que se tiene inmediatamente después de haber obtenido un mandato popular es mayor. Yo no quiero una Alianza llorona, que llegue al gobierno para después decir: no me dejan. Y también me parece que hay que asumir que hay límites. Cuando uno analiza las metas sociales se da cuenta de que no estamos prometiendo la felicidad humana. Estamos prometiendo avances graduales y progresivos.
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